2 de set. 2023

fragment final

 


CARTA X


EL ACABOSE EN LOS GAZULES


(…)

    “En aquel momento decidí de una vez para siempre lo que iba a hacer. Saldría para Madrid al día siguiente sin decirlo a nadie y me presentaría en Pensilvania cuanto antes. Allí terminaría la tesis, y mi novio Richard se entretendría durante la luna de miel copiándola a máquina. Los datos los tengo ya todos. Ni uno siquiera de esos datos está sacado de los libros ni de los polvorientos archivos, sino que son de primerísima mano. Como solía decir mi padre, yo he tenido siempre un punto de vista realista en las cosas de la cultura lo mismo que en las de la vida en general. Curro iba haciéndose demasiado posesivo y, sin darme cuenta y bajo la influencia de su erotismo tarteso, yo iba afeminándome un poco. No importa. En definitiva, mi tesis habrá valido la experiencia.

    Se lo dije en voz baja al príncipe Garambo, y él hacía amables gestos de asombro y de admiración. Comprendí que mi situación en aquella cabina de teléfonos era por demás excéntrica. Nos salvó a todos el timbre del teléfono. Lo tomé y me dijeron: «Trescientas veinte pesetas, señorita.» Yo calculé: «Seis dólares.» Pero él se negaba a recibir el dinero. Y cuando más discutíamos, apareció su madre apoyada en el bastón de plata. A Curro se lo llevaban los criados a la fuerza. Abrió la duquesa la puerta de la cabina y dijo con aire triunfal:

    —Hijo mío, el zopenco del Trianero bajó la testuz y la niña se llamará Bartolomea.

    Reía el duque como un bobo, repitiendo: «Bartolomea.» Hice prometer al duque que no apalearían a Curro en las escaleras del palacio ni en ninguna otra parte, y él prometió por su honor. Lo prometió entre los hipos de la risa.

    Se oía fuera de la casa —en el aire— el minueto, y la vieja duquesa marcaba ligeramente (casi imperceptiblemente) los movimientos de baile. En suma, querida Betsy, que se acabó la experiencia tartesa-turdetana-bética-flamenca; que la vieja duquesa no se escandalizó de vernos en la cabina pompeyana, y que dentro de unos días, Deo volente (así decían los españoles en el siglo XIX), estaré ahí, en el nuevo mundo, con Richard, contigo, con el borrador de mi tesis y con unas doscientas fichas que debo incorporar a ella antes de hacerla copiar definitivamente.”


La tesis de Nancy
Ramó J. Sender
Editorial Bambú, 2012
páginas: 289-290



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