"¿Qué he estado
haciendo en esta frontera de barbarie? No
me cabe la menor duda, dado que estas no son preguntas baladíes, que en alguna
parte existe toda una literatura que espera a contestarlas por mí. Por
desgracia, no tengo conocimiento de dicha literatura; además, siempre me he
sentido más cómoda cuando se trataba de extraer las respuestas de mis propias entrañas.
Hay poemas, estoy segura, acerca del corazón que se duele por Verlore Vlatke, acerca de la melancolía del crepúsculo sobre
los prados que cubren las amapolas, sobre las ovejas que comienzan
a reunirse para guarecerse del frío
incipiente en la noche, sobre el lejano
molino de viento, el primer chirrido del primer grillo, los últimos trinos de
los pájaros posados sobre los espinos,
las piedras de la tapia que aún retienen el calor del sol, la lámpara de
la cocina que luce sin titilar. Son poemas
que yo misma podría haber escrito. Hacen
falta varias generaciones que hayan vivido en las ciudades para apartar del corazón esa nostalgia por
las costumbres del campo. Yo nunca viviré lo suficiente para despojarme
de ella, ni siquiera eso es algo que desee.
Estoy corrompida hasta el tuétano por
la belleza de este mundo abandonado. Si es preciso decir la verdad, nunca deseé escapar con los dioses del cielo. Siempre tuve, en cambio, la esperanza de
que descendieran a la tierra y
vivieran aquí conmigo en el paraíso, sustituyendo con su aliento de
ambrosia todo lo que perdí cuando las fantasmagóricas figuras de las últimas
personas con que tuve trato se escabulleron
de mí en plena noche. Nunca he tenido
la impresión de ser la creación de otro hombre (ya vienen, aquí están, qué dulces los plañidos del cierre), he pronunciado mi vida entera con mi propia voz (vaya un
consuelo), he elegido en todo momento
mi propio destino, que no es otro que
morir aquí, en este jardín petrificado tras las cancelas y las puertas cerradas a cal y canto, cerca de
los huesos de mi padre, en un espacio en el que resuenan los ecos de los
himnos que podría haber escrito, pero que no
escribí por creer que eran demasiado
fáciles."
J.M.Coetzee
“En medio de ninguna parte”
Mondadori, 10/2003 (3ª)
Pag. 188-189
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