1 d’abr. 2013

¡con tal de que esto dure!, 2

"Paulina Bonaparte Borghese como Venus"
A. Canova
Museo Borguese, Roma
(detalle)

“Aquellos eventos representaban algo más que el triunfo de un hombre o el éxito de una familia. Eran la culminación de todos los sueños que Paulina había alimentado desde niña; sueños que había concentrado en la figura de Napoleón, proyectándola continuamente a los más elevados niveles de la fantasía heroica.
¡lncluso la corona de Francia le parecía poco para el hermano prodigioso! Era cierto que, además, pensaba ceñirse la del Sacro Imperio Germánico, si se proclamaba rey de Italia, pero ni siquiera este país era suficiente para la gloria que Paulina le atribuía. Esta era una gloria que solo se hallaba en el Olimpo. Si Napoleón descendía de sus dorados riscos, era para hacer un favor a Francia y a Italia, y no al revés.
Paulina sentíase tan emocionada como si estuviese asistiendo a un alumbramiento. Todo un mundo estaba surgiendo; una nueva vida se ponía en trance. ¡Cuàntas visiones mágicas, cuántos sonidos hechiceros destinados a permanecer para siempre en la memoria! Miles de palomas en frenético vuelo. La carroza imperial, tirada por ocho caballos empenachados; cuatro águilas a cada lado del techo y, en el centro, una corona inspirada en la de Carlomagno. La carroza de Pío VII, los seis caballos grises, el capellán que los precedía montado en una humilde mula, como en los grandes desfiles romanos. La majestad del “Tu est Petrus” sonando




en el órgano de la catedral cuando hizo su entrada aquel papa tan simpático. El vuelo de cientos de campanas, el estallido atronador de mil cañones, los platillos, trompetas y timbales interpretando marchas en las esquinas por donde desfilaba la comitiva; el griterío de las multitudes amontonadas por las calles, miles de personas colgadas de puertas y ventanas, encaramadas a las copas de los árboles, amontonadas en los tejados o corriendo tras las carrozas que cruzaban el Puente Nuevo para seguir por el Quai des Orfèvres en dirección a Notre-Dame.
Jamàs sono música más bella en las naves de la catedral. Se oyó el bellísimo “Te Deum” compuesto por Paisiello y ejecutado por dos orquestas de cuatro coros formados por más de trescientos instrumentalistas…”





Terenci Moix
Venus Bonaparte
Pág: 500-501



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