"Paulina Bonaparte Borghese como Venus" A. Canova Museo Borguese, Roma (detalle) |
“Aquellos eventos representaban algo más que
el triunfo de un hombre o el éxito de una familia. Eran la culminación de todos
los sueños que Paulina había alimentado desde niña; sueños que había
concentrado en la figura de Napoleón, proyectándola continuamente a los más
elevados niveles de la fantasía heroica.
¡lncluso la corona de Francia le parecía poco
para el hermano prodigioso! Era cierto que, además, pensaba ceñirse la del
Sacro Imperio Germánico, si se proclamaba rey de Italia, pero ni siquiera este
país era suficiente para la gloria que Paulina le atribuía. Esta era una gloria
que solo se hallaba en el Olimpo. Si Napoleón descendía de sus dorados riscos,
era para hacer un favor a Francia y a Italia, y no al revés.
Paulina sentíase tan emocionada como si
estuviese asistiendo a un alumbramiento. Todo un mundo estaba surgiendo; una
nueva vida se ponía en trance. ¡Cuàntas visiones mágicas, cuántos sonidos
hechiceros destinados a permanecer para siempre en la memoria! Miles de palomas
en frenético vuelo. La carroza imperial, tirada por ocho caballos empenachados;
cuatro águilas a cada lado del techo y, en el centro, una corona inspirada en
la de Carlomagno. La carroza de Pío VII, los seis caballos grises, el capellán
que los precedía montado en una humilde mula, como en los grandes desfiles
romanos. La majestad del “Tu est Petrus”
sonando
en el órgano de la catedral cuando hizo su entrada aquel papa tan simpático. El vuelo de cientos de campanas, el estallido atronador de mil cañones, los platillos, trompetas y timbales interpretando marchas en las esquinas por donde desfilaba la comitiva; el griterío de las multitudes amontonadas por las calles, miles de personas colgadas de puertas y ventanas, encaramadas a las copas de los árboles, amontonadas en los tejados o corriendo tras las carrozas que cruzaban el Puente Nuevo para seguir por el Quai des Orfèvres en dirección a Notre-Dame.
Jamàs sono música más bella en las naves de
la catedral. Se oyó el bellísimo “Te Deum” compuesto por Paisiello y ejecutado
por dos orquestas de cuatro coros formados por más de trescientos
instrumentalistas…”
Terenci Moix
Venus Bonaparte
Pág: 500-501
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