Avui fa deu anys de la mort de Terenci Moix
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"Cuando el sol se pone sobre Roma dibuja en el
cielo un beso de mujer. Es rojo en los crepúsculos de estío, pero al llegar el otoño
se hace mustio y crujiente como el final de un amor. Surge ese beso de unos labios eternos, que saben como ninguno de las risas. Sus comisuras,
al ensancharse, contraen en una mueca de delirio el venerable rostro de la urbe
que encierra en su seno el latir de mil ciudades a la vez.
Cada una de esas ciudades celebraba los desórdenes
del carnaval aquel año de 1804 que veía volar por los cielos de Europa el fulgurante
cometa de Napoleón Bonaparte. Cada infinita preñez del gran vientre romano
desenterraba un frenético cortejo de máscaras que abarrotaban plazas y
callejas, en oleadas contradictorias. Se entremezclaban las multitudes,
avanzando a pie, en coches privados o en abigarradas carrozas colectivas.
Numerosas bullas invadían los vastos espacios de la plaza del Popolo, o las corridas
de toros del mausoleo de Augusto. Durante siete días, la vía del Corso dejaba
de ser el paseo de los elegantes y se convertía en pista de carreras invadida
por caballos desbocados. En las callejas vecinas prodigaban sus fuegos tabernas
y hosterías, teatros y tablados, rivalizando con los soberbios palacios, cuya
vetustez pregonaba el prestigio de las grandes familias. Y aún
este prestigio, de ancestral reclamo, veíase salpicado por el jolgorio general,
pues las fachadas mostraban encendidos sus torchones y fanales, anunciando que
en el interior celebrábase un baile con pretensiones de exceder en boato a
todos los demás."
Terenci Moix
Venus Bonaparte
Pág: 13-14
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