Leído hoy en el
diario “El País”, artículo de Daniel Mediavilla:
“Como una gigantesca bola de demolición, durante
la infancia del Sistema Solar, Júpiter avanzó hacia el Sol desde el extrarradio
donde se había formado. El empujón de aquella masa gigantesca arrasó una
primera generación de planetas, algo más grandes que la Tierra y con atmósferas
más densas, muy distintos de los que hoy ocupan las primeras filas en torno a
nuestra estrella. Sacados de sus casillas orbitales, comenzaron a chocar entre
ellos y acabaron hechos añicos y lanzados contra el Sol. Con los escombros de
aquel derribo, se formaron los planetas terrestres actuales, de Mercurio a
Marte, más pequeños y con atmósferas menos densas que las habituales en otros
sistemas planetarios conocidos.
Esta es la hipótesis planteada esta semana por un
equipo de investigadores de EE UU en la revista PNAS para explicar por qué el
Sistema Solar es distinto a los cientos de sistemas planetarios descubiertos
durante los últimos años. En estos mundos lejanos descubiertos por telescopios
como Kepler, la masa de los planetas terrestres cercanos a su estrella es mayor
que la de los solares. Además, normalmente, en estos sistemas hay al menos un
planeta mayor que la Tierra orbitando a una distancia menor que Mercurio y en
general se encuentran más próximos a su estrella.
Las simulaciones propuestas por los científicos de
la Universidad de California en Santa Cruz y el Instituto Tecnológico de
California (EE UU) sugieren también que hubo un segundo movimiento que permitió
la aparición de los planetas terrestres que conocemos. Durante aquellos
primeros millones de años de vida del Sistema Solar, cuando Júpiter parecía
lanzado hacia una colisión ineludible contra el Sol, apareció un segundo
gigante que detuvo la caída. El planeta de los anillos se formó más tarde, pero
fue atraído a mayor velocidad hacia la estrella de tal manera que acabó
atrapando a su hermano mayor.
Cuando los dos planetas estaban lo bastante próximos,
quedaron trabados en lo que se conoce como resonancia orbital. Cada vez que
Júpiter completaba una vuelta en torno al Sol, Saturno completaba dos,
produciendo un tirón mutuo acompasado, como una madre que impulsa a su hija en
un columpio, que detuvo el avance de los dos objetos. En ese punto comenzó un
retorno, desde las 1,5 unidades astronómicas de distancia mínima hasta el Sol
(una unidad astronómica es la distancia que separa el Sol de la Tierra), hasta
las 5 de la actualidad.
Con esa retirada, fue posible que los restos de la
escabechina que había provocado el ataque inicial de Júpiter sobreviviesen para
formar los planetas terrestres actuales. Según explican los autores, su
hipótesis requiere varios millones de años para que los trozos de planetas
fruto de la primera destrucción se volviesen a reunir. Esto cuadra con los
datos que sugieren que la Tierra se formó entre 100 y 200 millones de años
después de la aparición del Sol. Además, la formación del planeta tiempo
después de que se disolviese la nube de hidrógeno y helio en la que surgió el
Sistema Solar, explicaría por qué la Tierra no contiene hidrógeno en su
atmósfera.
Por último, el camino de ida y vuelta de Júpiter
acabó produciendo una peculiaridad más del Sistema Solar frente a la mayoría
del resto de sistemas conocidos: la existencia de dos gigantes gaseosos muy
alejados de la estrella. En el también improbable caso de que estos monstruos
existan, suelen encontrarse próximos a su astro.
El estudio publicado en la revista PNAS sugiere
que el entorno planetario en el que surgió la vida puede no ser tan común.
Además, en el caso de la Tierra, habría que contar con otro fenómeno desastroso
que acabó creando unas condiciones favorables para el desarrollo de los seres
vivos. Hace 4.500 millones de años, cuando se estaban empezando a formar de
nuevo planetas a partir de los restos que quedaron tras el empujón de Júpiter, la
Tierra colisionó con otro cuerpo menor. Del choque, que prácticamente destruyó
nuestro planeta, surgió la Luna. Este satélite, mucho mayor en relación al
planeta que orbita que otros objetos similares del Sistema Solar, estabilizó el
eje de la Tierra frente a las influencias gravitatorias del Sol o Júpiter, que
lo habrían convertido en un mundo inhóspito con cambios de temperatura brutales
en periodos relativamente cortos.
Así, dos sucesos desastrosos pudieron convertir el
Sistema Solar en un lugar peculiar donde pudo aparecer un planeta de
circunstancias infrecuentes como la Tierra en el que apareció algo tan extraño
(por lo que se conoce hasta ahora al menos) como la vida.”
Como ya dijo el viejo Demócrito, allá por el año
400 antes de nuestra era: “Todo cuanto existe es fruto del azar y la
necesidad ". Y, cada vez hay más evidencias de la afirmación que Carl Sagan hizo en su archifamosa serie "Cosmos": "Si estamos solos en el Universo, seguro sería una terrible pérdida de espacio."
Al leer el artículo, como no, me he acordado de ti. Un abrazo, amigo. Andrés
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