Juan Rejano |
El company Josep M. Torras ens fa arribar material
complementari al voltant de la figura d'Antonio Machado. Entre els papers, he
triat aquests records i un poema de
l’escriptor exiliat cordovès Juan Rejano:
“Mis pobres huesos andaban de tumbo en tumbo por las inquietas
arenas del campo de concentración de Argelès-sur-Mer, cuando una mañana con
viento mistral sacudiendo chabolas y barracas me sorprendió la noticia de la
muerte de Machado. No sé si la leí en un periódico o si alguien me la dio de
palabra. No sé tampoco si la recibí el
mismo día 22, o al día siguiente. Lo que sí recuerdo es que la desaparición de
don Antonio resonó como un golpe seco en mi corazón, como el primer golpe
terrible que la España desterrada recibía. Y, bajo esta amarga impresión, como si la muerte
diera vida a los entrañables fantasmas todavía cercanos, comenzaron a desfilar
por los ojos de mi alma los entumecidos campos de Castilla, los olivares
andaluces, las plazuelas provinciales con su rumor de fuente y de chiquillería
retozona, los silenciosos huertos de
limoneros y mirlos, el alfanje del Guadalquivir y la lengua legendaria del
Duero... Todo el sensible mundo que acabábamos de perder, recreada con mágica
simplicidad por el poeta.
De un diario poético del campo de concentración que entonces
escribí en apuntes, nació poca después este pequeño poema:
22 de febrero
Ha muerto
Ya estoy más
solo.
Lo escuché
en la voz del viento.
Puedo
decirlo sin lágrimas.
No puedo
decirlo: ha muerto.
Tuvo una
espina clavada
en el
corazón. Fue bueno.
Cantó. Soñó.
Un amor tuvo
y se le fue
pronto. Viejo,
solo y
pensativo, andaba
de noche por
algún pueblo.
Amor, no
puedo escribirlo
y puedo
escribirte : ha muerto.
Dicen que al
morir le hallaron
a España
dentro del pecho.
Juan Rejano
Juan Rejano (1903-1976),
escritor, periodista y poeta, nacido en Puente Genil, se hizo poeta en el
exilio mexicano. Antes del exilio apenas
si había publicado algún que otro escrito en revistas literarias como Ideales,
Bética
o la Revista
Popular. En 1927se establece en Málaga, donde trabaja como
bibliotecario de la Sociedad Económica de Amigos del País y entabla amistad con
Emilio Prados, Manuel Atolaguirre y José María Hinojosa y colabora en la
revista Litoral.
Durante los primeros años de la República trabaja periodista en
Madrid. Durante la Guerra Civil colabora
en tareas de propaganda del bando republicano. Su compromiso le lleva , tras la
contienda, a los campos de concentración
franceses y de ahí a México, donde llegó en 1939 a bordo del Sinaia.
En México se vuelca de lleno en la poesía. Memoria en llamas es el libro que da inicio a una carrera poética que
alternó con el periodismo literario y la crítica.
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