“¡Su señoría!
Ésta es mi séptima y creo que va a ser
la que le envío.
Las primeras palabras del
siguiente párrafo estaban tachadas.
Será la más sencilla y la más corta.
Sólo quiero contarle un suceso. Ahora me doy cuenta de lo importante que es. Lo
ha cambiado todo. Me alegro de haber esperado porque no me gustaría que hubiese
visto las otras cartas. ¡Qué vergüenza! Aun así, no tan terribles como todas
las cosas que le llamé cuando Donna vino a comunicarme su decisión. Estoy seguro
de que usted vería las cosas como yo. De hecho sé exactamente lo que me dijo,
que era evidente que yo sabía lo que quería y recuerdo que se lo agradecí.
Todavía estaba furioso y echando pestes cuando ese horrible especialista, el
señor Carter, alias «llámame Rodney», entró con media docena de ayudantes y el
equipo. Creyeron que iban a tener que sujetarme. Pero estaba demasiado débil para
resistirme, y aunque sentía rabia sabía lo que usted quería que hiciese. Así
que extendí el brazo y empezaron. Pensar que la sangre de otra persona se mezclaba
con la mía fue tan asqueroso que vomité encima de la cama.
Pero esto no es lo que quería decirle.
Mi madre no pudo soportarlo y estaba sentada fuera de la habitación y yo la oía
llorar y estaba tristísimo. No sé cuándo apareció mi padre. Creo que perdí el
conocimiento durante un rato y cuando desperté los dos estaban allí junto a mi
cama, llorando, y me entristecí más todavía porque los tres habíamos
desobedecido a Dios. Pero lo importante es que tardé un momento en comprender ¡que
estaban llorando de ALEGRÍA! Estaban tan felices que me abrazaban y se
abrazaban ellos y alababan a Dios y sollozaban. Yo me sentía muy raro y me
costó un día o dos entenderlo. Ni siquiera pensaba en ello. Luego lo hice.
¡Nadar y guardar la ropa! Nunca había entendido este refrán hasta ahora. Te has
dado un baño y al salir del agua no te han robado la ropa. Mis padres siguieron
la doctrina y obedecieron a los ancianos e hicieron todo lo que había que hacer
y pueden esperar que les admitan en el paraíso terrenal, y al mismo tiempo me tienen
a mí vivo sin que a ninguno de los tres nos hayan disociado. ¡Me hicieron la transfusión,
pero no fue culpa nuestra! La culpa es de la jueza, del impío sistema, de lo
que a veces llamamos «el mundo». ¡Qué alivio! Conservamos a nuestro hijo aunque
dijimos que tenía que morir. ¡Nuestro hijo era la ropa! No sé muy bien qué
pensar. ¿Fue un engaño? Para mí fue algo crucial. Abreviaré una larga historia.
Cuando me trajeron a casa saqué la Biblia de mi habitación, simbólicamente la puse
en el pasillo, boca abajo encima de una silla, y les dije a mis padres que no
volvería a pisar la Sala del Reino y que me desasociaran si querían. Hemos tenido
unas peleas tremendas. El señor Crosby ha venido para hacerme entrar en razón.
Nada que hacer. Le escribo porque realmente necesito hablar con usted, necesito
oír su voz serena y tener su mente clara para que hablemos de esto. Pienso que usted
me ha acercado a algo distinto, a algo muy hermoso y profundo, pero en realidad
no sé qué es. No me ha dicho nunca en qué cree usted, pero me encantó que
viniera y se sentara conmigo y que interpretáramos juntos «The Salley Gardens».
Sigo leyendo ese poema todos los días. Me encanta ser «joven e insensato», y de
no ser por usted no sería ni lo uno ni lo otro, ¡estaría muerto! Le he escrito
un montón de cartas estúpidas y pienso en usted todo el tiempo y tengo muchas
ganas de verla y de que hablemos. Sueño despierto con nosotros, maravillosas fantasías
imposibles, como que vamos de viaje por todo el mundo en un barco y tenemos camarotes
contiguos y subimos y recorremos la cubierta de un lado a otro hablando todo el
día.
Su señoría, escríbame, por favor, sólo
unas pocas palabras para decirme que ha leído esta carta y que no me odia por haberla
escrito.
Suyo,
Adam Henry
P. D.: He olvidado decir que cada vez me
siento más fuerte.”
La ley del menor
Ian McEwan
Anagrama, 2015
pág. 138-141
DOWN
BY THE SALLEY GARDENS
Down by the salley gardens my love and did
meet;
She passed the salley gardens with little snow-white feet. She bid me take love easy, as the leaves grow on the tree; But I, being young and foolish, with her would not agree.
In a field by the river my
love and I did stand,
And on my leaning shoulder she laid her snow-white hand. She bid me take life easy, as the grass grows on the weirs; But I was young and foolish, and now am full of tears. |
Allá en los jardines de Salley mi amor y yo nos
encontramos;
Pasó por los jardines de Salley con pies pequeños,
blancos como nieve.
Me dijo que me tomase el amor con naturalidad,
como las hojas que crecen en el árbol;
Pero yo, siendo joven y tonto, no estuve de
acuerdo con ella.
En un prado junto al río mi amor y yo nos
encontrábamos,
Y en mi hombro inclinado ella apoyó su mano,
blanca como nieve.
Me dijo que me tomase la vida con naturalidad,
como la yerba crece en las presas;
Pero yo era joven y tonto, y ahora estoy lleno de
lágrimas.
W.B. Yeats
(poeta y dramaturgo
irlandés 1865-1939)
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