3 d’oct. 2016

El río de una sola orilla, 2

“(...)me encerré en la biblioteca, también en las largas horas de espera, y curioseé entre las estanterías. Los libros que, más o menos, se habían salvado del deterioro estaban confeccionados en un papel basto, poco nutritivo, lo que confirmaba que en el trópico hongos e insectos presumen de escoger una dieta exquisita (…) Me distraje con un par de crónicas de la sociedad de posguerra, con ciertas alusiones sospechosas a ciudadanos alemanes que habían huido de Camerún para empezar una nueva vida con las rentables plantaciones de cacao. Me aburrí pronto, y continué revisando los rincones más apartados de la biblioteca.
Entonces lo vi.
Una carpeta sin pretensiones, sellada por ni­dos de avispa africana hechos con el barro oscuro de Luba. Era un hallazgo extraño. Las avispas africanas no habían elegido ningún otro objeto. Primero observé con mucho cuidado; las avispas africanas son enor­mes y agresivas, no permiten ninguna imprudencia. Después de una aproximación muy cautelosa, con uno de mis productos tóxicos de reacción inmediata, comprobé que los nidos estaban ya vacíos desde hacía tiempo. Eso significaba que la carpeta no había sido abierta, al menos durante varios años. La cogí y leí el único rótulo que figuraba como una especie de titulo. Control de albinismo en primates arbóreos.

(…) de los papeles extraía una historia feroz, un revoltijo de conspiraciones, abusos, crímenes, canibalismo. Me parecía un exceso. Sin embargo, en el tiempo escaso de mi estancia en Luba creía en la verdad de cualquier exageración, incluso más con el cuerpo que con la mente. El trópico es un fenómeno físico que supera la resistencia intelectual.

En los documentos tropecé con una versión apócrifa sobre la captura del gorila blanco que después fue trasladado al zoológico de Barcelona. Yo mismo lo visité allí en una ocasión, cuando aún me gustaban los animales encerrados. Pero la existencia real de nfumu ngui, así se le llamaba en los textos, no implicaba que todo lo demás fuese cierto. De serlo, el asunto mostraba unas conclusiones terribles, repugnantes en mi opinión y a pesar de los años transcurridos. Estaba obsesionándome. La persona, o personaje, que más aparecía, con diferencia, era un tal Padre Lainez, a quien se le había encomendado una investigación.”


El río de una sola orilla. Guinea, del crimen del río Etumbe a la independencia.
José Antonio López Hidalgo
Editorial Cal·ligraf, 2015
Pág. 19-21


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada