La ruta cultural de esta temporada nos ha llevado
por tierras navarras y riojanas. El pasado sábado, muy, muy temprano, iniciamos
nuestra andadura hasta el primer punto de nuestra ruta: la ciudad de Olite.
En el corazón de Navarra, a 40 kilómetros de
Pamplona, en una zona donde las sierras de la Navarra Media dan paso a las
tierras llanas de la Ribera, está erigida sobre un pequeño promontorio de 388 metros
de altitud. Su término está recorrido por el río Cidacos y hacia el este se
levanta la sierra de Ujué (932 metros).
Habitado desde la Prehistoria, cuenta en la
actualidad con unos 3.500 habitantes. Conocida como “la Capital del Vino de
Navarra”, en su seno se concentran los organismos e instituciones del sector:
la Estación de Viticultura y Enología de Navarra (EVENA), el Consejo de la
Denominación de Origen Navarra, la Cofradía del Vino de Navarra y el Museo de
la Viña y del Vino de Navarra.
Declarado Conjunto Histórico y Artístico, nuestra
visita se centró en su magnífico Palacio
Real de los reyes de Navarra. El conjunto está compuesto por tres partes:
Palacio Viejo (actual Parador Nacional), las ruinas de la Capilla de San Jorge
y el Palacio Nuevo. El Palacio Nuevo, que es la parte que visitamos, se construyó a comienzos del siglo XV, impulsadas
por el Rey de Navarra Carlos III el Noble y su esposa Doña Leonor de Trastámara,
y está formado por un conjunto de patios, estancias, fosos y jardines,
rematados por numerosas torres a las que el viajero puede acceder.
A pesar de su excelente estado, lo que hoy contemplamos
no es más que un pálido reflejo de lo que fue en su día. Eran famosos sus
jardines colgantes que se suspendían a veinte metros del suelo, provistos de
plantas y flores de los alrededores. Para que el patio no se hundiera por tanto
peso se levantó una sala de arquería subterránea para hacer de contrafuerte. Es
la Sala de los Arcos o de los Murciélagos. En la Torre del Homenaje, de casi cuarenta
metros de altura, están los aposentos reales, para acceder a la cima de la
misma, hay que subir 133 peldaños; una vez arriba las vistas sobre Olite y su
comarca son excepcionales.
Años más tarde, el nieto del rey Carlos III de
Navarra, el Príncipe de Viana, completó el palacio con un bestiario compuesto
de jirafas, leones, camellos y aves exóticas.
Tras callejear por el conjunto medieval de Olite y
reponer fuerzas, proseguimos nuestro viaje hacia nuestra segunda escala: el
museo Oteiza, en Alzuza.
Oteiza era un escultor que había nacido en Guipúzcoa, aunque él decía que
era sobre todo navarro. Había nacido en Guipúzcoa en 1908 y su museo está en la
localidad navarra de Alzuza porque su mujer, Itziar Carreño, tenía un hermano
fraile que vivía en la misma. Como no tuvieron hijos, Itziar quiso venir a
vivir sus últimos años a Alzuza; compraron un caserío y se asentaron definitivamente
hasta la muerte de ella y de él.
Los restos de Itziar Carreño fueron enterrados en el cementerio de Alzuza. Oteiza forjó entonces sobre la tumba una doble cruz con los nombres de los dos, y ahí fue enterrado él mismo a su muerte, en abril de 2003, tal como había pedido.
Oteiza, por estas y otras razones, decidió donar su obra al pueblo navarro.
Hizo una solemne escritura de donación en la que hablaba del recipiendario de la
obra, el pueblo navarro en su conjunto. Para llevar a cabo la donación, le dio forma
de fundación y dejo estipulado que junto a su caserío, el caserío en el que
vivió los últimos años de su vida, se edificara un notable edificio embebido en
el propio caserío para que esa idea general de su obra, ese concepto de
totalidad unitario que tenía su trabajo, se reflejara también en los espacios que
debían estar llamados a albergar ese trabajo.
Encargó las obras a uno de sus mejores amigos, el arquitecto navarro Sáenz
de Oiza. El resultado es un edificio que aparece en el alto de una colina, un
edificio para ver y ser visto, un edificio situado en un entorno admirable y
con un paisaje excepcional.
Hombre singular, es un ejemplo de artista integral. De formación
prácticamente autodidacta, cultivó principalmente la escultura, pero también la
pintura, la arquitectura, la poesía, la estética, el cine, la antropología, la
educación y la política. Fue, en definitiva, un agitador cultural.
Caja metafísica por conjunción de dos triedros.
Homenaje a Leonardo, 1958
Jorge Oteiza |
Oteiza consideraba el arte como un modo genuino y quizá el más adecuado de
expresión de las aspiraciones humanas de trascendencia, el lugar de
manifestación de lo sagrado. El artista trabaja sobre las posibilidades de
espiritualización a partir de uno de los principales elementos descubiertos
para ella por la vanguardia: el hueco, el vacío. Sus obras escultóricas
abstractas de "desocupación" son ejercicios de activación del espacio
tridimensional, como las pinturas de su admirado Malevich lo eran del espacio
pictórico. La Caja metafísica, de 1957 es uno de sus resultados finales, como
lo fuera el Cuadrado negro sobre blanco
en 1915 para la pintura.
Cuadrado negro sobre blanco Kasimir Severinovitc Malévitch Òleo sobre lienzo 1913 |
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