3 de maig 2017

la huella del basajaun, I


La ruta cultural de esta temporada nos ha llevado por tierras navarras y riojanas. El pasado sábado, muy, muy temprano, iniciamos nuestra andadura hasta el primer punto de nuestra ruta: la ciudad de Olite.

En el corazón de Navarra, a 40 kilómetros de Pamplona, en una zona donde las sierras de la Navarra Media dan paso a las tierras llanas de la Ribera, está erigida sobre un pequeño promontorio de 388 metros de altitud. Su término está recorrido por el río Cidacos y hacia el este se levanta la sierra de Ujué (932 metros).

Habitado desde la Prehistoria, cuenta en la actualidad con unos 3.500 habitantes. Conocida como “la Capital del Vino de Navarra”, en su seno se concentran los organismos e instituciones del sector: la Estación de Viticultura y Enología de Navarra (EVENA), el Consejo de la Denominación de Origen Navarra, la Cofradía del Vino de Navarra y el Museo de la Viña y del Vino de Navarra.



Declarado Conjunto Histórico y Artístico, nuestra visita se centró en su magnífico  Palacio Real de los reyes de Navarra. El conjunto está compuesto por tres partes: Palacio Viejo (actual Parador Nacional), las ruinas de la Capilla de San Jorge y el Palacio Nuevo. El Palacio Nuevo, que es la parte que visitamos,  se construyó a comienzos del siglo XV, impulsadas por el Rey de Navarra Carlos III el Noble y su esposa Doña Leonor de Trastámara, y está formado por un conjunto de patios, estancias, fosos y jardines, rematados por numerosas torres a las que el viajero puede acceder.

A pesar de su excelente estado, lo que hoy contemplamos no es más que un pálido reflejo de lo que fue en su día. Eran famosos sus jardines colgantes que se suspendían a veinte metros del suelo, provistos de plantas y flores de los alrededores. Para que el patio no se hundiera por tanto peso se levantó una sala de arquería subterránea para hacer de contrafuerte. Es la Sala de los Arcos o de los Murciélagos. En la Torre del Homenaje, de casi cuarenta metros de altura, están los aposentos reales, para acceder a la cima de la misma, hay que subir 133 peldaños; una vez arriba las vistas sobre Olite y su comarca son excepcionales.




Años más tarde, el nieto del rey Carlos III de Navarra, el Príncipe de Viana, completó el palacio con un bestiario compuesto de jirafas, leones, camellos y aves exóticas.

Tras callejear por el conjunto medieval de Olite y reponer fuerzas, proseguimos nuestro viaje hacia nuestra segunda escala: el museo Oteiza, en Alzuza.



Oteiza era un escultor que había nacido en Guipúzcoa, aunque él decía que era sobre todo navarro. Había nacido en Guipúzcoa en 1908 y su museo está en la localidad navarra de Alzuza porque su mujer, Itziar Carreño, tenía un hermano fraile que vivía en la misma. Como no tuvieron hijos, Itziar quiso venir a vivir sus últimos años a Alzuza; compraron un caserío y se asentaron definitivamente hasta la muerte de ella y de él.


Los restos de Itziar Carreño fueron enterrados en el cementerio de Alzuza. Oteiza forjó entonces sobre la tumba una doble cruz con los nombres de los dos, y ahí fue enterrado él mismo a su muerte, en abril de 2003, tal como había pedido.

Oteiza, por estas y otras razones, decidió donar su obra al pueblo navarro. Hizo una solemne escritura de donación en la que hablaba del recipiendario de la obra, el pueblo navarro en su conjunto. Para llevar a cabo la donación, le dio forma de fundación y dejo estipulado que junto a su caserío, el caserío en el que vivió los últimos años de su vida, se edificara un notable edificio embebido en el propio caserío para que esa idea general de su obra, ese concepto de totalidad unitario que tenía su trabajo, se reflejara también en los espacios que debían estar llamados a albergar ese trabajo.



Encargó las obras a uno de sus mejores amigos, el arquitecto navarro Sáenz de Oiza. El resultado es un edificio que aparece en el alto de una colina, un edificio para ver y ser visto, un edificio situado en un entorno admirable y con un paisaje excepcional.

Hombre singular, es un ejemplo de artista integral. De formación prácticamente autodidacta, cultivó principalmente la escultura, pero también la pintura, la arquitectura, la poesía, la estética, el cine, la antropología, la educación y la política. Fue, en definitiva, un agitador cultural.

Caja metafísica por conjunción de dos triedros. 
Homenaje a Leonardo, 1958
Jorge Oteiza



Oteiza consideraba el arte como un modo genuino y quizá el más adecuado de expresión de las aspiraciones humanas de trascendencia, el lugar de manifestación de lo sagrado. El artista trabaja sobre las posibilidades de espiritualización a partir de uno de los principales elementos descubiertos para ella por la vanguardia: el hueco, el vacío. Sus obras escultóricas abstractas de "desocupación" son ejercicios de activación del espacio tridimensional, como las pinturas de su admirado Malevich lo eran del espacio pictórico. La Caja metafísica,  de 1957 es uno de sus resultados finales, como lo fuera el Cuadrado negro sobre blanco en 1915 para la pintura.

Cuadrado negro sobre blanco
Kasimir Severinovitc Malévitch
Òleo sobre lienzo
1913



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