El domingo por la mañana lo dedicamos al plato fuerte
de este viaje: una ruta por Elizondo y los escenarios de la famosa Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo: El guardián invisible,
Legado en los huesos y Ofrenda a la torment.
Elizondo es la capital administrativa, jurídica, y
cultural del Valle de Baztán, inicialmente se formó en torno a la calle Jaime
Urrutia, o, popularmente, “calle de abajo”. En el año 1397 el rey Carlos III el
Noble reconoce a sus habitantes la “fidalguía
e infanconía, en que dezían haber estado a perpétuo”, es decir, reconocía
la hidalguía de sus vecinos. Esta hidalguía la vemos en sus casas palaciegas
con el característico escudo ajedrezado. En 1847 la Diputación de Navarra
construye el “Camino real”, y se abre la calle Santiago, o calle de arriba.
A lo largo del siglo XIX y la primera parte del
XX, hubo mucha emigración a América, especialmente a México, Argentina y algunos
estados de Estados Unidos. Casi todas las personas trabajaron en el pastoreo o
la elaboración de pan.
La inundación del 2 de junio de 1913 fue una de
las mayores catástrofes jamás vividas en el valle, recordada en sus calles con
fotografías de la época. En el año 1916 se inaugura el Ferrocarril del Bidasoa,
de mercancías y viajeros, que enlazaba el valle con Irún. En 1918 la iglesia, situada hasta entonces en la plaza de los
Fueros, junto al Ayuntamiento, fue trasladada pieza a pieza a su nueva
ubicación, junto a la calle Santiago.
La ruta:
La iniciamos en la Plaza de los Fueros, frente al
Ayuntamiento, en una esquina se encuentra La
Piedra de Botil Harri, que se utilizaba en el juego de la laxoa o antigua pelota vasca. En la novela,
la inspectora Salazar acaricia el monumento cada vez que pasa por la plaza, un
gesto que irremediablemente la transporta a su infancia.
El puente de Muniartea,
es el puente que Amaia cruza antes de llegar a la casa de su familia.
La supuesta casa
de la tía Engrasi está ubicada en la parte vieja de la localidad, en el
barrio conocido como Txocoto; una
vivienda típica de la arquitectura del Baztán con sus arcos de piedra y una
sobria fachada.
Otro de los puntos obligados de la ruta es el río.
Los misterios que recogen sus aguas forman parte de la mitología tradicional de
Baztán.
Realizamos un breve paréntesis en nuestra ruta
para visitar La Chocolatería Malkorra
Gozotegia, y degustar la torta de Txantxigorri y su famoso urrakin
egiña o chocolate de Elizondo. Esta pastelería es por la que siempre
pasa la protagonista antes de volver a su casa.
La Iglesia es otra de las paradas obligadas.
Muchos de los momentos de la novela transcurren dentro de sus muros.
Uno de los principales escenarios es la Comisaría
de Policía, a la que se ve obligada a trasladarse la inspectora Salazar para
investigar los crímenes del Valle. Cuando la primera novela se estaba gestando,
la comisaría estaba en obras, pero la autora tuvo acceso a los planos y pudo
así ubicar con mucha veracidad cada una de las instancias que se describen en
los libros. En un guiño a la novelista, en la comisaría se ha colocado una placa
que dice así: “Aquí trabaja la inspectora Salazar”.
Para finalizar la ruta, visitamos un obrador que
se ha ambientado como el obrador de la familia Salazar para el rodaje de la
película basada en la novela de Dolores Redondo. El obrador es un punto de
encuentro con las hermanas de la protagonista, que optaron por seguir con el
negocio familiar, mientras la inspectora Salazar abandonaba Elizondo y todas
sus pesadillas de la infancia para ser policía.
Nos dice la autora en el libro que cierra la trilogía:
“Desde la
publicación de El guardián invisible en enero de 2013, me han preguntado en
muchas ocasiones de dónde surgió la novela, si había una idea seminal de la que
hubiera brotado la historia de la Trilogía
del Baztán. Siempre he respondido que puse en ella mucho de lo que me ha
configurado personalmente: una familia matriarcal y el mundo mitológico que por
suerte formó parte de mi infancia y que, con otros nombres, se ha preservado en
el valle de Baztán como en pocos lugares; y también algunos aspectos que me
fascinan literariamente y que tienen que ver con la progresión de una
investigación policial. Ésa era la forma de la novela que quería leer. El deseo
de lo que quería lograr, pero el germen...
Fue una noticia
en la prensa, breve, siniestra, cargada de dolor, injusticia y miedo,
suficiente para impactarme y quedarse como un fantasma omnipresente en mi
memoria. El suceso desapareció de las páginas de los periódicos con la misma
discreción con la que había aparecido, y a pesar de que indagué para encontrar
alguna referencia más a aquel horrible hecho, el silencio parecía haber
sepultado, como tan a menudo ocurre, la confesión de un testigo arrepentido que
afirmaba haber participado junto a un grupo de personas en el crimen ritual de
un bebé de apenas catorce meses. Los hechos habían ocurrido treinta años atrás
(la fecha que fijé como nacimiento de Amaia Salazar) en un caserío de una
localidad Navarra, y los propios padres de la niña la habrían entregado como sacrificio,
haciendo desaparecer después el cadáver y uniéndose al riguroso pacto de silencio
que todos los miembros de la secta habrían respetado hasta la actualidad. «Se
llamaba Ainara y tenía catorce meses cuando fue asesinada, poco más se sabe de
ella.» Esta frase que aparecía en el artículo original se me quedó grabada a
fuego, y poco a poco, en mi mente, Ainara fue teniendo todo aquello que le
habían negado, un rostro, unas pequeñas manos blancas, los ojos más tristes del
mundo y unos inseguros primeros pasos. Al recuerdo de una niña que nunca conocí
se sumó la constatación terrible de que los que debían amarla y protegerla
fueran justamente los que le hicieron daño.Y además, la injusticia de un nombre
olvidado, el agravio de no tener una tumba, la ferocidad de segar una vida que
apenas comienza y justificarlo como parte de un ritual de fe, una oscura
religión, un mágico culto al mal.
La historia está
basada en aquella noticia, en un puñado de datos y muchas suposiciones. Lejos
de mi deseo pretender que lo que plantea la novela constituya una hipótesis de
lo que ocurrió. Me importaba resaltar la potencia de unas creencias para
provocar actuaciones monstruosas, algo que lamentablemente no tiene nada de
ficción y es, de hecho, muy real. Doctrinas pervertidas que se sustentan con la
sangre de los inocentes. El mal, no los malvados, sino el mal.
La memoria de
Ainara está presente en cada página de mis libros, visité la población donde
vivió su corta vida, una existencia despreciada desde su nacimiento hasta su
muerte. Busqué cualquier referencia al crimen, me pregunté mil veces por el misterioso
testigo. Por fin, mientras escribía Legado en los huesos, conseguí
entrevistarme con el responsable de aquella investigación, un caso que permanece
bajo secreto de sumario debido al extenso número de implicados, repartidos por
toda la geografía española, que con la excepción del testigo delator han mantenido
en silencio su diabólico pacto durante todos estos años.
En el momento en
que escribo esta nota, la investigación en torno a la muerte de Ainara continúa”
Dolores Redondo nació en San Sebastián en 1969. El año 2009 publicó su primera novela, Los privilegios del ángel y en enero de 2013 publicó El guardián invisible, primer volumen de la Trilogía del Baztán. Este año se ha estrenado la película El guardián invisible, basada en la primera de las novelas de la trilogía, dirigida por Fernando González Molina. El año pasado ganó el Premio Planeta por la novela Todo esto te daré.
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