Entrevista a E.L
Doctorow con motivo de la publicación de su libro de cuentos “Todo el tiempo del mundo” realizada por Edmundo Paz Soldán y publicada en El País en fecha 25/06/2012
“E. L.
Doctorow (Nueva York, 1931) se
convirtió en un grande de la literatura norteamericana gracias a su luminosa
reinvención de la novela histórica con libros fundamentales como Ragtime (1975), Billy
Bathgate (1989) o Homer y Langley
(2010). Ganador de todos los premios
importantes de su país —desde el National Book Award hasta el Pen/Faulkner—, Doctorow es también un cuentista inspirado,
como lo prueba Todo el tiempo del mundo,
que incluye algunos relatos magistrales ('Walter
John Harmon', 'Integración', 'El escritor de la familia'). Doctorow ha
accedido a conversar con EL PAÍS por correo electrónico.
Pregunta. En el prólogo, usted sugiere que la novela es una
exploración y el cuento algo mucho más decidido de antemano. ¿No se puede
explorar en el género cuentístico?
Respuesta. El cuento es más pequeño en escala de modo que
puedes ver el final más fácilmente. El viaje no es tan largo aunque sigue
siendo un viaje, una forma de descubrir lo que quieres contar camino a su
final. Ni el cuento ni la novela tienen
reglas. Y si las tienen, están ahí para ser rotas.
P. ¿Por qué la decisión de publicar un libro que
mezcla cuentos antiguos con nuevos? ¿Es una antología?
R. Quería publicar una selección de mis mejores
cuentos, tanto antiguos como nuevos. Algunos cuentos tratan de temas muy
contemporáneos: la inmigración, el lugar de la religión, etcétera.
P. ¿Puede leerse el libro como una mirada a los
Estados Unidos hoy?
R. Puede leerse como el lector quiera leerlo. El
poeta norteamericano Archibald MacLeish
solía decir: “Un poema no debería significar, solo ser”. Pienso de la misma manera con
relación a los cuentos.
P. Uno de los temas que domina el libro es el deseo
de perderse en una comunidad, asimilarse al país, en oposición al deseo de individualidad y
libertad ('Walter John Harmon')…
R. El deseo de libertad y el de encontrar una
comunidad no son siempre opuestos. Que sean vistos así es la forma en que las
nuevas religiones nacen, o, si usted lo prefiere, la forma en que la gente escapa de una forma
de opresión a otra.
P. Al final de 'Willi',
el narrador sugiere que nuestras historias personales no son nada cuando se las
compara con la destrucción producida por las grandes fuerzas de la historia…
R. No lo veo así. Para mí el final es irónico:
incluso cuando las grandes fuerzas de la historia nos destruyen, las historias
personales lo son todo para nosotros. De otro modo, ¿para qué contarlas?
P. 'El
escritor de la familia' hace recordar una de las definiciones de Mario Vargas Llosa sobre la literatura:
una mentira que permite llegar a la verdad. Novelas como Ragtime o Homer y Langley
juegan con la exactitud de los detalles históricos en un intento de llegar a
una verdad más profunda…
R. Bueno, Vargas Llosa no ha sido el primero en
decir eso. En todo caso, en relación a
ese cuento, me gusta pensar que el joven escritor aprende primero a través de
su propia escritura, incluso antes de
aprenderlo de manera consciente. El modo
de pensar ficticio es un talento, un
don. Las verdades que uno descubre así
son tan confiables como las de la ciencia o la filosofía.
P. Uno de sus cuentos, 'Wakefield', trae a la mente a Hawthorne.
¿Qué cuentistas incluiría en su canon personal?
R. Hawthorne, por supuesto, pero también Joyce, Hemingway, Chejov. Hawthorne por
su imaginación alegórica; Joyce, por el
momento de revelación en torno al cual construye sus cuentos; Hemingway por lo mismo, pero también por su confianza en la frase
declarativa simple. Todos ellos me han
enseñado algo. Quizás Chejov es el que
más me ha enseñado, sobre todo porque la
suya es la voz más natural de la ficción. Sus cuentos parecen esparcirse sobre la página
sin arte, sin ninguna intención estética
detrás de ellos. Y así uno ve la vida a través de sus frases.”
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