“Lo de no querer olvidar es una
obviedad, un lugar común del que te
previene todo el mundo, y desde luego dificulta el duelo y lo hace más largo. Pero es lógico que nos resistamos al olvido
porque ésa es la derrota final frente a nuestra gran enemiga, frente a esa asquerosa muerte que es la
destructora de las dulzuras, la
separadora de las multitudes, la
aniquiladora de los palacios y la constructora de tumbas, como la denominan en Las mil y una noches, que
es un libro que sabe mucho sobre el combate
desigual de los humanos contra la Parca.
De modo que Marie recordaba a
Pierre en carne viva, y por eso prohibió
a sus hijas que mencionaran al padre en su presencia: supongo que le dolía demasiado
y temía romperse delante de las niñas. En
cualquier caso, esa prohibición me
parece brutal y propia de una mujer violentamente poseída por sus emociones,
aunque se esforzara por ocultarlo. Ella misma reconoció su disimulo en una
carta que escribió a una amiga a los veinte años: «En cuanto a mí, estoy muy contenta, pues a menudo oculto riéndome mi absoluta falta
de alegría. Es algo que aprendí a hacer
cuando me di cuenta de que las criaturas que lo viven todo tan intensamente
como yo y no son capaces de cambiar esta característica de su naturaleza, tienen que disimularla lo mejor posible.» Como los géiseres, sólo de cuando en cuando dejaba escapar su interior
ardiente.
Hay una foto tremenda de Marie con
sus hijas en el jardín de su casa. Parece un retrato trágico de un duelo muy
reciente, se diría que acaban de
regresar del cementerio, pero está tomada dos años después de la muerte de
Pierre. Las niñas tienen la misma expresión
de dolor contenido, sobre todo Irène, que abraza a su madre conmovedoramente, no sé
si intentando protegerla. Debió de ser
una infancia dura para las dos huérfanas. Ève lo reconoció más tarde y por escrito, pero creo que fue Irène quien se llevó la peor
parte. Yo diría que Marie Curie, la gran
Marie, fue una madre terrible para su
hija mayor. Una madre de exigencia
insaciable que, cuando murió Pierre, entregó a la niña en ofrenda a la memoria
sagrada del marido.”
La ridícula idea de no volver a verte
Rosa Montero
Seix Barral, 2013
Pág. 72-73
“Aunque es un lugar común decir
que una catástrofe repentina puede transformar a un ser humano para siempre, no
puede pasarse por alto la influencia decisiva de estos minutos en el carácter
de mi madre, en su destino y en el de sus hijas. Marie Curie no pasó de ser una
esposa joven y feliz a ser una viuda inconsolable. La metamorfosis fue menos
sencilla y más grave. El tumulto interior que laceraba a Marie, el
indescriptible horror de sus divagaciones, eran demasiado virulentos como para
que se manifestaran en forma de quejas o de confidencias. Desde el momento en
que tomó conciencia de las tres palabras “Pierre está muerto”, cayó para
siempre sobre sus hombros una capa de soledad y de misterio. Ese día de abril,
Madame Curie se convirtió no sólo en una viuda sino también en una mujer triste
e irremediablemente solitaria”.
Eve Curie
leer el artículo completo “El diario de Manya” , por Laura Morrón Ruiz de Gordejuela
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