26 de maig 2019

llibre del mes, quatre




“Lo de no querer olvidar es una obviedad,  un lugar común del que te previene todo el mundo, y desde luego dificulta el duelo y lo hace más largo.  Pero es lógico que nos resistamos al olvido porque ésa es la derrota final frente a nuestra gran enemiga,  frente a esa asquerosa muerte que es la destructora de las dulzuras,  la separadora de las multitudes,  la aniquiladora de los palacios y la constructora de tumbas,  como la denominan en Las mil y una noches,  que
es un libro que sabe mucho sobre el combate desigual de los humanos contra la Parca.

De modo que Marie recordaba a Pierre en carne viva,  y por eso prohibió a sus hijas que mencionaran al padre en su presencia: supongo que le dolía demasiado y temía romperse delante de las niñas.  En cualquier caso,  esa prohibición me parece brutal y propia de una mujer violentamente poseída por sus emociones, aunque se esforzara por ocultarlo. Ella misma reconoció su disimulo en una carta que escribió a una amiga a los veinte años: «En cuanto a mí,  estoy muy contenta,  pues a menudo oculto riéndome mi absoluta falta de alegría.  Es algo que aprendí a hacer cuando me di cuenta de que las criaturas que lo viven todo tan intensamente como yo y no son capaces de cambiar esta característica de su naturaleza,  tienen que disimularla lo mejor posible.»  Como los géiseres,  sólo de cuando en cuando dejaba escapar su interior ardiente.

Hay una foto tremenda de Marie con sus hijas en el jardín de su casa.  Parece un retrato trágico de un duelo muy reciente,  se diría que acaban de regresar del cementerio, pero está tomada dos años después de la muerte de Pierre.  Las niñas tienen la misma expresión de dolor contenido,  sobre todo Irène,  que abraza a su madre conmovedoramente, no sé si intentando protegerla.  Debió de ser una infancia dura para las dos huérfanas.  Ève lo reconoció más tarde y por escrito,  pero creo que fue Irène quien se llevó la peor parte. Yo diría que Marie Curie,  la gran Marie,  fue una madre terrible para su hija mayor.  Una madre de exigencia insaciable que,  cuando murió Pierre,  entregó a la niña en ofrenda a la memoria sagrada del marido.”

La ridícula idea de no volver a verte
Rosa Montero
Seix Barral, 2013
Pág. 72-73

“Aunque es un lugar común decir que una catástrofe repentina puede transformar a un ser humano para siempre, no puede pasarse por alto la influencia decisiva de estos minutos en el carácter de mi madre, en su destino y en el de sus hijas. Marie Curie no pasó de ser una esposa joven y feliz a ser una viuda inconsolable. La metamorfosis fue menos sencilla y más grave. El tumulto interior que laceraba a Marie, el indescriptible horror de sus divagaciones, eran demasiado virulentos como para que se manifestaran en forma de quejas o de confidencias. Desde el momento en que tomó conciencia de las tres palabras “Pierre está muerto”, cayó para siempre sobre sus hombros una capa de soledad y de misterio. Ese día de abril, Madame Curie se convirtió no sólo en una viuda sino también en una mujer triste e irremediablemente solitaria”.

Eve Curie

leer el artículo completo “El diario de Manya” , por Laura Morrón Ruiz de Gordejuela

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