La mujer nueva (1955)
Carmen Laforet
Destino, 2013
páginas: 336
Paulina, una mujer de mediana edad, se separa de su marido, cuyo matrimonio es invalidado por las coincidencias contradictorias de la Guerra Civil y decide independizarse y demostrar que puede valerse por sí misma, acomodándose en un piso en Madrid y, si es necesario, haciéndose cargo de su hijo. Es una nueva vida, llena de desconocidos horizontes, descubre de nuevo el amor y mantiene una apasionada relación amorosa. Esta historia podía parecer habitual en nuestra época, pero La mujer nueva está escrita en los años cincuenta, en plena posguerra y en una etapa de gran represión franquista lo que hace de esta novela una precursora en España de una literatura feminista. Premio Nacional de Literatura de 1956 y Premio Menorca de Novela de 1955.
Fragmento:
"Estaba sonriente, tranquila. Con todo aquello dentro o envuelta en todo aquello. Se vio a sí misma, dándose cuenta de que se pintaba los labios frente al espejo del lavabo, haciendo mil equilibrios con el traqueteo del tren. Sus ojos estaban profundamente serenos. Con una serenidad que no tenían hacía muchos años.
-¿Qué te pasa Paulina?
Lo preguntó suavemente, a media voz, dirigiéndose a la imagen suya del espejo… pero, en verdad, materialmente, no le sucedía nada. Alrededor suyo no sucedía absolutamente nada.
De nuevo volvió a la ventana y la abrió. Entonces recibió en la cara el fresco aroma, el viento que la velocidad del tren producía, los chirridos de los pájaros, los fuertes colores de la tierra, que el sol caldeaba ya y que se confundían en el brillante amanecer.
El amor –notaba el alma de Paulina- , el amor es algo más allá de una pequeña pasión o de una grande, es más… Es lo que traspasa esa pasión, lo que queda en el alma de bueno, si algo queda, cuando el deseo, el dolor, el ansia han pasado. El amor se parece a la armonía del mundo, tan serena. A su inmensa belleza, que se nutre incluso con las muertes y las separaciones y la enfermedad y la pena… El amor es más que esta armonía; es lo que la sostiene… El amor recoge en sí todas las armonías, todas las bellezas, todas las aspiraciones, los sollozos, los gritos de júbilo… El amor dispone la inmensidad del Universo, la ordenación de leyes que son matemáticamente las mismas para las estrellas que para los átomos, esas leyes que, en penosos balbuceos, a veces, descubre el hombre.
El Amor es Dios –supo Paulina- ; Dios, esa inmensa hoguera de felicidad y bien, en la que nos encontramos, nos colmamos, a la que tendemos, a la que tenemos libertad para ir y vamos, si no nos atamos nosotros mismos piedras al cuello. "
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