8 de des. 2022

laforet, obras 4

 

Al volver la esquina

Carmen Laforet


Destino, 2004

páginas: 288

Al volver la esquina, una obra de libertad

por Elízabeth Hernández Alvarado
en Viaje a Ítaca, 24/02/2015

    Al volver la esquina es la segunda y última obra publicada de la pretendida trilogía «Tres pasos fuera del tiempo», de Carmen Laforet. En el prólogo de La insolación, publicada en 1963, Carmen Laforet declara tener escritas las otras dos novelas que completaban la trilogía. Sin embargo, al retomar el proyecto diez años después, decidió rehacerlo por completo. En vida envió la novela a la editorial, e incluso llegó a corregir las galeradas, pero estas no fueron devueltas, y ha sido a partir de esas correcciones realizadas por la autora de donde ha surgido la edición que finalmente llegó a las librerías en 2004, de la mano de Agustín y Cristina Cerezales Laforet, hijos de la escritora; e Israel Rolón Barada, investigador de su obra.

    En Al volver la esquina la novelista retoma los personajes principales de La insolación, dando un paso más en el tiempo de sus vidas. Ahora los protagonistas ya no son los adolescentes que vivían sus veranos en Beniteca, sino adultos que se han vuelto a encontrar de forma fortuita en Madrid. De los tres veranos donde el tiempo era fugaz e insuficiente para las correrías de los amigos, del calor estival, de la luz del Mediterráneo, de los constantes descubrimientos propios de la adolescencia, la autora nos traslada primero a una noche de lluvia y frío de Toledo, una auténtica noche toledana; y después, a un Madrid igualmente gélido y oscuro, con un pequeño paréntesis en la costa que parece trasladar a los protagonistas a aquellos veranos en los que se conocieron. Una vez más, el espacio y el clima se convierten en personajes de la obra. Si a la edad temprana le era propio un tiempo estival de playa y juegos, a la madurez algo confusa le toca lluvia y oscuridad.

    La continuidad en los personajes está muy lograda de una obra a otra. La sensación de que, como lectores-espectadores, estamos siguiendo la vida de Martín Soto y los hermanos Corsi, Ana y Carlos, es absoluta. Efectivamente son adultos y sus circunstancias han cambiado, pero la autora ha conseguido seguir el rastro de los tres protagonistas haciéndoles crecer en el papel.

    Si con la lectura de La insolación se tiene el convencimiento de estar ante la obra de madurez de Carmen Laforet, Al volver la esquina rezuma libertad. La libertad de la creadora que ya no balbucea ante su primera novela, que ha logrado dar por terminado diversos proyectos, que tiene la necesidad de rehacer un trabajo por completo y que combina con maestría atmósferas, voces narrativas, tiempos y espacios diferentes.

    Esta novela de 2004 está llena de una escritura viva propia de una creadora madura, nada sujeta a convencionalismos narrativos. La libertad mencionada se deja notar en la alternancia de voces: desde el monólogo interior a los diálogos, pasando por el narrador-protagonista y el narrador-impersonal en tercera persona. En la misma obra nos encontraremos tanto con atmósferas misteriosas, más propias de una novela negra, como con escenas corales de enredo. La publicación de la noticia que da cuenta de la desaparición del protagonista, punto de partida de la novela, es el elemento perfecto para presentar una trama inquietante. Y sin embargo, a pesar de su sabor nuevo y su aire fresco, Laforet vuelve a recrear perfectamente el ambiente que ya en La insolación caracterizaba a la familia Corsi y a la oscuridad propia de las reflexiones del joven Martín.

    La autora logra un perfecto equilibrio entre el rescate de algunos personajes secundarios de la primera novela y la incorporación de otros nuevos. Con gran maestría realiza, como ha hecho en todos sus títulos, un retrato de la España del momento. Al volver la esquina repite la dualidad de mundos: la miseria de las pensiones, las comidas exiguas, la picaresca de los personajes para sobrevivir y las cenas suntuosas con invitados extravagantes, el gran piso frente a El Retiro con servicio, las luces y neones de una vida de fiestas y viajes.

    Dos realidades que el protagonista transita como si cruzara un puente: del pintor de miseria que buscaba los alojamientos más baratos al señorito que paga los gastos de sus amigos con su recién adquirida herencia. Martín salta de un mundo a otro llevándose consigo a alguno de los personajes.

    Con esta dualidad la autora también nos muestra que no son todo luces al otro lado, que una vida llena de aparentes ventajas también tiene sus sombras: violencia y drogas, celos, maltrato, mentiras, matrimonios de conveniencia… Laforet nos describe vidas que distan de ser simples, y mucho menos satisfactorias, a pesar de su aparente bienestar. Martín cruza el puente, entregándose a esa existencia de luces de neón y privilegios.

    En La insolación el jovencísimo Martín ve la necesidad de dedicarse por completo al arte de la pintura, manifestando su desinterés por cualquier enamoramiento y estabilidad familiar que pudiese alejarlo de su objetivo. No quiere pertenecer a nada que no sea su pasión creativa. En Al volver la esquina, en el instante en el que surge la figura de Ana en la noche toledana, las aspiraciones artísticas de Martín pasan a un segundo plano. De nuevo su vida se ve absorbida por sus amigos de antaño, como ocurría en los veranos en Beniteca. No sería del todo correcto y nada justo decir que Martín pierde su voluntad con la irrupción de los Corsi, pero sí que sorprende su capacidad de mimetizarse y de, al menos aparentemente, dejar atrás todo lo que hasta ese momento le preocupaba.

    Martín ha cruzado el puente pero vive en las dos orillas: una vida que puede parecer de cartón piedra, más propia de la oscuridad de la noche y de la vida loca de los hermanos Corsi. Y otra en la que se comporta según le dicta su conciencia, en la que mira por su futuro y donde planea echar raíces, una tierra fértil para continuar con su vida una vez pase el terremoto que siempre supone la aparición de sus amigos.

    Aunque se empeñe en negar sus sentimientos, la novela está llena de páginas que cantan al amor sincero y apasionado. Sin embargo, el joven Martín no se conforma con un único amor y decide dar un paso más en el disfrute de las pasiones amorosas, enredándose en historias complicadas y oscuras, historias de traición que enredan la madeja de su existencia y lo convierten en un personaje con una doble vida y, tal vez, con una doble moral.

    Carmen Laforet vuelve a ser la escritora que sugiere, mostrando sin dar explicaciones, saltando de la voz del protagonista a la del narrador, utilizando todos los recursos necesarios para dar vida a un mundo literario donde el lector tiene ojos, oídos y piel para sentir como el propio Martín. El paso entre la obra de 1963 y la publicada en 2004 es abismal, sin suponer una ruptura absoluta: hay continuidad entre ellas pero se nota el uso de nuevos recursos al servicio de la novela, la madurez creativa de la escritora, la libertad y la maestría de alguien cuyas obras beben directamente de la realidad.

Al final de estas páginas, el lector se queda con el profundo deseo de que el manuscrito de Jaque mate aparezca algún día entre papeles sueltos o en una saca perdida de correos, para volver a sumergirse en los mundos de una escritora capaz de crear realidades tan certeras y cercanas. Una autora que logró hacer de la vida pura literatura. Y de la literatura, la vida misma.”

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