MUERTE EN ZAMORA
Ramón Sender Barayón
Traductora: Mercedes Esteban-Maes Kemp (sobrina nieta de Amparo Barayón)
editorial: Postmetropolis, 2017
páginas: 296
En el otoño de 1936 Amparo Barayón fue detenida en Zamora tras protestar por el asesinato de uno de sus hermanos a manos de las autoridades golpistas; estando encarcelada, se dio la orden de sacarla de su celda y ejecutarla sin juicio y sin permitirle confesarse, siendo como era católica practicante.
Esta muerte marcó para siempre a su esposo, el escritor Ramón J. Sender, quien durante toda su vida se negó a transmitir información sobre las circunstancias del asesinato a sus dos hijos (Ramón y Andrea), entonces muy pequeños, con los que marchó al exilio a Estados Unidos.
Ramón Sender Barayón tuvo que esperar a la muerte de su padre, a comienzos de los años ochenta, y solo entonces emprendió un viaje hacia ese pasado crucial para el sentido de su propia vida y la de su hermana Andrea, brutalmente separados de su madre.
Muerte en Zamora es el relato de esa búsqueda entre la memoria y la historia, que reconstruye de un modo sincero un drama personal y a la vez altamente simbólico de la brutalidad de la represión franquista y sus secuelas en las generaciones siguientes.
Esta nueva edición del libro incluye textos introductorios de Paul Preston y Helen Graham, y recoge también un relato, a cargo de Francisco Espinosa Maestre, sobre la vergüenza vivida por la familia a raíz de la publicación en la prensa local zamorana de artículos que denigraban la memoria de Amparo Barayón o cuestionaban el valor de la reconstrucción de hechos efectuada por su hijo.
TEXTO DE PAUL PRESTON:
"La magnitud de la deliberada y sistemática persecución de las mujeres es uno de los aspectos menos conocidos de la represión llevada a cabo por los partidarios del golpe militar del 17 y 18 de julio de 1936. En toda la zona rebelde asesinaron a muchas mujeres; y miles de esposas, hijas y madres de izquierdistas ejecutados fueron víctimas de violaciones y otros abusos sexuales, y de humillaciones como raparles la cabeza y forzarlas a ingerir aceite de ricino para provocar diarreas en público. El asesinato, la tortura y la violación eran castigos comunes para muchas, que no todas, las mujeres liberales e izquierdistas que abrazaron la liberación de la mujer durante la época Republicana. Aquellas que salieron con vida de la cárcel, sufrieron secuelas tanto físicas como psicológicas de por vida.
Por una variedad de razones, se sabe más sobre la violencia sexual que se llevó a cabo en Andalucía y Extremadura que sobre las experiencias de la relativa minoría de mujeres republicanas en el norte del país. Puede deducirse hasta qué punto era política oficial gracias a los discursos del general Queipo de Llano, quien era de hecho el “virrey” del sur de España. Intercalaba sus emisiones radiofónicas diarias con referencias sexuales, describía violaciones con grosero deleite y animaba a sus milicias a repetir dichos actos. En un celebérrimo discurso, Queipo de Llano declaró: “Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.
En el norte del país se cometieron atrocidades parecidas, aunque en menor escala y sin la publicidad que suscitaba Queipo de Llano. Uno de los ejemplos más extremos de la represión sobre los inocentes en Zamora, como en tantos lugares en Castilla y León, fue el caso de Amparo Barayón, la esposa de Ramón J. Sender, novelista mundialmente famoso y simpatizante anarquista.
Sender, su esposa y sus dos hijos estaban de vacaciones en San Rafael, Segovia, cuando comenzó la guerra. Él decidió volver a Madrid y le dijo a Amparo que se llevara a los niños a su ciudad natal de Zamora, por estar seguro de que allí estarían a salvo. En realidad, el 28 de agosto, y a pesar de ser católica practicante, Amparo fue encarcelada junto con su hija de siete meses, Andrea, como consecuencia de haber protestado ante el gobernador militar por el asesinato de su hermano Antonio esa misma mañana. Esta madre de treinta y dos años de edad, que no había cometido delito alguno y apenas tenía actividad política, fue maltratada y finalmente ejecutada el 11 de octubre de 1936. Su delito era ser una mujer moderna e independiente, que fue aborrecida porque había escapado de la sofocante intolerancia de Zamora y porque tenía hijos con un izquierdista famoso con quien sólo se había casado por lo civil.
Amparo no estaba sola en su sufrimiento. Otras madres, encarceladas a temperaturas bajo cero y sin ropa de cama, vieron morir a sus bebés porque, privadas de alimentos y medicinas, no tenían leche para amamantar. Uno de los policías que detuvo a Amparo le dijo que “las rojas no tienen derechos” y “ya se lo podía haber pensado antes de tener hijos”. Otra presa, Pilar Fidalgo Carasa, había sido detenida en Benavente porque su marido, José Almoína, fue secretario de la agrupación local del PSOE. Sólo ocho horas antes de su detención y transporte a Zamora, Pilar había dado a luz a una niña. En la cárcel, para los interrogatorios, fue obligada a subir una escalera empinada muchas veces al día. Esto le provocó una hemorragia potencialmente mortal. En su relato de sus experiencias en la cárcel escribió: “Como seguía con la hemorragia, estaba constantemente pidiéndole a la celadora que me ayudara. Por fin trajo a la cárcel al doctor Almendral, que vino sólo por mero formalismo. Al ver mi sufrimiento comentó que ‘la mejor cura para la mujer del sinvergüenza de Almoina es la muerte’. No me recetó nada. Ni para mí ni para la niña”. Muchas de las presas jóvenes fueron violadas antes de ser asesinadas.
Las estremecedoras memorias de Pilar Fidalgo no son la única evidencia de lo sucedido a las mujeres en Zamora. Muerte en Zamora es un libro conmovedor, en verdad profundamente triste, que tiene mucho que decir a diferentes públicos. La narrativa central relata la búsqueda de un hombre criado en los Estados Unidos para descubrir lo que le pasó a su madre en España durante la Guerra civil. El autor, Ramón Sender Barayón, es hijo de Amparo y Ramón J. Sender. Al estar casada con Sender, Amparo se convirtió en un blanco para la derecha local. Había huido a su ciudad natal de Zamora confiando que allí no le pasaría nada. En realidad, su horrendo destino de encarcelamiento, tortura y, finalmente, ejecución es típico de lo que les sucedió a muchas mujeres inocentes a manos de los partidarios del general Franco. En ese sentido, este libro es una contribución importante a la historia de las atrocidades derechistas durante la Guerra civil española. Pero además, la posterior historia de cómo Ramón J. Sender llevó a sus dos hijos a los Estados Unidos, para luego prácticamente abandonarlos, también es horrible a su manera y lo convierte en un trágico drama psicológico que será de interés para muchos lectores que no tienen especial interés en la historia de España. La historia de la búsqueda de Ramón Sender Barayón es también una historia detectivesca fascinante. Leí la primera edición de este libro hace casi veinte años y enseguida compré varios ejemplares para regalar a mis amigos, cuya reacción confirmó la mía propia. Le envié uno de ellos a mi gran amigo y mentor Herbert Southworth, quien trabajó durante la Guerra civil española para Juan Negrín en Washington. Se emocionó mucho y me dijo que su lectura le trajo a la memoria que había ido a los muelles de Nueva York con su amigo, el gran periodista Jay Allen, a recoger a Ramón y a su hermana cuando llegaron.
Muerte en Zamora es una contribución única a la búsqueda de la memoria de lo que sucedió a civiles inocentes durante la Guerra civil española. Es una importante y poco reconocida obra maestra que estoy encantado de ver reeditada en España. "
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