Mac y su contratiempo
Enrique Vila- Matas
Seix Barral-Biblioteca Breve
2017
“El libro, en el fondo -me pareció intuir el día aquel en que leí en diagonal aquel final- era un viaje a los orígenes del cuento, al pasado oral de éste”.
Página 44
“No importa cuánto se viva, no importa cuánto se ame, permanecemos siempre confinados en cada uno de nosotros mismos”.
Página 68
“Una voz tiene algún punto en común con una estrella que cae y nadie la ve caer. No hay voz que no se extinga. Se la puede evocar, pero nunca reencontrarla; creer lo contrario es como pensar que con una máquina del tiempo podríamos asistir a la escena original.
Se puede imitar a una voz, o repetir lo que dijo una voz, evitar así su completa extinción, pero ya no será la voz ni dirá exactamente lo que dijo aquella voz. Las repeticiones, versiones, perversiones, interpretaciones de lo dicho por la voz que se extinguió irán componiendo ineludibles falsificaciones de lo dicho. Es con ellas con las que se ha construido la literatura, que para mí es una forma de mantener la llama de lo dicho de viva voz junto al fuego en la noche de los tiempos: una forma de convertir una imposibilidad de acceder a algo perdido en una posibilidad de al menos reconstruirlo, aun sabiendo que no existe, que sólo está a nuestro alcance una falsificación.”
Página 223
“La novela, recuerdo que decía Mathieu Zero, es un medio que necesita adaptarse a la ambigüedad esencial de la realidad. Para inscribir Dos viejos cónyuges en esa tendencia a adaptarse según va moviéndose esa ambigüedad, no perdería de vista nunca lo que dijo uno de los teóricos de la dificultad, alguien de cuyo nombre no me acuerdo, pero al que he llamado Zero al comienzo de este párrafo. Creo que también fue el propio Zero el que pidió que la narrativa de nuestro tiempo se pusiera a la altura de los niveles de complejidad que habían alcanzado la música moderna y el arte contemporáneo. Y citaba el caso significativo de los Beatles, que lanzaron Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y hubo quienes criticaron la irrupción de la complejidad en las canciones del grupo. Pero de haberse atascado los Beatles en su simpleza inicial, decía Zero, es muy probable que no fueran el icono cultural que son ahora. Y, dado que hasta los fans más antiguos aplaudieron la evolución del grupo, se preguntaba también por qué a los autores literarios no se les permitió lo mismo que a los músicos pop.”
Página 251
“Me sentaba con él y le hablaba de los perros, del formidable ruido que hacían y de lo muy útiles que eran para guardar la casa. Claramunt se revolvía en su asiento y decía estar en contra absolutamente de cualquier sonido que pudiera resultar agresivo. Era una contradicción, pero no me chocaba demasiado. A esa contradicción seguía otra cuando Claramunt me decía que admiraba el repentino sonido que en la Antigüedad debió de romper el silencio del caos original del universo, y admiraba también, me decía poniendo un cierto énfasis en ello, lo grandes y portentosos que tuvieron que ser los primeros sabios de la humanidad, los que inventaron, donde fuera que la inventaran, la más extraordinaria de las obras de arte: la gramática de la lengua. Tenían que ser maravillosos, me decía, todos esos señores que crearon las partes de la oración, los que separaron y establecieron el género y el caso del sustantivo, adjetivo y pronombre, y del verbo, el tiempo y el modo...
—Cuando escribes —decía un Claramunt gargajoso y muy pesado, por ser de repente tan sentencioso— no debes nunca decirte a ti mismo que sabes lo que estás haciendo. Has de escribir desde un punto de vista que albergue tu propio caos, porque sólo de él nacerá la primera oración, como ocurrió cuando surgió el primer sentido, la canción de Salomón.
—¿De Salomón?
Descubría yo enseguida que «la canción de Salomón» podía ser muchas cosas al mismo tiempo, pero muy especialmente el relato que él imaginaba que había inaugurado las narraciones orales, es decir, el primer relato del mundo.”
Página 273
"Irme con lo puesto, y de casa salvar sólo un librito de Charles Lamb, Melancolía de los sastres, donde se habla de una melancolía muy afín al oficio de los modistos de barrio, un hecho que pocos se aventuran a discutir, ni siquiera Piera, que hace una hora me estaba cortando el pelo mientras iba yo pensando en eso, en abandonar mi domicilio con lo puesto, incluyendo entre lo puesto a esa muerte que llevo conmigo tan «trabajada», a esa muerte que viaja cosida a mí, como si fuera —en realidad es— «mi contratiempo propio», el más íntimo.
¿No era Rilke el que hablaba de «una muerte propia», contratiempo supremo?”
Páginas 275-276
“Yo soy uno y muchos y tampoco sé quién soy. No reconozco esta voz, sólo sé que pasé por Adén y organicé una caravana de voces incansables y anónimas que llevé hasta el estrecho de Bab el-Mandeb. Y sólo sé que ayer volví a caminar, repetí el paseo del otro día. Oscuridad y polvo más allá de las colinas devastadas. Vi desde la carretera mi propio cuarto con la luz encendida. Desvaída luz de la pequeña ventana, junto a la que he pasado unas horas escribiendo. Caminar es excepcional. Pasan cosas y a veces hay coincidencias y casualidades con las que te mueres de risa y hay coincidencias y casualidades con las que te mueres. Uno siente que, a medida que recorremos el mundo y lo surcamos en todos los sentidos, más nos va envolviendo el fantasma de lo familiar que algún día esperamos recobrar, porque en realidad es lo único que ha sido siempre nuestro. Percepción de una escritura de a pie, de una geografía de la que habíamos olvidado que somos autores. En el camino uno piensa y a veces tropieza con lo olvidado. Acabo de acordarme, por ejemplo, de las coca-colas de cereza.”
Página 303
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