el grup surrealiste, 1930 (d'esquerra a dreta) Tristan Tzara, Paul Eluard, André Breton, Jean Arp, Salvador Dalí, Yves Tanguy, Max Ernst, René Crevel i Man Ray |
Primer manifiesto surrealista, 1924, André Breton
(...), los
descubrimientos de Freud han sido de decisiva
importancia. Con base en dichos descubrimientos, comienza al fin a perfilarse una corriente de
opinión, a cuyo favor podrá el explorador avanzar y llevar sus investigaciones a más lejanos territorios, al quedar
autorizado a dejar de limitarse únicamente a las realidades más someras. Quizá haya
llegado el momento en que la imaginación esté próxima a volver a ejercer los
derechos que le corresponden. Si las profundidades
de nuestro espíritu ocultan extrañas fuerzas capaces de aumentar aquellas que
se advierten en la superficie, o de luchar victoriosamente contra ellas, es del
mayor interés captar estas fuerzas, captarlas ante todo para, a continuación,
someterlas al dominio de nuestra razón, si es que resulta procedente. Con ello,
incluso los propios analistas no obtendrán sino ventajas. Pero es conveniente observar
que no se ha ideado a priori ningún método para llevar a cabo la anterior
empresa, la cual, mientras no se demuestre lo contrario, puede ser competencia
de los poetas al igual que de los sabios, y que el éxito no depende de los caminos
más o menos caprichosos que se sigan.(…)
El hombre
propone y dispone. Tan sólo de él depende poseerse por entero, es decir,
mantener en estado de anarquía la cuadrilla de sus deseos, de día en día más temible.
Y esto se lo enseña la poesía. La lleva en sí la perfecta compensación de las
miserias que padecemos. Y también puede actuar como ordenadora, por poco que
uno se preocupe, bajo los efectos de una decepción menos íntima, de tomársela a
lo trágico. ¡Se acercan los tiempos en que la poesía decretará la muerte del
dinero, y ella sola romperá en pan del cielo para la tierra! Habrá aún
asambleas en las plazas públicas, y movimientos en los que uno habría pensado
en tomar parte. ¡Adiós absurdas selecciones, sueños de vorágine, rivalidades,
largas esperas, fuga de las estaciones, artificial orden de las ideas,
pendiente del peligro, tiempo omnipresente! Preocupémonos tan sólo de practicar
la poesía. ¿Acaso no somos nosotros, los que ya vivimos de la poesía, quienes
debemos hacer prevalecer aquello que consideramos nuestra más vasta argumentación?
Poco importa que se dé cierta desproporción entre la anterior defensa y la
ilustración que viene a continuación. Antes, hemos intentado remontarnos a las
fuentes de la imaginación poética, y, lo que es más difícil todavía, quedarnos
en ellas. (…)
Voy a
definirla, de una vez para siempre: SURREALISMO:
sustantivo, masculino. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta
expresar verbalmente, por escrito o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento. Es un
dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a
toda preocupación estética o moral. ENCICLOPEDIA, Filosofía: el surrealismo se
basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación
desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del
pensamiento. Tiende a destruir definitivamente todos los restantes mecanismos
psíquicos, y a sustituirlos en la resolución de los principales problemas de la
vida. Han hecho profesión de fe de SURREALISMO ABSOLUTO, los siguientes
señores: Aragon, Baron, Boiffard, Breton, Carrive, Crevel, Delteil, Desnos, Eluard, Gérard, Limbour, Malkine,
Morise, Naville, Noll, Péret, Picon, Soupault, Vitrac.
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