16 de juny 2013

explorador del sur (cercant la llum, 6)

La esquina de la Plaza Lamartin de Arlés, donde estuvo ubicada la casa de Van Gogh antes de ser destruida por un bombardeo en 1944.

”Trabajo en un nuevo tema”, escribió a Theo, “campos verdes y amarillos hasta donde alcanza la vista”. En un lienzo de más de un metro por medio metro, mayor que ninguno de los anteriores de Arlés, la imaginación de Vincent transformó el tablero de ajedrez de los cultivos, pedregoso y cocido por el sol, en una exuberante Shangri-La.  La luz del sol cae suave y uniformemente, no existe ni una sombra, los campos recién segados parecen arder y saturan cada esquina de la planicie en forma de mosaico de un color vívido: sendas de arena blanca, vallas con juncos color lavanda, techos de azulejos naranjas y todo un espectro de campos amarillos y dorados, entreverados con esquinas de vegetación verde menta recién nacida. Arboledas verde bosque y montecillos que se yerguen tímidamente en la distancia, hasta las rocas rojizas del Montmajour y, en el horizonte, los Alpilles lilas bajo un cielo sin nubes, implacable.

Vista de la llanura de La Crau o "La cosecha"
Arlés, 1888
óleo sobre tela (73x92cm)
Museo van Gogh, Amsterdam

Como si se tratara del triunfo del evangelio cloisonista (1) sobre la realidad observable compuesta de calima y resplandor, la atmósfera es cristalina desde el recinto cercado de cañas situado en primer plano hasta la línea dentada de los montes a muchos kilómetros de distancia. Cada fragmento de color, desde el pequeño carro azul lleno de heno en el centro del lienzo hasta la ciudadela blanca de las ruinas de Montmajour cerca del horizonte, resplandece traslúcidamente, sin que el polvo o la distancia los difumine. En este paisaje, vasto y sereno, hay pequeños campesinos que se dirigen a cumplir con sus labores, como si se tratara de un cómic de la vida rural. En uno de los campos, un sembrador termina su tarea, un carro tirado por un caballo trota en la esquina más alejada de otro; en la distancia vemos una pareja que vuelve a casa andando, mientras que, no lejos de allí, hay un granjero en la parte trasera de su carro que lanza el trigo en su pajar. En primer plano vemos los antiguos aperos de labranza exponiendo su silencioso testimonio: una escalera apoyada contra un almiar, el carro azul vacío y unas ruedas de repuesto pintadas de un rojo brillante.
Tras completar la imagen en un solo día bajo el sol abrasador, Vincent volvió a casa rebosando confianza en su nuevo arte (“esta imagen mata a todas las demás”) y sus nuevos argumentos a favor de su misión en el Midi. “Voy por buen camino”, exclamaba. “Si Gauguin quisiera unirse a mí... nos convertiríamos en exploradores del sur”.

Van Gogh,la vida
Steven Naifeh y Gregory White Smith
Pág. 560

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