Manuel Vázquez Montalbán |
Primera:
Gran gourmet. Gran cocinero. Gran crítico. “Sherlock Holmes tocaba
el violín. Yo cocino” Como su creador, Carvalho vive para comer (entre otras
cosas). Cocina y come y bebe a lo grande, con estilo, con interés de verdadero
apasionado. Su ayudante Biscuter no le va a la zaga. Es grandioso ver cómo
comen, atender a las descripciones de los platos y las recetas. Como me decía Montse Clavé, autora de Manual de cocina negra y criminal, “las
recetas de Carvalho se pueden hacer tal cual vienen en las historias”. Pero es
todavía mejor cuando algo no le gusta. Todavía recuerdo su devastadora opinión
destrozando una supuesta paella mal hecha y peor servida en El delantero fue asesinado al atardecer.
Y eso por no hablar del repaso a la cocina Mediterránea que da en Milenio Carvalho .
Segunda:
Excepcional viajero. Cronista de excepción. “¿Hacemos turismo o
viajamos, jefe? Viajamos, Biscuter, viajamos”. Tras pasar por Las Vegas,
Amsterdam, Madrid o Buenos Aires, es en Milenio
Carvalho cuando nuestro detective se lanza a una desenfrenada vuelta al
mundo y se convierte, con su inseparable Biscuter, en el perfecto guía de
viaje, que no turístico. Su descripción de los lugares que visita es deliciosa,
su lucidez a la hora de analizar los problemas de los sitios por los que pasa
es pasmosa. Como había hecho antes a lo largo de todas sus novelas, Montalbán utiliza a Carvalho para dar
una visión desgarradora de los males que machacan este mundo. Releer ahora el
paso de Carvalho y Biscuter por la Sicilia de principios de siglo XXI con los
inmigrantes muriendo igual en las playas de Lampedusa da escalofríos. Su
capacidad para analizar lo que le rodea, demostrada de sobra por ejemplo en El premio y su relato de los últimos
tiempos del gobierno de Felipe González, alcanza grandes dimensiones cuando
analiza la contaminación del planeta o el conflicto árabe israelí. Y siempre
con la mirada afilada y la media sonrisa de nuestro querido Carvalho.
Tercera:
Lacónico, irónico y lúcido. Carvalho no habla mucho, gran virtud,
pero suele cuando habla es para decir algo consistente. Los libros están llenos
de frases y reflexiones memorables. He elegido una de Asesinato en el Comité Central:
“Estoy cansado de viajar. Conozco Barcelona palmo a
palmo y a pesar de eso a veces me resulta insoportable. Imagínese moviéndome
por Madrid, una ciudad llena de rascacielos, funcionarios del ex régimen y ex
funcionarios del régimen. Yo soy apolítico, que quede claro. Pero no soporto
los bigotillos que llevan los funcionarios del ex régimen y los ex funcionarios
del régimen”.
Cuarta:
Ama Barcelona y nos ha hecho amarla. ¿Y eso es una razón para
amarlo? Pues sí, claro. Porque su relación con “una ciudad que ya no existe”
con un barrio chino que desaparece para dejar sitio a la Barcelona de los
Juegos del 92 es una relación casi mitológica y extraordinaria. Como dice Paco Camarasa en el prólogo de Huidas, uno de los tomos recopilatorios
con los que Planeta ha recuperado con tanto acierto los libros de Carvalho: “De
nuevo Barcelona y sus distintas Barcelonas. Una ciudad real y evocada pero que
no produce en Vázquez Montalbán una
novela localista ni costumbrista. Hoy esa Barcelona no existe físicamente, pero
la podemos vivir, oler, caminar, oír, beber, tararear a través de las páginas
de Tatuaje, Los mares del sur o El balneario”.
Quinta:
Quema libros. Un gesto extraño de resonancias horribles pero que
en Carvalho es inevitable, necesario y hasta ilustrador. Empezó a quemarlos
cuando vio que se veía superado por su posesión, por su acumulación. Carvalho
es un sabio y lo demuestra cada vez que quema un libro, o varios, y habla de
ellos o lee una página cualquiera. Tiene una cultura inmensa y hace gala de
ella.
Sexta:
Grandes amigos. Uno es la medida de quienes le
rodean. Y en el caso de Carvalho la cosa no puede resultar mejor. Los
personajes secundarios son deliciosos y están a su altura.
- Josep Plegamans Betriu, Biscuter. Su
ayudante y fiel compañero. Rescatado de la cárcel y salvado de una violación en
1974 por Carvalho y otros presos políticos (sí, nuestro amigo fue comunista y
pagó por ello), Biscuter es el contrapunto perfecto a su jefe. También gourmet
y gran cocinero, es un tipo honesto, práctico, con un ansia desmedida por
aprender y leal.
- Charo (la prostituta con la que
mantiene una relación discontinua y no exclusiva), Bromuro
(el limpiabotas, antiguo fascista conspiranoico y devoto de Carvalho) y Fuster (diplomático y compañero de
orgías alimentarias a horas extrañas) forman un elenco rico, complejo,
divertido y a la altura del personaje.
Séptima:
Grandes
enemigos. Contreras es un policía
trasnochado que cambia de bando, del franquismo a la democracia y la trinchera
anticomunista cuando conviene. En su día torturó a Carvalho pero, como se ve en
Asesinato en el Comité Central, está
lejos de ser un problema para nuestro amado gourmet. Sin embargo, el inspector Lifante es un enemigo grandioso. Semiólogo
obseso, admira y persigue a nuestro hombre hasta las últimas consecuencias.
Desde su aparición en El delantero fue
asesinado al atardecer hasta la detención de Carvalho en Milenio, Lifante nos regala momentos de
gloria analítica y más de un diálogo con su contraparte para enmarcar.
por Juan Carlos
Galindo
El País, blogs de cultura
18/10/2013
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