9 de des. 2014

siete razones para amar a Carvalho

Manuel Vázquez Montalbán
Primera:
Gran gourmet. Gran cocinero. Gran crítico. “Sherlock Holmes tocaba el violín. Yo cocino” Como su creador, Carvalho vive para comer (entre otras cosas). Cocina y come y bebe a lo grande, con estilo, con interés de verdadero apasionado. Su ayudante Biscuter no le va a la zaga. Es grandioso ver cómo comen, atender a las descripciones de los platos y las recetas. Como me decía Montse Clavé, autora de Manual de cocina negra y criminal, “las recetas de Carvalho se pueden hacer tal cual vienen en las historias”. Pero es todavía mejor cuando algo no le gusta. Todavía recuerdo su devastadora opinión destrozando una supuesta paella mal hecha y peor servida en El delantero fue asesinado al atardecer. Y eso por no hablar del repaso a la cocina Mediterránea que da en Milenio Carvalho .

Segunda:
Excepcional viajero. Cronista de excepción. “¿Hacemos turismo o viajamos, jefe? Viajamos, Biscuter, viajamos”. Tras pasar por Las Vegas, Amsterdam, Madrid o Buenos Aires, es en Milenio Carvalho cuando nuestro detective se lanza a una desenfrenada vuelta al mundo y se convierte, con su inseparable Biscuter, en el perfecto guía de viaje, que no turístico. Su descripción de los lugares que visita es deliciosa, su lucidez a la hora de analizar los problemas de los sitios por los que pasa es pasmosa. Como había hecho antes a lo largo de todas sus novelas, Montalbán utiliza a Carvalho para dar una visión desgarradora de los males que machacan este mundo. Releer ahora el paso de Carvalho y Biscuter por la Sicilia de principios de siglo XXI con los inmigrantes muriendo igual en las playas de Lampedusa da escalofríos. Su capacidad para analizar lo que le rodea, demostrada de sobra por ejemplo en El premio y su relato de los últimos tiempos del gobierno de Felipe González, alcanza grandes dimensiones cuando analiza la contaminación del planeta o el conflicto árabe israelí. Y siempre con la mirada afilada y la media sonrisa de nuestro querido Carvalho.

Tercera:
Lacónico, irónico y lúcido. Carvalho no habla mucho, gran virtud, pero suele cuando habla es para decir algo consistente. Los libros están llenos de frases y reflexiones memorables. He elegido una de Asesinato en el Comité Central:
“Estoy cansado de viajar. Conozco Barcelona palmo a palmo y a pesar de eso a veces me resulta insoportable. Imagínese moviéndome por Madrid, una ciudad llena de rascacielos, funcionarios del ex régimen y ex funcionarios del régimen. Yo soy apolítico, que quede claro. Pero no soporto los bigotillos que llevan los funcionarios del ex régimen y los ex funcionarios del régimen”.

Cuarta:
Ama Barcelona y nos ha hecho amarla. ¿Y eso es una razón para amarlo? Pues sí, claro. Porque su relación con “una ciudad que ya no existe” con un barrio chino que desaparece para dejar sitio a la Barcelona de los Juegos del 92 es una relación casi mitológica y extraordinaria. Como dice Paco Camarasa en el prólogo de Huidas, uno de los tomos recopilatorios con los que Planeta ha recuperado con tanto acierto los libros de Carvalho: “De nuevo Barcelona y sus distintas Barcelonas. Una ciudad real y evocada pero que no produce en Vázquez Montalbán una novela localista ni costumbrista. Hoy esa Barcelona no existe físicamente, pero la podemos vivir, oler, caminar, oír, beber, tararear a través de las páginas de Tatuaje, Los mares del sur o El balneario”.



Quinta:
Quema libros. Un gesto extraño de resonancias horribles pero que en Carvalho es inevitable, necesario y hasta ilustrador. Empezó a quemarlos cuando vio que se veía superado por su posesión, por su acumulación. Carvalho es un sabio y lo demuestra cada vez que quema un libro, o varios, y habla de ellos o lee una página cualquiera. Tiene una cultura inmensa y hace gala de ella. 

Sexta:
 Grandes amigos. Uno es la medida de quienes le rodean. Y en el caso de Carvalho la cosa no puede resultar mejor. Los personajes secundarios son deliciosos y están a su altura.
- Josep Plegamans Betriu, Biscuter. Su ayudante y fiel compañero. Rescatado de la cárcel y salvado de una violación en 1974 por Carvalho y otros presos políticos (sí, nuestro amigo fue comunista y pagó por ello), Biscuter es el contrapunto perfecto a su jefe. También gourmet y gran cocinero, es un tipo honesto, práctico, con un ansia desmedida por aprender y leal.
- Charo (la prostituta con la que mantiene una relación discontinua y no exclusiva),  Bromuro (el limpiabotas, antiguo fascista conspiranoico y devoto de Carvalho) y Fuster (diplomático y compañero de orgías alimentarias a horas extrañas) forman un elenco rico, complejo, divertido y a la altura del personaje.

Séptima:
Grandes enemigos. Contreras es un policía trasnochado que cambia de bando, del franquismo a la democracia y la trinchera anticomunista cuando conviene. En su día torturó a Carvalho pero, como se ve en Asesinato en el Comité Central, está lejos de ser un problema para nuestro amado gourmet. Sin embargo, el inspector Lifante es un enemigo grandioso. Semiólogo obseso, admira y persigue a nuestro hombre hasta las últimas consecuencias. Desde su aparición en El delantero fue asesinado al atardecer hasta la detención de Carvalho en Milenio, Lifante nos regala momentos de gloria analítica y más de un diálogo con su contraparte para enmarcar.

por Juan Carlos Galindo
El País, blogs de cultura
18/10/2013

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada