…unos están en sombra,
y otros bien iluminados.
Se ve a los que da la luz,
pero a los otros, ni caso.
Bertolt Brech
“Por eso, una
semana después, cuando le anunciaran una nueva visita de Lie, el exiliado se
preparo para lo peor. El ministro permaneció de pie, sin quitarse el abrigo y
sin mirar a Liev Davídovich, y le dijo que, para el bien de todos, el
presidente Cárdenas le había concedido asilo en México y saldrían de inmediato.
Aunque la
perspectiva de marchar a México seguía pareciéndole peligrosa, el exiliado
trató de convencerse de que era preferible morir a manos de cualquier asesino
que vivir en ese cautiverio que amenazaba endurecerse hasta aplastarlo. La
prisa que se daban los noruegos por echarlo del país ni siquiera le permitirían
gestionar un tránsito por Francia para ver a Liova - delataba las tensiones
entre las que, por su culpa, debían de haber vivido Lie y los demás ministros
en los últimos cuatro meses. No obstante, Liev Davídovich penso que no debía
per-der su última oportunidad y le recordó a Lie que todo lo que él y su
gobierno habían hecho contra su persona era un acto de capitulación y, como
toda capitulación, les costaría un precio, pues el sabia que cada día estaba más
cercano el momento en que los fascistas llegarían a Noruega y los convertirían
a todos ellos en exiliados. Lo único que deseaba Liev Davídovich era que
entonces el ministro y sus amigos se encontrasen algún día con un gobierno que
los tratase como ellos le habían tratado a él. Trygve Lie, inmóvil en el centro
de la pieza, escuchó aquella profecía con una ligera sonrisa en los labios,
incapaz de sospechar el modo abrumador y dramático en que se cumpliría.”
El hombre que
amaba a los perros
Leonardo
Padura
Tusquets,
Barcelona 2011
Pág. 203
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