EL PASADO DE
UNA ILUSIÓN
Ensayo sobre
la idea comunista en el siglo XX
François Furet
Fondo de Cultura Económica, México, 1995
El régimen
soviético ha salido por la puerta trasera del escenario de la historia, al que
había entrado con bombos y platillos. A tal punto constituyó la materia y el
horizonte del siglo, que su fin sin gloria después de tan breve duración
contrasta de manera sorprendente con el esplendor de su curso. No es que la
enfermedad de postración que afectaba a la URSS no pudiese ser diagnosticada:
pero la disgregación interior se disimulaba a la vez en el poderío
internacional del país y en la idea que le servía de estandarte. La presencia
soviética en los asuntos del mundo era como un certificado de la presencia
soviética en la historia del mundo. Por otra parte, nada era más ajeno a la
opinión que la perspectiva de una crisis radical del sistema social instaurado
por Lenin y Stalin. La idea de una reforma de ese sistema se encontraba casi
por doquier desde hacía un cuarto de siglo, y nutría en formas muy diversas un
revisionismo activo pero siempre respetuoso de la superioridad de principios
del socialismo sobre el capitalismo. Ni siquiera los enemigos del socialismo
imaginaban que el régimen soviético pudiera desaparecer, y que la Revolución de
Octubre pudiese ser 'borrada'; y menos aún que esta ruptura pudiese originarse
en ciertas iniciativas del partido único en el poder.
Y sin embargo, el universo
comunista se deshizo por sí solo. Esto se puede ver en otra señal, esta vez
diferida: sólo quedan los hombres que, sin haber sido vencidos, han pasado de
un mundo a otro convertidos a otro sistema, partidarios del mercado y de las
elecciones, o bien reciclados en el nacionalismo.
La Revolución de Octubre cierra
su trayectoria no con una derrota en el campo de batalla, sino liquidando por
sí misma todo lo que se hizo en su nombre. En el momento en que se disgrega, el
Imperio soviético ofrece la característica excepcional de haber sido una
superpotencia sin haber encarnado una civilización.
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