“A la mañana siguiente, Shinji subió a bordo del barco de su patrono
como de costumbre y zarparon para pasar el día pescando. Al amanecer el cielo
estaba cubierto y se reflejaba en un mar calmado. Tardarían alrededor de una hora
en llegar al caladero.
Shinji llevaba un
delantal de goma negro que le cubría desde la pechera de la camiseta hasta la
parte superior de las altas botas de goma y unos largos guantes también de
poma. De pie en la proa de la
embarcación, mirando adelante, hacia su lugar de destino en el Pacífico, muy
mar adentro bajo el ceniciento cielo matutino, Shinji recordaba la noche
anterior, el tiempo transcurrido desde que abandonó el faro hasta que se
acostó.
La madre y el hermano de
Shinji habían aguardado su regreso en la pequeña habitación iluminada por una
lámpara de luz tenue que pendía sobre el fogón. El hermano sólo tenía doce
años. Desde el último año de la guerra, cuando su marido murió ametrallado por
un avión que atacó en vuelo rasante, y hasta que Shinji fue lo bastante mayor
para trabajar, la madre había mantenido a la familia sin más recursos que sus ganancias
como buceadora. [...]
Incluso para una madre veterana entre las buceadoras, ese mundo crepuscular del fondo marino era el mundo de las mujeres.”
Incluso para una madre veterana entre las buceadoras, ese mundo crepuscular del fondo marino era el mundo de las mujeres.”
El rumor del oleaje (Shiosai)
Yukio Mishima
Traducción: Keiko
Takahashi y Jordi Fibla
Alianza Editorial, 2003
Pág. 19-20 y 83
Con una tradición que se remonta más de dos mil años en la historia de Japón, las Ama
(mujeres del mar) son las buceadoras pescadoras de perlas y abulones.
Este oficio tradicional se transmite de madres a
hijas. Por ello, las ama suelen iniciar su entrenamiento y su
actividad a una edad muy temprana, habitualmente cuando cumplen trece años. En esta primera etapa de entrenamiento se las
denomina “Cachido“, y suelen
bucear a una profundidad de 3 a 5 metros
durante unas 3 horas al día. Su
herramienta de trabajo principal es un flotador en forma de tonel donde colocan
lo recolectado y descansan entre sus inmersiones.
Al cumplir los treinta años ya se les considera
experimentadas y capacitadas para descender a profundidades de más de 20 metros.
En ese momento pasan a denominarse “Funado“.
En esta etapa pasan a trabajar
dependiendo de una embarcación y, normalmente, van acompañadas por algún familiar masculino. El tipo de buceo que practican es
en apnea y, en una jornada de trabajo habitual, suelen sumergirse docenas de veces a
profundidades medias de 15 metros,
permaneciendo a esa profundidad el tiempo suficiente para realizar sus
capturas entre las rocas del fondo. En
una hora suelen estar 30 minutos en el fondo, 15 minutos subiendo y bajando
desde la superficie al fondo y otros 15 minutos descansando.
Para descender usan lastres, bolsas con piedras de
un peso aproximado de 10 kilogramos, junto a una cuerda que va unida a la cintura y
les conecta con la embarcación. Cuando la Funado
tira de la cuerda indica a la embarcación que su bolsa de recolección ya está
llena , momento en que es izada, suelta lo recolectado y vuelve a sumergirse.
Las ama
suelen realizar este oficio hasta edades muy avanzadas, a veces hasta pasados los sesenta y cinco o
incluso los setenta años. Esto y el
hecho de que la mayoría de las ama sean mujeres, es debido a que la distribución de la grasa
corporal y la tasa metabólica es diferente entre hombres y mujeres, y hace que
éstas puedan aguantar más tiempo sumergidas en esas aguas a tan bajas
temperaturas.
En general su mejor época como buceadoras está en
torno a los cincuenta años. Muchas ama
siguen buceando durante su embarazo e incluso a las pocas semanas del parto,
dejando al recién nacido en la
embarcación, al cuidado del ama de más edad.
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