Iniciamos el
curso con una novedad editorial que llegará a las librerías el próximo lunes:
Lágrimas y santos, libro de juventud del pensador rumano Emil Cioran, publicado por Hermida Editores, con traducción y prólogo de Christian Santacroce.
Dice el propio autor de su obra: “Lágrimas
y santos es una búsqueda perdida, un
impulso hacia la imposible oración, un himno
a contrapelo, una aspiración al éxtasis que a veces culmina en momentos
de elevación pura […]. Leyendo este
libro, publicado en 1937, año en que el autor abandonaba Rumanía, uno se asombra de la continuidad
soterrada entre el Cioran de entonces
que hablaba de Dios como de una “última
tentación” y el escritor francés que confiesa
treinta y cinco años más tarde: “Hay
momentos en los que, a pesar de todo lo
lejos que estemos de la fe, no
concebimos más que a Dios como interlocutor””.
Emil Cioran, de una «Elucidación» manuscrita en la
que repasa su obra en tercera persona.
La editorial nos presenta el libro de esta manera:
“Por primera vez los lectores en español pueden acceder a la versión íntegra de
Lágrimas y santos. La versión española que se leía hasta la fecha
no se basa realmente en el texto original, sino en la traducción francesa, una
reelaboración reducida realizada por Sanda
Stolojan en los años ochenta, quien,
como ella misma reconoció, tuvo que someterse a las censuras que el
propio Cioran se empeñó en aplicar al libro pensando en el público francés: «il faut penser à nos lecteurs païens», alegaba el autor, según cuenta Stolojan en su
correspondencia con Noica. Cioran lamentó posteriormente haber
desvirtuado el espíritu del libro de esa manera y más tratándose, como afirma
en su entrevista con Lea Vergine, del mejor libro que había escrito en rumano.
La publicación en 1937 de Lágrimas y santos desató duras críticas entre los miembros de su
generación. La excepción fue Jeni
Acterian, que supo comprender «el drama que se ocultaba tras la vitrina de
impertinencias y provocaciones» que conforman esta obra.
La explicación del acercamiento de Cioran a la
mística y a la santidad, ha de buscarse en las vivencias extremas que padeció
durante su juventud, ligadas a sus terribles crisis de insomnio, y muy
particularmente en las repetidas experiencias extáticas que el autor confiesa
haber conocido, con especial incidencia, durante su estancia en Alemania, entre
1933 y 1935.”
Su madre le escribió estas palabras:
«Deberías haber esperado a nuestra
muerte antes de publicar el libro».
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