Zama
Antonio di Benedetto
Alfaguara, 1992
Pàgines 248
“¿Puede una
ficción rizar nuestro presente? Acaso los bucles del tiempo, aquella
especulación científica que fábula sobre la existencia de curvaturas
espacio-temporales, sean como los rizos
de esa mujer abismal y fantasmática que aparece en el corazón de Zama solo para mostrar en espejo todos los terrores
que habitan al protagonista. Una mujer de edad indefinida y sensualidad
dominadora, capaz de cavar hasta dejarlo
vacío o de llevarlo allí donde todo “es
un acogedor y dilatado silencio”. El
tiempo sin tiempo de la muerte… En efecto, la lectura de esta novela de Antonio Di Benedetto, publicada en
Buenos Aires en 1956 pero ambientada en la América colonial, es como un viaje en el tiempo del que se
regresa sólo para comprobar el ingenio o la clarividencia de la máquina.
Me enteré de
la buena recepción que está teniendo la versión inglesa de Zama por medio de su traductora, Esther
Allen. A las elogiosas reseñas
publicadas por J. M. Coetzee (The New York Review of Books) y Benjamin Kunkel (The New Yorker), hay que
agregar además que Publisher’s Weekly la
coloca entre las 20 obras de ficción más destacadas de 2016. En la misma carta Allen me comenta que si bien
la traducción estaba lista hacía más de cinco años, la casa editora decidió esperar al estreno de
la película de Lucrecia Martel, previsto para fines de 2016 y reprogramado
para junio de este año.
Marcelo Cohen, en un reciente análisis de esta traducción, afirma que para mantener el espesor del sonido
y la peripecia mental de esa lengua inventada ad hoc en Zama se debería crear un cóctel de inglés isabelino depurado por Conrad, alta retórica de estadista
estadounidense (Jefferson, Lincoln,
Obama) y divagación socarrona del Middle West, sumándole, por si fuera
poco, algunas líneas de la elocuencia delirante y psicopática de los villanos
de Tarantino. Algo imposible, claro, que
Allen resuelve de un modo austero, llevando
la textura polisémica de cada frase al conjunto de escenas de cada secuencia y
de allí a toda la novela, quizá para
resguardar la significación total. Dicho
de otro modo: Allen prefiere reflejar la movilidad de la prosa antes que la
densidad diacrónica del sonido, porque
la lengua de Zama es perfectamente
intraducible. Las reverberaciones
idiomáticas de los tiempos pasados crepitan aquí en una escritura que avanza,
con pulso oscilante, bajo el chirrido
existencialista de una máquina obcecadamente soberbia.
Di Benedetto —como el mexicano Juan Rulfo, como la chilena María Luisa Bombal o la uruguaya Armonía Somers— forma parte de una
línea que sería no del todo errada calificar como el antiboom latinoamericano.
El primero en observar esa “antinovela” que se estaba poniendo silenciosa pero
tesoneramente en marcha en la región fue Augusto
Roa Bastos; en un artículo
emblemático publicado en la revista Los
Libros (Buenos Aires, 1969) señala la proximidad entre Pedro Páramo y Zama en
la concentración, el despojamiento y la
sequedad estilística para afirmar que es a partir de este campo de influencias
donde habría de surgir la verdadera renovación literaria del continente.
Por tanto, la
respuesta a la pregunta que un tanto burdamente lanza J. M. Coetzee en el
artículo mencionado — ¿es posible que la “gran novela americana” la haya
gestado un argentino?— está escrita hace rato.
Desarraigado
de su entorno, a la espera de un ascenso que nunca llega, el drama del funcionario Diego de Zama se
proyecta desde el siglo XVIII a nuestro presente con inusitada fuerza. La existencia alienada y alienante del sujeto
colonial americano que vive escindido de su realidad a la espera de un orden
externo que lo salve y justifique (la corona española y sus promesas, los capitales de la metrópoli, las transas y alianzas de linaje, etcétera), la búsqueda del amor ideal y de la
transgresión erótica, la infancia y la
animalidad como enigmas fantásticos se entrelazan en esta obra con el tema
literario de la experiencia de la escritura, pensada como camino de
conocimiento del sujeto.
La edición
inglesa de Zama mueve la manivela de la máquina del tiempo y nos ubica en
Argentina en 2016: la coyuntura invita a festejar el bicentenario patrio en un
anacronismo encriptado que reactiva aquellas épocas donde los países de la
región eran meras tierras coloniales a saquear, enclaves de comercio o de piratería donde los
imperios se solazaban a sus anchas con los innumerables tesoros de lo viviente.
El calendario se obstina y marca una
simultaneidad de fechas para nada azarosas; los 200 años de la declaración de la
independencia argentina se solapan con el 40º aniversario de la detención de Di
Benedetto por parte de la Junta Militar en el poder, con el 30º aniversario de
su fallecimiento y el 60º aniversario de la primera publicación de Zama. 2016 es un año donde el nombre “Antonio Di Benedetto” se paladea como
si fuera un talismán de piedra frente a la absurda realidad.
Pero 2016 también
nos ofrece el gozo de la lectura y el asombro: el volumen Escritos periodísticos (Adriana Hidalgo, 2016), al cuidado de Liliana Reales, recoge textos de lo más dispares publicados por el
autor entre los años 1943 y 1986 —desde un largo artículo sobre el zoológico de
Mendoza escrito por un joven de apenas 21 años, pasando por las coberturas del terremoto de
San Juan de 1944, prestigiosos
festivales internacionales de cine o el golpe militar de Bolivia de la década
de 1960, hasta llegar a las notas de
cultura publicadas poco tiempo antes de morir—. Cuarenta y tres años de
ejercicio periodístico donde vemos, ante todo, la presencia de un estilo
singular de escritura puesto al servicio de la información.
Entre la
cantidad de hallazgos variopintos que ofrece el libro, cabe destacar el
descubrimiento de un “Di Benedetto político” que incluso llegó a ser candidato
a diputado por parte del Partido Socialista en 1950. El segundo gran aporte del volumen es —a mi
juicio— la constatación de la tesis planteada por Natalia Gelós (Antonio Di
Benedetto periodista, 2011) de que
los verdaderos motivos de su detención por parte de la Junta Militar se
debieron al tenor y compromiso con la tarea periodística, más específicamente, a la postura asumida en los meses previos al
golpe de Estado, cuando la represión, la desaparición de personas y los
asesinatos habían desatado ya una ola de terror en el país y el editor del
diario se mantenía firme en la decisión de publicar toda la información
obtenida.
Hay quien dice
que cada libro es una nueva muerte. Estos
Escritos periodísticos señalan que
aquel 24 de marzo de 1976 en que los militares irrumpieron en la redacción de Los Andes en busca de su máximo
responsable empezó a agonizar un modo de concebir y ejercer el oficio.
Diecisiete meses de presidio: recuperó la libertad, no por la intermediación de Borges o de Sábato, sino por la del
premio Nobel alemán Heinrich Böll. Luego de años de exilio, de recomenzar en otras tierras hasta
convertirse incluso en personaje literario de Roberto Bolaño, ese compromiso con la verdad que la trayectoria de
Di Benedetto señala —fiel al humanismo pacifista a pesar del presidio, de las torturas y de los simulacros de
fusilamiento— se asoma en el horizonte con una luminosidad sombría. Porque la máquina del tiempo nos (retro) trae
a 2017: los juicios continúan, la
memoria de los pozos sigue abierta y sangrante…, pero los dinosaurios siguen
ahí.”
Jimena Néspolo, autora de
“Ejercicios de pudor. Sujeto y escritura en la narrativa de Antonio Di
Benedetto”
Babelia
El País, 03/04/2017
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