13 de juny 2018

lectures, 14


Zama

Antonio di Benedetto

Alfaguara, 1992

Pàgines 248

“¿Puede una ficción rizar nuestro presente? Acaso los bucles del tiempo, aquella especulación científica que fábula sobre la existencia de curvaturas espacio-temporales,  sean como los rizos de esa mujer abismal y fantasmática que aparece en el corazón de Zama  solo para mostrar en espejo todos los terrores que habitan al protagonista. Una mujer de edad indefinida y sensualidad dominadora,  capaz de cavar hasta dejarlo vacío o de llevarlo allí donde todo  “es un acogedor y dilatado silencio”.  El tiempo sin tiempo de la muerte… En efecto,  la lectura de esta novela de Antonio Di Benedetto, publicada en Buenos Aires en 1956 pero ambientada en la América colonial,  es como un viaje en el tiempo del que se regresa sólo para comprobar el ingenio o la clarividencia de la máquina.

Me enteré de la buena recepción que está teniendo la versión inglesa de Zama por medio de su traductora,  Esther Allen.  A las elogiosas reseñas publicadas por J. M. Coetzee (The New York Review of Books) y Benjamin Kunkel (The New Yorker),  hay que agregar además que Publisher’s Weekly la coloca entre las 20 obras de ficción más destacadas de 2016.  En la misma carta Allen me comenta que si bien la traducción estaba lista hacía más de cinco años,  la casa editora decidió esperar al estreno de la película de Lucrecia Martel,  previsto para fines de 2016 y reprogramado para junio de este año.

Marcelo Cohen,  en un reciente análisis de esta traducción,  afirma que para mantener el espesor del sonido y la peripecia mental de esa lengua inventada ad hoc en Zama se debería crear un cóctel de inglés isabelino depurado por Conrad, alta retórica de estadista estadounidense (Jefferson, Lincoln, Obama) y divagación socarrona del Middle West, sumándole, por si fuera poco, algunas líneas de la elocuencia delirante y psicopática de los villanos de Tarantino.  Algo imposible,  claro,  que Allen resuelve de un modo austero,  llevando la textura polisémica de cada frase al conjunto de escenas de cada secuencia y de allí a toda la novela,  quizá para resguardar la significación total.  Dicho de otro modo: Allen prefiere reflejar la movilidad de la prosa antes que la densidad diacrónica del sonido,  porque la lengua de Zama es perfectamente intraducible.  Las reverberaciones idiomáticas de los tiempos pasados crepitan aquí en una escritura que avanza, con pulso oscilante,  bajo el chirrido existencialista de una máquina obcecadamente soberbia.

Di Benedetto —como el mexicano Juan Rulfo, como la chilena María Luisa Bombal o la uruguaya Armonía Somers— forma parte de una línea que sería no del todo errada calificar como el antiboom latinoamericano. El primero en observar esa “antinovela” que se estaba poniendo silenciosa pero tesoneramente en marcha en la región fue Augusto Roa Bastos;  en un artículo emblemático publicado en la revista Los Libros (Buenos Aires, 1969) señala la proximidad entre Pedro Páramo y Zama en la concentración,  el despojamiento y la sequedad estilística para afirmar que es a partir de este campo de influencias donde habría de surgir la verdadera renovación literaria del continente.

Por tanto, la respuesta a la pregunta que un tanto burdamente lanza J. M. Coetzee en el artículo mencionado — ¿es posible que la “gran novela americana” la haya gestado un argentino?— está escrita hace rato.

Desarraigado de su entorno, a la espera de un ascenso que nunca llega,  el drama del funcionario Diego de Zama se proyecta desde el siglo XVIII a nuestro presente con inusitada fuerza.  La existencia alienada y alienante del sujeto colonial americano que vive escindido de su realidad a la espera de un orden externo que lo salve y justifique (la corona española y sus promesas,  los capitales de la metrópoli,  las transas y alianzas de linaje,  etcétera),  la búsqueda del amor ideal y de la transgresión erótica,  la infancia y la animalidad como enigmas fantásticos se entrelazan en esta obra con el tema literario de la experiencia de la escritura, pensada como camino de conocimiento del sujeto.

La edición inglesa de Zama mueve la manivela de la máquina del tiempo y nos ubica en Argentina en 2016: la coyuntura invita a festejar el bicentenario patrio en un anacronismo encriptado que reactiva aquellas épocas donde los países de la región eran meras tierras coloniales a saquear,  enclaves de comercio o de piratería donde los imperios se solazaban a sus anchas con los innumerables tesoros de lo viviente.  El calendario se obstina y marca una simultaneidad de fechas para nada azarosas;  los 200 años de la declaración de la independencia argentina se solapan con el 40º aniversario de la detención de Di Benedetto por parte de la Junta Militar en el poder, con el 30º aniversario de su fallecimiento y el 60º aniversario de la primera publicación de Zama.  2016 es un año donde el nombre “Antonio Di Benedetto” se paladea como si fuera un talismán de piedra frente a la absurda realidad.

Pero 2016 también nos ofrece el gozo de la lectura y el asombro: el volumen Escritos periodísticos (Adriana Hidalgo, 2016),  al cuidado de Liliana Reales, recoge textos de lo más dispares publicados por el autor entre los años 1943 y 1986 —desde un largo artículo sobre el zoológico de Mendoza escrito por un joven de apenas 21 años,  pasando por las coberturas del terremoto de San Juan de 1944,  prestigiosos festivales internacionales de cine o el golpe militar de Bolivia de la década de 1960,  hasta llegar a las notas de cultura publicadas poco tiempo antes de morir—. Cuarenta y tres años de ejercicio periodístico donde vemos, ante todo, la presencia de un estilo singular de escritura puesto al servicio de la información.

Entre la cantidad de hallazgos variopintos que ofrece el libro, cabe destacar el descubrimiento de un “Di Benedetto político” que incluso llegó a ser candidato a diputado por parte del Partido Socialista en 1950.  El segundo gran aporte del volumen es —a mi juicio— la constatación de la tesis planteada por Natalia Gelós (Antonio Di Benedetto periodista,  2011) de que los verdaderos motivos de su detención por parte de la Junta Militar se debieron al tenor y compromiso con la tarea periodística,  más específicamente,  a la postura asumida en los meses previos al golpe de Estado, cuando la represión, la desaparición de personas y los asesinatos habían desatado ya una ola de terror en el país y el editor del diario se mantenía firme en la decisión de publicar toda la información obtenida.

Hay quien dice que cada libro es una nueva muerte.  Estos Escritos periodísticos señalan que aquel 24 de marzo de 1976 en que los militares irrumpieron en la redacción de Los Andes en busca de su máximo responsable empezó a agonizar un modo de concebir y ejercer el oficio. Diecisiete meses de presidio: recuperó la libertad,  no por la intermediación de Borges o de Sábato,  sino por la del premio Nobel alemán Heinrich Böll.  Luego de años de exilio,  de recomenzar en otras tierras hasta convertirse incluso en personaje literario de Roberto Bolaño, ese compromiso con la verdad que la trayectoria de Di Benedetto señala —fiel al humanismo pacifista a pesar del presidio,  de las torturas y de los simulacros de fusilamiento— se asoma en el horizonte con una luminosidad sombría.  Porque la máquina del tiempo nos (retro) trae a 2017: los juicios continúan,  la memoria de los pozos sigue abierta y sangrante…, pero los dinosaurios siguen ahí.”

Jimena Néspolo,  autora de
“Ejercicios de pudor. Sujeto y escritura en la narrativa de Antonio Di Benedetto”
Babelia
El País, 03/04/2017


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