Vidas a la intemperie
Nostalgias y
prejuicios sobre el mundo campesino
Marc Badal
Pepitas de calabaza & Cambalache, 2018
224 páginas
“Desde hace más de quince años, Marc Badal Pijoan (Barcelona, 1976)
compagina la investigación y la dinamización en el ámbito de la agroecología y
el desarrollo rural con las tareas cotidianas en varios proyectos de
recuperación de núcleos de montaña abandonados.
En sus textos aborda distintos
aspectos vinculados a la cultura rural, la
industrialización de las actividades agrarias y las experiencias
agroecológicas.
Ha publicado Cuadernos de viaje. Fragmentos y pasajes
históricos sobre semillas (Fundación Cristina Enea, 2016); Mundo clausurado. Monocultivo y artificialización
(autoeditado, 2016); Vidas a la intemperie. Notas preliminares
sobre el campesinado (Campo Adentro, 2014); Fe de erratas. La agitación rural frente a sus límites
(autoeditado, 2011) y Los pies en la
tierra. Reflexiones y experiencias hacia un movimiento agroecológico [coordinador]
(Virus, 2006); además de artículos en
las revistas Resquicios, Raíces, Cul de
Sac, Ekintza Zuzena y Archipiélago.
Actualmente vive en un caserío
escondido en la vertiente norte del Pirineo navarro, donde ha puesto en marcha
kanpoko bulegoa (“oficina exterior”), un obrador artesanal de pensamiento
aplicado en torno a la cultura rural y el territorio.”
Fragmento:
“El 21 de enero de 2008 moría
Marie Smith Jones a los ochenta y nueve años de edad. Vivía en Anchorage, Alaska. Fumadora y bebedora empedernida, se había casado en 1948 con un pescador de
Oregón con el que tuvo nueve hijos. Originaria
de un pueblo llamado Cordova, junto al delta del río Copper, sus padres, al nacer, le pusieron el nombre de Udachkuqax*a’a’ch («un sonido que gritas a la gente desde lejos»). Marie Smith Jones era la última eyak criada en su lengua materna. El eslabón que cerraba una cadena cultural
originada diez mil años antes.
El linaje de los eyak padecía sus primeros
inviernos cuando en otras latitudes más benignas algunos pueblos aprendían a
cuidar y reproducir plantas comestibles. Nacía un modo de transitar por la vida
a ras de suelo.
Desde entonces, los pueblos campesinos han
poblado la tierra con una miríada de pequeños universos. Variaciones infinitas
de una misma melodía:
-
El empeño por alimentar a los de casa y el yugo
de quien les roba su trabajo.
-
Dejarse la piel a diario para seguir haciéndolo
toda la vida.
-
El gusto por el golpe certero, fruto de la
necesidad de no equivocarse en sus decisiones.
-
Observar toda la vida para seguir aprendiendo.
-
La falsa sumisión con el de arriba y la férrea obligación
con el de al lado.
-
Sobrevivir para seguir sobreviviendo.
La muerte de Marie Smith Jones
inaugura el epilogo histórico de la lengua eyak.
Cuando una lengua enmudece, un mundo se pierde. El rodillo de la modernización borra cualquier
rasgo de diferenciación con el que poder orientarse. Cuando un mundo acalla a los demás, se inaugura nuestro propio epilogo. El último aliento de aquella lengua nativa de
Alaska pasaba inadvertido entre nosotros. Sin darnos cuenta, aquel mismo año también
superábamos un umbral de una importancia difícil de valorar. Uno de los rasgos que perfilan la fisonomía de
nuestro tiempo. Por primera vez en la
historia vivían más personas en las ciudades que en el campo. “
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