Los asquerosos
por Nadal Suau
El Cultural
4/01/ 2019
“Tal vez la mejor prueba de la
veta genial que recorre Los asquerosos,
cuarta novela de Santiago Lorenzo
(Portugalete, 1964), sea lo desarmado que deja a quien escribe sobre ella una
vez leída. Parece un libro sencillo que aborda cuestiones muy concretas y
atractivas (la soledad, la desconfianza ante las formas técnicas y económicas
de progreso, la fealdad del mundo moderno...), y eso, en principio, lo
convierte en un caramelo para el reseñista. Sin embargo, luego te plantas ante
el ordenador y descubres que la naturaleza del estilo de Lorenzo, su tono
desacralizador sin cinismo, condena el análisis a sonar aguafiestas.
Como no soy el primero en tratar
Los asquerosos en los medios
culturales españoles, he consultado ya media docena de crónicas o críticas que
explican su conexión con Robinson Crusoe,
la paradoja de ese estilo suyo tan antiguo que resulta moderno, la utilización
curiosísima del neologismo (que tiene que ver, me parece, con la libertad de
quien escribe desde una provincia vocacional), lo tronchante de sus ataques a
la clase media con caballo en el pecho y turra de sobremesa... Esos textos
decían exactamente lo mismo que yo estoy en condiciones de decir acerca de Santiago Lorenzo, y lo hacían muy bien.
Al mismo tiempo, con esas evidencias no capturamos apenas nada.
Los asquerosos habla de un tipo que tiene un encontronazo casual
con un policía antidisturbios, al que hiere en defensa propia. Horrorizado, el
protagonista decide ocultarse en un lugar abandonado de la vacía Castilla, para
evitar una posible pena de cárcel.
Los libros de Lorenzo tienen
vida, están tocados por la gracia. Con Los
asquerosos uno se parte de risa
Allí, sobreviviendo con lo
mínimo, redefinirá las leyes de la economía aplicándose a sí mismo una
“sucintidad” (palabra colosal) que convierte las teorías sobre el decrecimiento
en orgías neoliberales. Asilvestrado y libre, Manuel irá descubriendo que no
puede imaginar mejor vida que la suya, solitario, perdido en Zarzahuriel, sin
nadie con quien contraer deudas.
Con Los asquerosos uno se parte de risa observando la indignación de
Manuel ante los modales terroríficos, como de franquicia en localidad turística,
que gastan los portadores de la mal llamada civilización: son pasajes de una
antimodernidad festiva y huracanada que brindan otra palabra magnífica de nuevo
cuño para referirse a La Horteridad: “la
Mochufa”. El lector también asiente complacido ante el retrato de un mundo
injusto de salarios ridículos, trabajos humillantes e insolidarios, represión.
Aquí el estilo es la clave: la prosa podría ser de Jardiel o Mihura, sí.
Sin embargo, aplicada a la descripción de un 2018 cuyas medidas están perfectamente
cogidas, esa prosa produce un extrañamiento insólito, probablemente parecido al
que experimenta el propio Manuel respecto de la realidad cuando escoge
ensimismarse antes que integrarse. En Los
asquerosos, vemos el mundo desde un lateral literario que ha fundado (o
rescatado) Santiago Lorenzo, y al
que sólo podemos acceder en sus libros.
Hay que celebrar Los asquerosos, con un matiz sobre la
dimensión política del libro, muy comentada desde la misma contraportada. En
conjunto, su lectura halaga la buena conciencia del lector cómplice antes que
desencajarla. Por ejemplo, es tentador decir que todos somos un poco “mochufas”, pero lo cierto es que los
vituperios de Manuel nos reconfortan ante un enemigo común que, por
caricaturesco, no nos violenta en exceso revelando nuestras propias
contradicciones. Por eso es muy honesto que el narrador de esta historia sea el
tío del protagonista, alguien que lo ama y respeta, pero que no puede seguir su
camino, y no pasa nada.”
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