15 de des. 2024

las mitford

 



Las hermanas Mitford

    Guapas, rebeldes y privilegiadas, las hermanas Mitford, hijas de un excéntrico lord inglés, vivieron uno de los períodos más convulsos de la historia.

por Eva Millet
La Vanguardia
11/09/2017



    “Si lord Radlett, el personaje más célebre de Nancy Mitford, hubiera votado en el referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, habría optado por el Brexit.

    Lord Radlett –o tío Matthew– es uno de los protagonistas de A la caza del amor, la novela más autobiográfica de la mayor de las Mitford. Colérico y belicoso, amante del campo y nacionalista hasta la médula, considera que más allá de las islas británicas nada merece la pena.

    Décadas después de su publicación, A la caza del amor y la siguiente novela, Amor en clima frío, siguen siendo long sellers. La autora se basó en su familia para escribirlas: en sus padres, David Freeman Mitford y Sydney Bowles –lord y lady Redesdale–, y en sus cinco hermanas: Diana, Pamela, Unity, Jessica y Deborah Mitford, auténticas celebridades en su época.

    Tan amadas como criticadas, las Mitford representaron diferentes formas de ver el mundo en un período en el que mundo se polarizó como nunca. Mientras que Diana y Unity abrazaron el fascismo, Jessica optó por el comunismo y la lucha por los derechos civiles. Deborah, la más pequeña, se convirtió en duquesa, y Pamela, en la perfecta ama de casa inglesa. Nancy, la más intelectual, plasmó esas vidas excéntricas, privilegiadas y polémicas con una gracia que ha convertido su obra en un clásico.

    Como escribe Mary S. Lovell en The Mitford Girls, las hermanas “vivieron unas vidas plenas y extraordinarias, muy independientes de las otras”, y destacables por sus conexiones con personajes claves de la política, la cultura y la alta sociedad del siglo pasado. De Winston Churchill a Adolf Hitler, pasando por Joseph Goebbels, Benito Mussolini, el general De Gaulle, los duques de Windsor, John Fitzgerald Kennedy, el Aga Khan, George Bernard Shaw, Lytton Strachey, Evelyn Waugh, Cecil Beaton y Katharine Graham.

    El contacto, en muchos casos, fue estrecho: Churchill era primo hermano de su padre, y su sobrino, Esmond, fue el primer marido de Jessica. Se dijo que Unity fue la amante de Hitler, mientras que la segunda boda de Diana se celebró en casa de los Goebbels. Dora Carrington, compañera de Lytton Strachey, se suicidó con una pistola que, inocentemente, le prestó Diana.

    La correspondencia entre Nancy y Evelyn Waugh ha sido recopilada en un grueso libro, mientras que Cecil Beaton fotografió a casi todas las Mitford, aunque su gran amistad fue con Deborah. A la duquesa de Devonshire –que llamaba al primer ministro británico Harold McMillan “tío Harold”– también la retrató el pintor Lucien Freud, de quien fue íntima amiga, como también de John Fitzgerald Kennedy.

    Cuando David Mitford y Sydney Bowles se casaron, el 6 de febrero de 1904, él tenía veintiséis años y ella, veinticuatro. Más que por su pedigrí –David era un miembro menor de la aristocracia–, el matrimonio llamaba la atención por su porte. Poseían unos ojos de un impactante tono azul, que heredó casi toda su prole.

    Cuando se convirtió en heredero de los Redesdale, en 1915, ya tenía cinco hijos: Nancy (1904), Pamela (1907), Thomas (1909), Diana (1910) y Unity (1914), concebida esta en Swastika, Canadá, donde sus padres fueron a la búsqueda de oro. Este dato, así como el segundo nombre de Unity, Valkyrie, adquiere un tono profético. Ante la desesperación de su padre, las dos siguientes criaturas fueron también mujeres. Jessica (“Decca”), nacida en 1917, y Deborah (“Debo”), en 1920.

    En sintonía con la Inglaterra posvictoriana, las Mitford se educaron con un mínimo contacto con sus progenitores, a los que veían, como mucho, una hora al día. David no creía en la educación de las mujeres, y no hizo provisión alguna para que sus hijas fueran a la escuela. Mientras Tom era enviado a Eton con ocho años, las hermanas recibieron básicamente lecciones en casa con una ristra de institutrices.

    Esta falta de educación formal afectó especialmente a Nancy y a Jessica, las más inquietas intelectualmente. “En algún lugar arreciaría la lucha por una educación igualitaria para las mujeres [...] pero a Swinbrook nunca llegó ni el más leve eco de la polémica”, escribió Jessica en Nobles y rebeldes, sus memorias. “Nancy se moría por aprender más de lo que tenía a su disposición en casa”, reitera Mary S. Lovell.

    Sin embargo, los Mitford consideraban que el colegio era “innecesario y demasiado caro”. A lord Redesdale le preocupaba, sobre todo, que sus hijas pudieran conocer a un tipo de chicas “inadecuado” y que las obligaran a jugar a hockey y desarrollaran las pantorrillas.

    Su esposa tenía otros prejuicios, en su caso, contra la medicina. Salvo casos de extrema urgencia (como una apendicitis), los doctores estaban vetados. Tampoco quiso vacunarlas.

    Pero el excéntrico número uno en la familia fue lord Redesdale, cuyos divertimentos (como organizar “cacerías” de niños a modo de juego) fueron debidamente reflejados por Nancy en sus novelas. También sus filias (la primera, como es de esperar, la caza) y sus fobias.

    Como el personaje de “tío Matthew”, lord Redesdale era básicamente un misántropo: “Según mi padre, los forasteros no incluían solo a alemanes, franchutes, yanquis, negros y el resto de extranjeros, sino también a los hijos de los demás [...]; de hecho, a la ingente población sobre la faz de la Tierra, con la excepción de algunos parientes, aunque no de todos”, escribió Jessica.

Las Mitford vuelan

    Pese a la cerrazón paterna, las Mitford empezaron a casarse, prácticamente la única opción para salir de casa en aquel entonces. Diana, que llegó a ser considerada la mujer más bella de la época, fue la primera. A los 18 años contrajo matrimonio con Bryan Guinness, de la dinastía cervecera.

    El matrimonio Guinness fue uno de los puntales de la Bright Young People: jóvenes aristócratas y bohemios que se divertían en el Londres de finales de los prósperos años veinte. Este grupo fue reflejado por Evelyn Waugh en la sátira Cuerpos viles, donde describió el sinfín de fiestas que conformaban su principal actividad.   

    Durante aquel tiempo de relativa calma para los Mitford, la familia aparecía únicamente en los ecos de sociedad. En especial, Diana, la favorita de la prensa. La tranquilidad duraría poco. En 1932, la joven protagonizó el primer escándalo de los Mitford: abandonó a su esposo tras haberse enamorado locamente de Oswald Mosley, el fundador de la BUF (British Union of Fascists), primer partido fascista británico.

    En la década de los treinta, muchos ingleses se debatían entre el fascismo y el comunismo, una cuestión que llegó a dividir familias. Y fueron muchos los miembros de la clase alta (como Mosley, que era un aristócrata) que se sintieron seducidos por Hitler y su ideología.

    En el caso de los Mitford, la fascinación por la Alemania nazi de algunos de sus integrantes se inició cuando Tom decidió estudiar Derecho en Berlín. Diana siguió la estela de Tom. Convertida en una paria social por su affaire con Mosley, encontraría en el régimen de Hitler un ideario afín, así como una probable fuente de financiación para la BUF.

    En su primer viaje a Baviera, en 1933, la acompañó su hermana Unity. Ambas asistieron al congreso del partido nazi en Núremberg, que les provocó una honda impresión. “Sin duda, este viaje ha cambiado la vida de Unity”, escribió Diana en su diario. No se equivocaba. La joven, de veinte años, quedó deslumbrada por aquella experiencia y se marcó un objetivo: conocer a Adolf Hitler.

    En cierto modo, Unity fue una de las primeras groupies de la historia. Su estrategia para aproximarse al Führer es un ejemplo de enamoramiento platónico y de perseverancia ciega. Se limitó a esperar durante semanas en la Osteria Bavaria, el restaurante al que Hitler acudía de vez en cuando en Múnich.

    Unity había logrado estudiar alemán en la ciudad, idioma que iba a necesitar el día en que conociera al canciller. Altísima (medía 1,80 m), rubia y de ojos azules, su presencia no pasaba inadvertida: “Hitler se acostumbró a ver a aquella chica de aspecto nórdico, a menudo sola, sentada en el mismo sitio cada vez que iba a la Osteria, mirándolo”, relata Mary S. Lovell.
    
    Empezaron los saludos discretos con la cabeza, hasta que, el 9 de febrero de 1935, Hitler mandó a un miembro de su séquito para que la llevara hasta su mesa y así poder saludarla.

    Hasta el día de la declaración de guerra entre Reino Unido y Alemania, Unity Mitford vivió por y para Adolf Hitler. La intensidad de su relación es todavía una incógnita, pero se sabe que llegaron a intercambiar motes (ella le llamaba “Lobo” y él, “Niña”) y que se vieron en 140 ocasiones.

    Aquella familiaridad con Hitler hizo posible que Unity le presentara a sus padres, a Tom, a Pamela (que lo comparó a “un granjero viejo con traje”) y, por supuesto, a Diana. Con ella también entabló una estrecha relación, hasta el punto de que, en 1936, el Führer fue invitado de honor en la boda de los Mosley en casa de Joseph y Magda Goebbels. Les regaló una fotografía suya, firmada.

La otra cara de la familia

    Y mientras parte de su familia vivía un romance con el líder mundial del fascismo, en Inglaterra, otra hermana Mitford, Jessica, emprendía la aventura de su vida, impulsada por la ideología opuesta y, como sus hermanas, por el amor.

    En febrero de 1937, Decca se fugó a la Guerra Civil española junto a Esmond Romilly, sobrino de Churchill. Apodado “el sobrino rojo”, Esmond estaba vetado por los Redesdale. Al poco de ser presentados, Jessica le pidió que la llevara con él.

    Un par de semanas después, la pareja llegó a Bilbao, donde Esmond trabajó como corresponsal de guerra y ella como su secretaria. Decca definió aquella vida en una ciudad al borde la hambruna y cercana al frente “como salida de un sueño”. El sueño, sin embargo, se rompió cuando Anthony Eden, ministro de Exteriores, envió al consulado británico un telegrama urgiendo “el regreso de Jessica Mitford”.    

    Los angustiadísimos Redesdale habían echado mano de todos sus contactos para que su hija volviera a casa. Incluso Churchill intervino, pero hizo falta un chantaje para convencerla de salir de España: el gobierno británico tenía previsto destinar un destructor para el rescate de refugiados, pero solo lo enviaría si Decca embarcaba en él.

    En mayo, Esmond y Decca se casaron civilmente en Bayona, en una ceremonia discreta pero publicitada por la prensa británica, que había encontrado un filón en las hermanas Mitford.

    El siguiente bombazo informativo llegó en septiembre de 1939, cuando, al conocer la declaración de guerra de Inglaterra a Alemania, Unity trató de suicidarse. Ya había advertido que si sus dos amados países se enfrentaban, ella no podría soportarlo. Se pegó un tiro en la sien en el Jardín Inglés de Múnich, y, aunque no perdió la vida, le quedaron graves secuelas. Hitler se hizo cargo de los gastos hospitalarios y ordenó su traslado a Suiza, donde la recogieron su madre y su hermana Deborah.

Los Mitford en guerra

    En 1940 el mundo había estallado, como también las relaciones entre los Mitford. Por su ideología fascista y su cercanía a Hitler, los Mosley fueron privados de libertad hasta el fin de la guerra.

    Entretanto, el matrimonio de David y Sydney hacía aguas. Si bien él había comprendido que el fascismo no era una alternativa posible, su esposa seguía viendo a Hitler como un personaje encantador, que se había portado como un caballero con su hija Unity. “Creo que se odian”, sentenció Nancy.

    Los estragos de la guerra, sin embargo, no habían hecho más que empezar. En 1941, el avión de la Fuerza Aérea Canadiense que pilotaba Esmond Romilly fue derribado en el mar del Norte. Tenía 23 años. Tras la muerte de su primera hija a causa del sarampión, Esmond y Jessica se habían instalado en Estados Unidos a principios de 1939.

    La noticia del fallecimiento de su marido le fue comunicada a Jessica por Winston Churchill en la Casa Blanca, donde el primer ministro era huésped del presidente Roosevelt. La contienda acabó asimismo con la vida de Tom Mitford, que murió en marzo de 1945 en Birmania, en el frente asiático.

    También falleció el hermano mayor del marido de Deborah, Andrew Cavendish, hijo de los duques de Devonshire y con quien se había casado en 1941. Como relata Deborah en sus memorias, la guerra fue un doloroso reguero de pérdidas que hoy puede resultar incomprensible: “Una vez, durante una entrevista con una joven periodista, le hablé de las muertes de mi único hermano, del único hermano de Andrew, mi cuñado, y de cuatro de mis mejores amigos”. Como respuesta, escribió Deborah en su memorias, “la joven me dijo: ‘Entonces, ¿le afectó a usted la guerra de algún modo?’”.

La duquesa inesperada

    La pequeña de las Mitford despertó el interés informativo al convertirse en duquesa de Devonshire en 1950. Con el importante título, su marido heredó Chatsworth, una de las casas señoriales más magníficas del país.

    Gracias a la gestión de Deborah, la vasta vivienda, abierta al público, se convirtió en un negocio autosuficiente. Emparentada con la familia Kennedy por vía de su esposo, la vida de Deborah fue intensa y glamurosa, aunque exenta de los escándalos que protagonizaron sus hermanas más famosas. Fallecida en 2014, Deborah fue la última superviviente de las Mitford. Unity murió en 1948 a causa de una meningitis provocada por la bala que tenía incrustada en la cabeza. Nancy falleció en París en 1973 víctima de un cáncer, mientras que Pamela, la más discreta, lo hizo en 1994.

    Diana murió con 93 años en París, donde se instaló con su esposo al final de la guerra. Nunca renegó del fascismo ni de Hitler: aunque reconoció que el dictador había hecho “cosas terribles”, siempre sostuvo que sentía “muchísimo aprecio” por él.

    No volvió a dirigirse la palabra con su hermana Decca, que murió en 1996 convertida en ciudadana estadounidense y en una reconocida escritora y activista. Su legado lo gestiona su única hija, Constancia Romilly, a quien su padre, el idealista Esmond, nunca llegó a conocer.”

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada