14 d’oct. 2020

música i literatura, 8

 


“Ante todo, soy músico”

 

Federico García Lorca

Buenos Aires,

octubre de 1933.







En la tertulia del carmen de Alonso Cano, a la que asistía  a menudo el compositor Manuel de Falla, entre otros, se hablaba frecuentemente de cante jondo. Falla estaba preocupado por lo que consideraba la decadencia del género, adulterado por el comercialismo y el flamenquismo, y temía que los cantes puros terminasen por perderse.

Fue en este ambiente, que compartía el poeta por ser gran amigo del compositor, donde surgió la idea de celebrar un Concurso de Cante Jondo el año 1922. En noviembre de 1921, atrapado por los preparativos del concurso, el poeta escribe una serie de composiciones que conformarán el Poema del cante jondo (que no fue publicado hasta el año 1931).

Lorca con Falla en el Concurso de Cante Jondo, 1922

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En carta de 1 de enero de 1922, Lorca le escribe la siguiente misiva a Adolfo Salazar:

“Es una cosa distinta de las suites y llena de sugestiones andaluzas. Su ritmo es estilizadamente popular y saco a relucir en él a los cantaores viejos y a toda la fauna y flora fantásticas que llena estas sublimes canciones: el Silverio, el Juan Breva, el Loco Mateo, la Parrala, el Fillo... y ¡la Muerte! Es un retablo... es... un puzzle americano, ¿comprendes? El poema empieza con un crepúsculo inmóvil y por él desfilan la siguiriya, la soleá, la saeta y la petenera. El poema está lleno de gitanos, de velones, de fraguas, tiene hasta alusiones a Zoroastro. Es la primera cosa de otra orientación mía y no sé todavía qué decirte de él..., ¡pero novedad sí tiene! El único que lo conoce es Falla y está entusiasmado... Y lo comprenderás muy bien conociendo a Manué y sabiendo la locura que tiene por estas cosas. Los poetas españoles no han tocado nunca este tema y siquiera por el atrevimiento merezco una sonrisa, que tú me enviarás en seguidita.”

En la noche del 19 de febrero de 1922, García Lorca leyó en el Centro Artístico de Granada su conferencia “El Cante Jondo. Primitivo canto andaluz”, que fue ilustrada por el guitarrista Manuel Jofré. No se trataba sólo del primer acto público encaminado a despertar entusiasmo entre los granadinos por el proyectado concurso, sino —y esto lo sabían poquísimas personas presentes aquella tarde— de una glosa del poeta a sus propios poemas de inspiración jonda, recién compuestos. 

En el curso de su conferencia, Lorca reconoce explícitamente que en todo lo referente a los orígenes y evolución históricos del cante jondo, así como a la insólita estructura musical de éste, estructura de raíces orientales, se ha documentado con “el gran maestro Falla”, a quien designa como “auténtica gloría de España y alma de este concurso».

Notas extraídas de la biografía del poeta

“Federico García Lorca”

escrita por Ian Gibson 




He aquí unos fragmentos de dicha conferència: 

“Hace unos años, recién vuelto a Granada en vacaciones de mi universidad madrileña, paseaba con Manuel de Falla por una calle granadina donde surgen a veces esos típicos huertos orientales que van siendo únicos en el mundo. Era verano y mientras discurríamos nos limpiábamos el sudor de plata que produce la luna llena andaluza. Falla hablaba de la degeneración, del olvido y el desprestigio que estaban envolviendo nuestras viejas canciones, tachadas de tabernarias, de chulas, de ridículas por la masa de la gente, y cuando protestaba y se revolvía contra esto, de una ventana salió la canción antigua, pura, levantada con brío frente al tiempo. 

Flores, dejadme

flores, dejadme

que aquel que tiene una pena

no se la divierte nadie.

Salí al campo a divertirme

dejadme, flores, dejadme. 

Nos asomamos a la ventana y a través de las celosías verdes vimos una habitación blanca, aséptica, sin un cuadro, como una máquina de vivir del arquitecto Corbusier, y en ellas dos hombres, uno con la guitarra y el otro con su voz. Tan limpio era el que cantaba que el hombre de la vihuela desviaba suavemente los ojos para no verlo tan desnudo. Y notamos perfectamente que aquella guitarra no era la guitarra que viene en los estuches de pasas y tiene manchas de café con leche, sino la caja litúrgica, la guitarra que sale por las noches cuando nadie la ve y se convierte en agua de manantial. La guitarra hecha con madera de barca griega y crines de mula africana. (,,,)

Vean ustedes, señores, la trascendencia que tiene el "cante jondo" y qué acierto tan grande el que tuvo nuestro pueblo al llamarlo así. Es hondo, verdaderamente hondo, más que todos los pozos y todos los mares que rodean el mundo, mucho más hondo que el corazón actual que lo crea y la voz que lo canta, porque es casi infinito. Viene de razas lejanas, atravesando el cementerio de los años y las frondas de los vientos marchitos. Viene del primer llanto y el primer beso.

Una de las maravillas del cante jondo, aparte de la esencial melódica, consiste en los poemas.

Todos los poetas que actualmente nos ocupamos, en más o menos escala, en la poda y cuidado del demasiado frondoso árbol lírico que nos dejaron los románticos y los postrománticos, quedamos asombrados ante dichos versos.

Las más infinitas gradaciones del Dolor y la Pena, puestas al servicio de la expresión más pura y exacta, laten en los tercetos y cuartetos de la "siguiriya" y sus derivados. (…)

Causa extrañeza y maravilla, cómo el anónimo poeta de pueblo extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre. Hay coplas en que el temblor lírico llega a un punto donde no pueden llegar sino contadísimos poetas: 

Cerco tiene la luna,

mi amor ha muerto. 

Ya vengan del corazón de la sierra, ya vengan del naranjal sevillano o de las armoniosas costas mediterráneas, las coplas tienen un fondo común: el Amor y la Muerte..., pero un Amor y una Muerte vistos a través de la Sibyla, ese personaje tan oriental, verdadera esfinge de Andalucía.

En el fondo de todos los poemas late la pregunta, pero la terrible pregunta que no tiene contestación. Nuestro pueblo pone los brazos en cruz mirando a las estrellas y esperará inútilmente la seña salvadora. Es un gesto patético, pero verdadero. El poema o plantea un hondo problema emocional, sin realidad posible, o lo resuelve con la Muerte, que es la pregunta de las preguntas.

                (…) el cante jondo canta siempre en la noche. No tiene ni mañana ni tarde, ni montañas ni llanos. No tiene más que la noche, una noche ancha y profundamente estrellada. Y le sobra todo lo demás.

Es un canto sin paisaje y, por lo tanto, concentrado en sí mismo y terrible en medio de la sombra, lanza sus flechas de oro que se clavan en nuestro corazón. En medio de la sombra es como un formidable arquero azul cuya aljaba no se agota jamás.

Las preguntas que todos hacen de ¿quién hizo esos poemas?, ¿qué poeta anónimo los lanza en el escenario rudo del pueblo?, esto realmente no tiene respuesta.

Los verdaderos poemas del cante jondo no son de nadie, están flotando en el viento como vilanos de oro y cada generación los viste de un color distinto, para abandonarlos a las futuras.

Los verdaderos poemas del "cante jondo" están en sustancia, sobre una veleta ideal que cambia de dirección con el aire del Tiempo.

Nacen porque sí, son un árbol más en el paisaje, una fuente más en la alameda. 

          La mujer, corazón del mundo y poseedora inmortal de la "rosa, la lira y la ciencia armoniosa", llena los ámbitos sin fin de los poemas. La mujer en el cante jondo se llama Pena...

Es admirable cómo a través de las construcciones líricas un sentimiento va tomando forma y cómo llega a concrecionarse en una cosa casi material. Este es el caso de la Pena.

En las coplas la Pena se hace carne, toma forma humana y se acusa con una línea definida. Es una mujer morena que quiere cazar pájaros con redes de viento.

Todos los poemas del cante jondo son de un magnífico panteísmo, consultan al aire, a la tierra, al mar, a la luna, a cosas tan sencillas como el romero, la violeta y el pájaro. Todos los objetos exteriores toman una aguda personalidad y llegan a plasmarse hasta tomar parte activa en la acción lírica:

 

En mitá der "má"

había una piedra

y se sentaba mi compañerita

a contarle sus penas.

 

Tan solamente a la Tierra

le cuento lo que me pasa,

porque en el mundo no encuentro

persona e mi confianza.

 

Todas las mañanas voy

a preguntarle al romero

si el mal de amor tiene cura,

porque yo me estoy muriendo. 

El andaluz, con un profundo sentido espiritual, entrega a la naturaleza todo su tesoro íntimo con la completa seguridad de que será escuchado.

Pero lo que en los poemas del cante jondo se acusa como admirable realidad poética es la extraña materialización del viento, que han conseguido muchas coplas.

El viento es personaje que sale en los últimos momentos sentimentales, aparece como un gigante preocupado de derribar estrellas y disparar nebulosas, pero en ningún poema popular he visto que hable y consuele como en los nuestros: 

Subí a la muralla;

me respondió el viento

¿para qué tantos suspiritos

si ya no hay remedio?

 

El aire lloró

al ver las «duquitas» tan grandes

e mi corazón.

 

Yo me enamoré del aire,

del aire de una mujer,

como la mujer es aire,

en el aire me quedé.

 

Tengo celos del aire,

que da en tu cara,

si el aire fuera hombre

yo lo matara.

 

Yo no le temo a remar,

que yo remar remaría,

yo sólo temo al viento

que sale de tu bahía.

Otro tema peculiarísimo y que se repite en infinidad de canciones (las más) es el tema del llanto...

En la siguiriya gitana, perfecto poema de las lágrimas, llora la melodía como lloran los versos. Hay campanas perdidas en los fondos y ventanas abiertas al amanecer:

 

De noche me sargo ar patio

y me jarto de llorá,

en ver que te quiero tanto

y tú no me quieres ná.

 

Llorar, llorar ojos míos,

llorar si tenéis por qué,

que no es vergüenza en un hombre

llorar por una mujer.

 

Cuando me veas llorar

no me quites el pañuelo,

que mis penitas son grandes

y llorando me consuelo.

Y esta última, gitana y andalucísima:

Si mi corazón tuviera

berieritas e cristar

t'asomaras y lo vieras

gotas de sangre llorar. 

(…) No hay nada comparable en delicadeza y ternura con estos cantares y vuelvo a insistir en la infamia que se comete con ellos, relegándolos al olvido o prostituyéndolos con la baja intención sensual o con la caricatura grosera. Aunque esto ocurre exclusivamente en las ciudades, porque afortunadamente para la virgen Poesía y para los poetas aún existen marineros que cantan sobre el mar, mujeres que duermen a sus niños a la sombra de las parras, pastores ariscos en las veredas de los montes; y echando leña al fuego, que no se ha apagado del todo, el aire apasionado de la poesía avivará las llamas y seguirán cantando las mujeres bajo las sombras de las parras, los pastores en sus agrias veredas y los marineros sobre el ritmo fecundo del mar. 

(…) Es, pues, señoras, señores, el "cante jondo", tanto por la melodía como por los poemas, una de las creaciones artísticas populares más fuertes del mundo y en vuestras manos está el conservarlo y dignificarlo para honra de Andalucía y sus gentes.

(…) A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado en su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia en el libro como al que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía.”

 


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