21 de nov. 2006

Fin de semana literario-gastronómico

Además de los placeres del paseo y de la buena mesa, los encuentros de temporada " Vespres Literaris" son un lugar para exponer nuestras propias creaciones. En este artículo publicamos el artículo que yo aporte a la reunión y, más adelante, cuando Mabel me pase el suyo, también lo publicaremos en esta bitácora.

ECHEYDE


Siempre me ha gustado el mar. Nací en un pueblo pesquero y cada día de mi vida, hasta donde se remontan mis recuerdos, he soñado con zarpar en busca de aventuras y atracar en lugares desconocidos. Soy un soñador, lo sé, me lo recuerdan constantemente mis amigos, pero el sueño tan esperado, por fin, se puede hacer realidad.

Hace unos meses un grupo de amigos y conocidos del pueblo decidimos preparar un largo viaje en barco. Nos gusta el riesgo, la aventura y conocer el mundo más allá de nuestro pequeño pueblo de pescadores donde nunca pasa nada. Algunos lo llamaran suicidio, otros locura, para nosotros puede ser la aventura de nuestra vida y un giro radical en nuestros destinos. Los preparativos han sido intensos, días frenéticos de calcular los aprovisionamientos, la cantidad de combustible, de conseguir el dinero para hacer las compras, de interminables charlas con los compañeros sobre cuál puede ser la mejor ruta El entusiasmo se palpa en el grupo a pesar de nuestra corta experiencia marinera y la queja de algún compañero que tiene sus reservas sobre el éxito de la travesía. Salvando las iniciales reticencias de nuestras familias, en muy poco tiempo hemos conseguido reunir dinero para la embarcación, el combustible, los alimentos, el agua y los instrumentos de navegación. Ya llevamos en el puerto unas dos semanas y se acerca el día de zarpar. Mañana empezará una nueva vida. Esta noche, con toda seguridad, dormiremos muy poco porque ardemos en deseos de iniciar el viaje, no tenemos miedo, somos jóvenes y queremos conocer nuevas tierras y nuevas gentes.


Han pasado cuatro semanas desde que escribí en mi diario los párrafos anteriores. Hoy, en el barco, vivimos inmersos en el miedo, en la angustia y nuestros rostros reflejan el horror de una travesía espeluznante. Cuando partimos el día amaneció radiante, sin nubes, ideal para navegar. Todo fue bien durante los primeros cuatro días de ruta; la mar estaba encalmada y el motor de nuestra embarcación runruneaba suavemente a la par de nuestra felicidad y de nuestra esperanza. En la noche del quinto día de navegación, ¡nefasta noche!, se abatió sobre nosotros una tormenta espeluznante, atroz. En la negrura insondable del mar, abatidos por olas sin tregua, horrísonos rayos iluminaban los cuerpos contraídos por el miedo. De repente, una ola gigantesca barrió la cubierta de nuestro barco llevándose a cuatro de los nuestros e inutilizando el motor. Desde entonces vagamos a la deriva sin motor, ¿por qué no se le ocurrió a nadie comprar piezas de repuesto?, navegamos al capricho de esta mar, que creíamos amiga y que se ha tornado veleidosa y cruel. Hoy se han acabado las provisiones (calculamos una travesía de unas tres semanas) y el agua pronto escaseará. ¿Qué va a ser de nosotros? Nadie habla, nadie osa expresar lo que todos sentimos, el miedo nos ha privado de voluntad, de cualquier intento de acción .Los ojos extraviados de los compañeros se cruzan sin ver. En el silencio de la nave percibo unos sollozos sofocados.

Un mes desde la última anotación en el diario. ¿Cómo puedo narrar lo que he vivido? ¡Horror, horror, horror!, no encuentro otra definición. Con los escasos alimentos que nos ofrece esta mar enemiga y el agua que el cielo nos quiera hacer llegar, los compañeros han ido muriendo sin remedio. Los pocos que aún conservamos alguna fuerza, con gran pesar, los hemos ido lanzando por la borda a medida que morían. Pero lo peor ocurrió ayer. Dos compañeros, de los pocos que quedamos ya en el barco, plantearon la necesidad de comerse al último compañero muerto para poder sobrevivir. Yo creí enloquecer, al fallecido lo conocía desde que éramos unos niños, habíamos jugado juntos, crecido juntos, ¡cómo se les ocurría pensar que me lo tenía que comer! Creí enloquecer, en un ataque de rabia he luchado a muerte contra ellos. Al final, después de haber herido de muerte a uno de ellos, he conseguido lanzar al compañero por la borda. Agotado, me he refugiado en un rincón de la nave atento a lo que harán los que habían sido mis compañeros hasta ahora. El odio, el miedo y la impotencia se dibujan en nuestros rostros agrietados por el sol y el salitre; poco a poco, el sueño, el hambre y el agotamiento van nublando mi vista, he de abandonar, de momento, el diario.




Quince agónicos días han pasado, creo, desde la muerte del compañero, ¿quién puede contar los días en este infierno? Al parecer me he quedado solo, no oigo ningún sonido, no se oyen maldiciones, ni oraciones, ni toses… nada, silencio; pero no puedo asegurarlo porque me es imposible moverme del lugar donde me he derrumbado. En los últimos días se han sucedido las muertes, Desgraciadamente, como nuestro estado de debilidad es extremo, se han ido quedando allí donde morían, expuestos al sol, ¡secándose al sol!... ¿Seré yo el próximo? Creo que tengo algo de fiebre, ¡estoy tan débil! Algunas veces me río sin motivo aparente, recordando los preparativos del que iba a ser el viaje de nuestra vida. De una nueva vida para todos nosotros. La mayor parte del tiempo dormito o lloro. Me es imposible moverme pero, en los escasos minutos de lucidez que disfruto, intento escribir estas líneas. Cada vez estoy peor, me noto los labios totalmente agrietados y sangrantes. En el duermevela febril de las últimas horas he visto la montaña blanca que, según los marineros del pueblo, debía ser nuestro destino. Será una alucinación o tal vez estoy muerto porque veo una luz muy intensa que se acerca.

EPÍLOGO

El pueblo guanche denominaba al viejo volcán Echeyde.
Para los romanos era Nivaria
Para los aborígenes de la Palma era Tene ife (que significa montaña blanca)
Para los españoles es el Teide, en la isla de Tenerife.
Para los muchachos que se lanzan a la mar cada día, es un faro que señala la frontera de sus esperanzas: es la montaña blanca que señala el inicio de una nueva vida: .Europa.

Vespres Literaris en el Collsacabra, otoño 2.006

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