8 de nov. 2006

Evolución y mestizaje



En el mes de octubre la tertulía giró entorno a la obra de Jean M. Auel El clan del oso cavernario (ver artículo relacionado). En el debate surgió la pregunta de si nuestros "primos" neandertales se mezclaron, de alguna manera con nosotros.

Pues bien, un investigador de la universidad de Chicago, el señor Bruce Lahn, [ver El País de hoy] lleva investigando desde hace años el gen microcephalin y su vecindad cromosómica haplotipo D. Dicho así no nos dice gran cosa, pero se ha de tener en cuenta que este gen es el que, activado, desarrolla el encéfalo y , desactivado, nos remite a nuestra abuela Lucy. El profesor Lahn ha reseguido las variaciones de dicho gen a lo largo de los siglos y de las cadenas de homínidos, llegando a la conclusión que la última variación de dicho gen se produjo en Eurasia hace unos 37.000 años, a las puertas, por así decirlo, de la gran revolución del Paleolítico Superior y del triunfo del homo sapiens sapiens.

Lo más curioso del caso es que el haplotipo D es totalmente distinto a los 85 haplotipos restantes que todos tenemos, por lo que, concluye el investigador, ha de pertenecer a una especie distinta a la nuestra que se separó de nuestro linaje, por lo menos, hace un millón de años.

Queridos vesprestinos ,¿a quién puede corresponder el honor de habernos transmitido el haplotipo D, ese que nos vitaminó el cerebro? ¡ Correcto, habeís acertado! . Para el profesor Lahn no puede ser otra especie que el hombre de neandertal, que en un arrebato amoroso nos cedió gentilmente sus genes antes de hacer mutis por el foro.

Así, podemos sonreir con Ayla porque, a la postre, su hijo habita en todos nosotros.

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