Trieste, ciudad ubicada en la frontera con Eslovenia, es uno de los
rincones más cosmopolitas, misteriosos y desconocidos de Italia. Capital
mediterránea del café —y de los cafés literarios—, hogar adoptivo de James
Joyce y antiguo puerto del Imperio Austro-Húngaro, Trieste es, quizás, el lugar menos italiano de Italia.
Trieste, la
ciudad de perfil
por Javier Goñi
“Saba, Svevo e incluso Joyce, que vivió en Trieste, la ciudad de perfil, la ciudad austro-húngara del Adriático, que quiso ser, y lo es, italiana, esa ciudad que mira al mar empujada por el
imponente macizo montañoso del Carso. Las huellas del gran Umberto Saba, poeta y
librero, del inmenso Italo Svevo, novelista y judío, incluso las de Joyce, que vino a Trieste
para ganarse la vida dando clases de inglés y escribir sus mejores textos,
están presentes —placas, estatuas de bronce, recorridos a pie— por toda la
ciudad. Pero hay otros escritores triestinos. Estos, y otros más.
El particularismo triestino. La expresión se la tomo a Claudio Magris, que tanto ha escrito sobre su ciudad natal. Y sobre
sus escritores, sobre Scipio Slataper,
nacido austro-húngaro, muerto como
voluntario italiano en la Gran Guerra, autor
de Mi Carso, una bellísima elegía
sobre Trieste y su diversidad. Slataper
influyó en Giani Stuparich, autor
que sobrevivió a la Gran Guerra, aunque no su hermano Carlo, también escritor
(los dos comparten calle y reposan en el mismo mausoleo familiar).
Marisa Madieri, la mujer de Magris, nacida en Fiume, tierra croata que dejó de ser italiana tras la
última guerra, al final de su vida, truncada por un cáncer, escribió uno de los libros más conmovedores
que uno ha leído, Verde agua, un
terrible y bellísimo relato sobre esos exiliados italianos, judíos unos, otros no, refugiados en Trieste y expulsados de Fiume. Un bellísimo ejercicio de memoria histórica y
familiar que la autora hizo convivir con su propia realidad: “Quizá un bultito
que me he descubierto otra vez en el pecho me recuerda…”.
Otras estelas. Franco Vegliani (Trieste, 1915), su padre de Fiume. Combatiente en la última guerra, fue periodista y escritor, autor de; para Magris “uno de los libros más hermosos de
la literatura triestina de posguerra”. O P. A. Quarantoti Gambini, compañero de Saba de cafés, muerto hace 50 años y autor de La estela del crucero, sobre la amistad
de tres adolescentes en el puerto triestino. O Roberto
Bazlen, muerto hace 50 años, que nunca quiso publicar este texto inconcluso, El
capitán de altura. O el poeta dialectal, Virgilio Giotti, autor de Colores.
O Fulvio Tomizza. O…
El librero alemán. Además de
todos estos textos citados —y los olvidados—, el viajero curioso que recorra
esta ciudad fronteriza, aplastada por el Carso y por la historia, cruce de
caminos y civilizaciones, no debe dejar
de meter en la mochila alguna de las muchas novelas policiacas del alemán, establecido de librero en Trieste, Veit
Heinichen. La serie del comisario
triestino Proteo Laurenti es una delicia para callejear y conocer todas
sus identidades y diversidades actuales. Forma parte también del particularismo
triestino.”
El País
8/06/2015
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