20 d’abr. 2019

la higuera




“Tomé el libro que la gente de Ladies' Day me había enviado.  Cuando lo abrí, cayó una tarjeta.  El anverso mostraba un perro de lanas con una floreada camisa de pijama,  sentado en una cesta con cara triste,  y el reverso presentaba el mismo perro tendido en la cesta,  con una leve sonrisa,  profundamente dormido bajo un diseño bordado que decía: ‘ Mejorarás si descansas mucho, mucho.’  Alguien había escrito en la parte inferior de la tarjeta: ‘¡Mejora pronto!;  de parte de todos tus amigos de Ladies' Day’ , en tinta de color violeta.
Pasé de un relato a otro hasta llegar finalmente a uno acerca de una higuera.
La higuera crecía en un verde prado entre la casa de un judío y un convento,  y el judío y una hermosa monja trigueña se encontraban a menudo junto al árbol para recoger higos maduros,  hasta que un día vieron en una rama un huevo empollado en un nido y mientras observaban al pajarillo abrirse camino con el pico,  sus manos se rozaron,  y desde entonces la monja no volvió a recoger higos maduros con el judío;  en su lugar iba una cocinera católica y de rostro perverso,  quien contaba los higos que el judío recogía para asegurarse de que no se llevaba más que ella,  y el hombre estaba furioso.
Me pareció una historia encantadora,  especialmente la parte referente a la higuera en invierno,  bajo la nieve,  y luego en primavera cargada de fruta verde.  Lamenté llegar a la última página.  Deseé poder arrastrarme por entre las líneas negras del papel impreso,  como si se tratara de una cerca, e ir a dormir bajo la gran higuera,  verde y hermosa.
(…)
Vi mi vida extendiendo sus ramas frente a mí como la higuera verde del cuento.
De la punta de cada rama,  como si de un grueso higo morado se tratara, pendía un maravilloso futuro,  señalado y rutilante.  Un higo era un marido y un hogar feliz e hijos y otro higo era un famoso poeta,  y otro higo era un brillante profesor,  y otro higo era E Ge, la extraordinaria editora,  y otro higo era Europa y África y Sudamérica y otro higo era Constantino y Sócrates y Atila y un montón de otros amantes con nombres raros y profesiones poco usuales,  y otro higo era una campeona de equipo olímpico de atletismo,  y más allá y por encima de aquellos higos había muchos más higos que no podía identificar claramente.
Me vi a mí misma sentada en la bifurcación de ese árbol de higos, muriéndome de hambre sólo porque no podía decidir cuál de los higos escoger.  Quería todos y cada uno de ellos,  pero elegir uno significaba perder el resto,  y,  mientras yo estaba allí sentada,  incapaz de decidirme,  los higos empezaron a arrugarse y a tornarse negros y,  uno por uno,  cayeron al suelo,  a mis pies.”


La campana de cristal
Sylvia Plath

“Nunca volveré a hablar con Dios. Esa es la respuesta que Sylvia Plath le da a su madre cuando esta le comunica que su padre ha muerto. La infancia de la poeta, hasta que su padre muere, es bastante común en la medida que las familias felices son comunes.”

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por  Jenn Díaz

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