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Sylvia Plath y Ted Hughes, con quien se casó en 1956.
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“Yo tampoco sabía taquigrafía.
Esto significaba que no podría obtener un buen
empleo al graduarme. Mi madre no dejaba de decirme que nadie quería a una
simple licenciada en Lengua Inglesa. Pero una licenciada en inglés que supiera
taquigrafía era algo distinto. Todo el
mundo la quería. Era muy solicitada por
los jóvenes que hacen carrera y transcribía una emocionante carta tras otra.
El problema era que yo detestaba la idea de
trabajar para los hombres de cualquier forma que fuera. Quería dictar mis propias emocionantes cartas.
Además, esos pequeños símbolos taquigráficos del libro
que mi madre me mostraba, me parecían
tan malos como, digamos que t fuera igual
a tiempo y s igual a la distancia
total.
Mi lista se hacía más larga.
Era una deplorable bailarina. No podía llevar el ritmo. No tenía sentido del equilibrio, y cuando
teníamos que recorrer una tabla estrecha, con las manos a los lados y un libro sobre la
cabeza durante la clase de gimnasia, yo siempre
me caía. No podía montar a caballo ni
esquiar, las dos cosas que más deseaba
hacer, porque costaban demasiado dinero.
No sabía hablar alemán ni leer hebreo ni
escribir chino. No sabía ni siquiera en
qué lugar del mapa estaban la mayoría de los extraños lejanos países que los
hombres de la ONU que tenía delante representaban.
Por primera vez en mi vida, sentada allí, en el corazón aislado acústicamente del
edificio de las Naciones Unidas, entre
Constantino, capaz de jugar tenis tan
bien como interpretar simultáneamente, y
la chica rusa que sabía tantos modismos, me sentí terriblemente inadecuada. El problema era que yo siempre había sido
inadecuada, simplemente no había pensado en ello. En lo único que destacaba era
en ganar becas y premios, y esa época se
acercaba a su fin.”
La campana de cristal
Sylvia Plath
“Sylvia
conoció a Ted Hughes en una fiesta. Así nos cuenta su primer encuentro: `Me besó
violentamente en la boca y me arrancó la cinta del pelo, mi pañuelo rojo que había soportado el sol y
mucho amor y no volveré a encontrar otro igual, y mis pendientes de plata preferidos: ¡já!, continuaré, rugió Y
me besó el cuello y yo le mordí fuerte la mejilla y cuando salimos de la habitación
la sangre le caía por la cara`. Después
Hughes diría que `el sistema solar nos casó esa noche`.
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Inés Renzi
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