19 d’abr. 2019

sylvia plath o la mancha que nadie pudo borrar

Sylvia Plath y Ted Hughes, con quien se casó en 1956.



“Yo tampoco sabía taquigrafía.
Esto significaba que no podría obtener un buen empleo al graduarme. Mi madre no dejaba de decirme que nadie quería a una simple licenciada en Lengua Inglesa. Pero una licenciada en inglés que supiera taquigrafía era algo distinto.  Todo el mundo la quería.  Era muy solicitada por los jóvenes que hacen carrera y transcribía una emocionante carta tras otra.
El problema era que yo detestaba la idea de trabajar para los hombres de cualquier forma que fuera.  Quería dictar mis propias emocionantes cartas.  Además,  esos pequeños símbolos taquigráficos del libro que mi madre me mostraba,  me parecían tan malos como, digamos que t fuera igual a tiempo y s igual a la distancia total.
Mi lista se hacía más larga.
Era una deplorable bailarina.  No podía llevar el ritmo.  No tenía sentido del equilibrio, y cuando teníamos que recorrer una tabla estrecha,  con las manos a los lados y un libro sobre la cabeza durante la clase de gimnasia,  yo siempre me caía.  No podía montar a caballo ni esquiar,  las dos cosas que más deseaba hacer,  porque costaban demasiado dinero.  No sabía hablar alemán ni leer hebreo ni escribir chino.  No sabía ni siquiera en qué lugar del mapa estaban la mayoría de los extraños lejanos países que los hombres de la ONU que tenía delante representaban.
Por primera vez en mi vida,  sentada allí,  en el corazón aislado acústicamente del edificio de las Naciones Unidas,  entre Constantino,  capaz de jugar tenis tan bien como interpretar simultáneamente,  y la chica rusa que sabía tantos modismos, me sentí terriblemente inadecuada.   El problema era que yo siempre había sido inadecuada, simplemente no había pensado en ello. En lo único que destacaba era en ganar becas y premios,  y esa época se acercaba a su fin.”

La campana de cristal
Sylvia Plath


“Sylvia conoció a Ted Hughes en una fiesta.  Así nos cuenta su primer encuentro: `Me besó violentamente en la boca y me arrancó la cinta del pelo,  mi pañuelo rojo que había soportado el sol y mucho amor y no volveré a encontrar otro igual,  y mis pendientes de plata preferidos: ¡já!,  continuaré,  rugió  Y me besó el cuello y yo le mordí fuerte la mejilla y cuando salimos de la habitación la sangre le caía por la cara`.  Después Hughes diría que `el sistema solar nos casó esa noche`.


 Leer el artículo completo de Inés Renzi

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