El mundo portentoso de Juan José
Millás
por Antón Castro
Haraldo de Aragón
13/12/2011
“Juan José Millás ha conseguido crear un estilo propio. En la literatura y en el periodismo. Casi diría que más en el periodismo: tanto en sus reportajes como en sus retratos, que tienen algo especial, una forma de mirar que enlaza lo cotidiano, el absurdo y el escalofrío, pero sobre todo donde resulta muy original es en la columna. Juanjo Millás la ha convertido en un articuento: en un género híbrido donde se alían las dos o tres ideas de la columna habitual de actualidad con la forma y los extravíos del cuento. Ahí logra que lo que se le antoja: textos lúcidos, desconcertantes, precisos, textos que son como una alucinación, textos que nacen de la pesadilla, de los sueños, de la observación, de un paseo por las calles, en bus o en tranvía, de la pura invención o de los recuerdos.
En cierto modo, Juanjo Millás arranca de los surrealistas, de Alfred Jarry, de Cortázar y de Kafka, y presenta algunas semejanzas con Roald Dahl, Arreola y Monterroso. Arranca de la entomología y de la medicina y de su profunda curiosidad, sobre todo. Es un notario de lo extraño, de las patologías y de las amputaciones; parece sojuzgado por la ciencia. Es un escritor que posee una metodología clínica y la exactitud de un anatomista: eso le permite percibir que las falanges de los dedos hablan entre sí, que un dedo de repente estalla o crepita con un sonido especial, que la espalda es un laberinto de secretos o que de detrás de la fiebre o de los microbios hay todo un universo secreto.
Millás es un narrador del apocalipsis y de lo inadvertido, es un observador de lo que pasa en el café (es un consumado maestro en el arte de oír confidencias sexuales como la de aquel señor que dice que quiere separarse porque no puede soportar que su mujer tenga intestinos), es capaz de ver replicantes a lo Blade runner un día cualquiera o es capaz de reflexionar largo y tendido sobre un asunto como Cuerpo y protésis en un texto más largo, espectacular e inquietante como casi todos los suyos. Cuando se acerca a los pequeños detalles, sus cuentos resultan impecables como insectos, un milagro de la literatura.
Millás se maneja en todos los ámbitos: el terror, la fantasía, lo cotidiano, lo científico, lo alegórico, lo escatológico, lo erótico, tratado a veces oblicuamente como sucede en Pornografía. Sabe que el mundo está lleno de tensiones que irrumpen del modo más inesperado, como sucede en Un hombre feo, un cuento sobre uno de los temas que más le apasionan, el otro, el doble, los espejismos de la identidad. O como sucede en Vísperas de una boda. Millás tiene la rara facultad de convertir cualquier nimiedad en una gran aventura: su percepción de lo raro convierte una extracción de sangre en un relato increíble, donde conviven el espanto, lo inaudito y la aprensión. Y es tan poco sentimental y burlón que es capaz de inventar a un tipo cuyo primer amor fue la prótesis de una niña coja. Otro elemento fundamental es el humor: el humor desternillante, negro, contenido, y la ironía que no cesa.
Es difícil seleccionar textos. Articuentos completos es uno de los libros más impresionantes e inagotables que he leído jamás sobre los mecanismos y las posibilidades de la ficción a partir de la realidad. Es un libro de alguien puntilloso, obsesivo, desvelado y lúcido que le concede la máxima importancia a lo mínimo, como abrir una lata de sardinas, pero también a la vida en pareja, a la política, a las noticias, al arte que usa carne humana, a la memoria o al sabor de un beso con aparato bucal... Vas de sorpresa en sorpresa, como en un proceso febril o en un delirio: el lector vive, página tras página, ese instante abrupto en el que no sabes ni quién eres, ni dónde estás, ni lo que es verdad, desconcierto, abismo, extrañamiento o sueño. No se sabe del todo si te persiguen o si eres el perseguidor. En fin, como dice Millás he aquí un mundo portentoso.”
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