el juego
“Se echó de nuevo en la cama y
contempló el techo blanco y la bombilla desnuda. Notaba que le sudaban las
axilas como si hubiese hecho un gran esfuerzo para mantener esa conversación, pero
no era un sudor nervioso, sino más bien el resultado de una justicia
satisfactoria. En la habitación contigua, la pareja había vuelto a empezar, y
por un momento escuchó los ritmos inconfundibles del sexo, que le resultaron
divertidos y hasta placenteros.
«Más de uno se lo pasa en grande
durante la jornada laboral», pensó.
Luego se levantó y buscó hasta encontrar un pequeño bloc de papel en el cajón de la mesilla de noche y un bolígrafo.
En el papel escribió los nombres y los teléfonos de los dos hombres a los que acababa de llamar. Bajo ellos, anotó «Dinero. Reputación». Puso señales junto a esas palabras y escribió a continuación el nombre del tercer hotel sórdido en el que había hecho una reserva y debajo garabateó la palabra «casa».
Después arrugó el papel y lo lanzó a una papelera de metal. Dudaba que limpiaran con demasiada regularidad la habitación y pensó que había muchas probabilidades de que quien fuera a buscarlo a él encontrara el papel. Además, sería lo bastante listo como para comprobar las llamadas telefónicas de esa habitación, lo que reflejaría los números que acababa de marcar. Relacionar esos números con las conversaciones no era demasiado difícil.
«El mejor juego es aquél en el que no te das cuenta de que estás jugando», pensó.”
El psicoanalista
John Katzenbach
traducción: Laura Paredes
Ediciones B, 2004
pág: 367
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