Nawal El Saadawi: «Con 8 años, ya desafiaba incluso a Dios»
por Núria Marrón
El Periódico
21/03/2021
"La escritora y activista egipcia Nawal El Saadawi conserva la misma energía que le sirvió, 40 años atrás, para nombrar a la bestia y aguantar luego el bumerán de consecuencias. Con La cara oculta de Eva y Mujer en punto cero, la autora marxista señaló los abusos y violencias machistas que, en las penumbras, ejercían desde hombres revolucionarios y gobernantes hasta profesores y padres de familia. Muy pronto, descubrió que salir de la jaula no sale gratis, como atestigua el historial de despidos, escarnios, condenas e incluso amenazas de muerte a los que pasa revista con unos guantes blancos de encaje que quizá sean la única concesión que hace a sus 86 años.
-Yo fui una niña muy rebelde. ¿Sabe? Ya de pequeña, desafiaba a Dios.
P: ¿Y cómo desafía una niña a Dios?
R: Mi abuela era campesina y analfabeta. Y el alcalde del pueblo, que se llevaba su algodón, solía tratarla muy mal, con mucho desprecio, igual que al resto de agricultores. «Sois unos ignorantes», les gritaba. «Y tú, mujer -le decía-, ¡no has leído el Corán! ¡No sabes nada de Dios!». Pero un día mi abuela se hartó y le replicó: «¿Quién te ha dicho que el Corán sea Dios? ¡Dios no es un libro, Dios es justicia y lo conocemos a través de nuestra mente!». Yo tenía 5 años cuando escuché aquello. Y comprendí.
P: ¿Qué comprendió exactamente?
R: Que Dios es justicia. Por eso, cuando empecé a notar que mi hermano tenía más derechos que yo, a pesar de que yo era mejor estudiante, me revolví. Me quejaba y mi familia me decía que los chicos valían más que nosotras. Así que cogí lápiz y papel y redacté la primera carta de mi vida. «Dios -escribí-, mi abuela me ha dicho que tú eres justicia. Pero si no eres justo y no llego a ser igual que mi hermano, no estaré lista para creer en ti». ¡Y solo tenía 8 años!
P: Y luego habló de su propia ablación. En lugar de esconder la herida, la mostró con insolencia y valentía.
R: Lo cierto es que yo había olvidado mi propia circuncisión. Completamente. Sufría amnesia infantil, un mecanismo de defensa de los niños para olvidar el dolor. Sin embargo, ya con 20 años, cuando entré a la Facultad de Medicina y empecé a oír el llanto de niños y niñas en las consultas de los doctores... recordé. Recordé aquella noche en la que, con 6 años, me sacaron de la cama, me llevaron al lavabo, me abrieron los muslos al máximo, y con una cuchilla me cortaron un trozo de carne.
P: Y su madre estaba allí, hablando amigablemente con aquellos extraños.
R: Sí, creo que aquel fue el golpe más duro. Mi familia era cultivada, pero la costumbre de escindir el clítoris en aquellos años estaba muy extendida en el campo y las ciudades. Así que cuando recordé lo que me había pasado, me comprometí a trabajar en mi propia recuperación y en ayudar a todas las niñas. No quería eso para mi hija. Y ahí empezó mi lucha. Sí, creo que ahí fue.
P: También empezaron a atacarle, desde intelectuales hasta religiosos y políticos. Desvergonzada, le llamaban.
R: Sí, había tocado un tabú muy arraigado. ¡Incluso los médicos se me echaron encima! Yo era directora de Salud Pública y el ministro de Sanidad me despidió. Todo el mundo se volvió contra mí. El Gobierno, musulmanes, cristianos... Por aquel entonces, también empecé a hablar de la sexualidad de la mujer, de cómo se nos prohibía el goce, y luché contra el concepto de la virginidad. Había mujeres a las que mataban porque no sangraban la noche de bodas. ¡Y eran inocentes!
P: Entonces conoció a una prostituta condenada a muerte por haber matado a su proxeneta y su vida, dice, cambió.
R: Firdaus, la protagonista de Mujer en punto cero. es la mujer con más coraje que he conocido. Prefería morir a pedir clemencia al presidente, quien seguramente la habría indultado. Era mucho más valiente que yo.
P: ¿Por qué le marcó tanto la historia de rebelión ante las opresiones de clase y género que le contó aquella mujer antes de ser ejecutada?
R: Porque tras escucharla, comencé a avergonzarme de mis propias mentiras. En adelante, empecé a rechazar a la autoridad. Desafié al presidente Sadat, luego a Mubarak, me enfrenté a los religiosos de todos los credos, a los médicos, me divorcié de mi marido. ¡Cómo me han odiado mis maridos!
P: ¿Qué tipo de miserias descubrió en sus tres matrimonios?
R: Supongo que las mismas que el resto de mujeres. Incluso diría que fui un poco más afortunada, porque ningún marido, ni nadie, me ha llegado a oprimir.
P: Sin embargo, dice que sobrevivió de milagro a sus tres matrimonios. A su segundo esposo incluso lo amenazó con el bisturí para lograr el divorcio.
R: ¡Exactamente! Era un hombre de derecho y me decía «¡es la ley, la ley, lograrás el divorcio cuando las ranas críen pelo!». Pero lo conseguí. El matrimonio es una institución opresiva. Y la maternidad, también, porque puede convertirse en una prisión.
P: ¿Una prisión?
R: Sí, porque nos obligan a sacrificarnos por los hijos. Conozco a muchas mujeres que quieren divorciarse de sus maridos, pero se quedan con ellos por los niños. Yo no era así. Nunca, nunca, me sentí esclava ni de mis hijos ni de nadie. Mi nombre estuvo durante muchos años en una lista de gente amenazada de muerte por los integristas islámicos. Y yo prefería que me mataran antes que convertirme en esclava.
P: Sin embargo, se acabó exiliando a EEUU. ¿Cuál es el precio más alto que ha pagado?
R: Aprendí mucho viviendo fuera de mi país. Incluso en la cárcel, a donde me envió Sadat por oponerme a los Acuerdos de Paz entre Egipto e Israel. Fue una experiencia dolorosa, sí, pero también enriquecedora. Allí, sobre papel higiénico y de liar, escribí Memorias de la cárcel de mujeres, una de mis obras más reconocidas. Así que, sin duda, el precio más alto que he pagado ha sido ver cómo el Gobierno amenazaba y coaccionaba a mis hijos para castigarme. Sí, eso ha sido lo más doloroso.
P: ¿Se ha sentido sola?
R: No, ha sido mi elección. Además, en la lucha política siempre he estado rodeada de gente joven. Miles de jóvenes me han dado su apoyo. Hombres y mujeres.
P: Alguna vez ha dicho que si la vida descubre que no tienes aguijón te devorará. ¿La escritura ha sido el suyo?
R: ¡Exacto! Escribir ha sido mi arma.
P: Y también la ha puesto en peligro.
R: Sí, pero también ha sido mi mayor protección, porque me ha dado poder. Nadie puede tocarme ahora. ¿Para qué van a matarme? Mis libros ya están ahí, sería algo inútil. Hace años tenía miedo a que me mataran y también temía al exilio. Ahora ya no. ¡Ya he pasado por todo! Ya me he habituado a todo, excepto a la edad.
P: ¿Y cómo se ve el mundo desde los 86 años?
R: Con ambivalencia. La lucha en favor de la igualdad entre hombres y mujeres y ricos y pobres es una batalla que se va ganando y perdiendo a la vez. Siempre se gana y se pierde. Así es la vida. Sin embargo, creo que el capitalismo y las religiones, no solo el islam, son los principales problemas de las mujeres en todo el mundo.
P: Poco se habla de las mujeres migrantes.
R: Y su situación es horrible, terrible. África es un continente muy rico empobrecido por el colonialismo. Y ahora mujeres y hombres emigran a Europa para poder recuperar su dinero. ¡No vienen a pedir limosna! Pero muchos europeos no lo entienden y creen que llegan para robarles.
P: Estuvo muy activa en la revuelta de Tahrir. ¿Desesperanzada, al ver cómo han terminado las protestas?
R: ¿Por qué? ¡Yo sigo muy esperanzada!
P: Parece que la represión con el presidente Al-Sisi es peor que con Mubarak.
R: Lo que hace Al-Sisi es mantener unido el Ejército, para que Egipto no se desangre y se convierta en otra Siria. Y la gente le apoya. ¿Sabría decirme por qué Europa, EEUU e Israel están en su contra y dicen que es un dictador? Porque prefieren un país dividido y débil para volver a explotarnos.
P: Señora Saadawi, Aministía Internacional denuncia, por ejemplo, que hay más de 40.000 presos políticos.
R: ¡Eso son grandes mentiras! ¿Acaso han venido a contar a los presos? También los hay en Israel y EEUU. ¿Por qué no hablan de ellos? ¿O es que Egipto es el único país que los tiene? ¿Usted cree que Amnistía Internacional está interesada en mi libertad? Jajaja. Vivimos en una jungla de mentiras.
P: Oiga, ¿usted nunca baja los brazos?
R: La esperanza es poder. Mis padres me inocularon una gran confianza en mí misma. Y cuando sientes esa fuerza interior, es muy difícil que alguien pueda doblegarte. ¿Sabe? Yo me he sentido poderosa incluso en la cárcel. Creo que esa fuerza me viene de mi abuela y de la diosa Isis. Sí, igual soy una especie de nieta suya."
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