4 de nov. 2021

persuasión, 4

 




“Sir Walter Elliot, señor de Kellynch Hall, en el condado de Somerset, era un hombre que jamás leía para entretenerse otro libro que la Crónica de los baronets; en él hallaba ocupación para sus horas de ocio y consuelo en las de abatimiento; allí se llenaba su alma de admiración y respeto al considerar el limitado resto de los antiguos privilegios; cualquier desazón originada en asuntos domésticos se convertía fácilmente en piadoso desdén cuando su vista recorría la serie casi interminable de los títulos concedidos en el último siglo y, por fin, ya que otras páginas no le resultaban lo bastante atractivas, allí podía leer su propia historia con renovado interés. La página por la que siempre abría su libro favorito comenzaba así:

ELLIOT DE KELLYNCH HALL

"Walter Elliot, nacido el 1 de marzo de 1760, se casó el 15 de julio de 1784 con Elizabeth, hija de James Stevenson, señor de South Park, en el condado de Gloucester; de esta mujer —que murió en 1830— tuvo a Elizabeth, nacida el 1 de junio de 1785; a Anne, nacida el 9 de agosto de 1787; un hijo, nacido muerto, el 5 de noviembre de 1789, y a Mary, que vio la luz el 20 de noviembre de 1791."

Esto era lo que explicaba el texto, tal y como había salido de las manos del impresor. Pero sir Walter lo modificó añadiendo, para su conocimiento y el de su familia, después de la fecha del nacimiento de Mary, las palabras siguientes: «El 16 de diciembre de 1810 contrajo matrimonio con Charles Musgrove, señor de Uppercross, en el condado de Somerset», y anotó con toda exactitud el día del mes en que perdió a su esposa.

Seguía después, en estilo llano, la historia del encumbramiento de la antigua y respetable familia; cómo se estableció primeramente en Cheashire; la honrosa mención que se hacía de ella en la genealogía de Dugdale; el desempeño a las órdenes del sheriff; la representación de la ciudad ostentada en tres Parlamentos sucesivos; méritos de lealtad y acceso a la dignidad de baronet en el primer año del reinado de Carlos II, con todas las Marys y Elizabeths con quienes los Elliot se unieron en matrimonio: todo ello, que llenaba dos hermosas páginas, concluía con las armas y la divisa; luego decía: «Casa solariega, Kellynch Hall, en el condado de Somerset», y debajo figuraban estas palabras, escritas de puño y letra de sir Walter: «Presunto heredero, William Walter Elliot, biznieto del segundo sir Walter.»

La vanidad lo era todo en el carácter de sir Walter Elliot, tanto en lo referente a su persona como a su rango. En su juventud había sido muy bien parecido, y a los cincuenta y cuatro años aún era todavía un hombre apuesto. Pocas mujeres estimarían su propia figura más que él la suya, y no habría ayuda de cámara de un lord que se mostrase más satisfecho del lugar que le correspondía en la sociedad. En su opinión, el don de la belleza sólo era inferior a la suerte de ser baronet, de modo pues que su persona, que reunía ambas ventajas, era el objeto constante de su devoción y respeto más fervientes.

Su presencia y su linaje requerían un amor acorde a ellas, y aun una esposa de condición superior a la que él mismo merecía. Mrs. Elliot había sido una mujer excelente, delicada y tierna, a quien, después de acceder al honor y la vanagloria de ser la esposa de sir Elliot, nada hubo que reprocharle. A fuerza de ser dulce y complaciente y de disimular los defectos de su esposo, conservó el respeto de éste durante diecisiete años, y aunque no puede decirse que fuera completamente feliz, halló en el cumplimiento de sus deberes, en sus amigos y en sus hijos motivo suficiente para amar la vida y para que no le fuera indiferente el separarse de ellos al perderla. Tres hijas —las dos mayores, de dieciséis y catorce años respectivamente— eran un legado demasiado querido para abandonarlo al cuidado de un padre engreído y necio. Tenía una amiga íntima, a quien el profundo afecto que le profesaba la había llevado a vivir cerca de ella, en el pueblo de Kellynch, y era en la discreción y ternura de esta amiga en lo que Mrs. Elliot había confiado para que sus hijas adelantaran en su instrucción y persistieran en las virtudes que había procurado inculcarles. Esta amiga no se casó con sir Walter, aunque lo anterior haya inducido a pensarlo. Habían transcurrido trece años desde la muerte de Mrs. Elliot, y siendo vecinos y allegados, si viuda era una, viudo era el otro.”

Persuasión
Jane Austen
traducción: Manuel Ortega y Gasset
Penguin Clásics
Pág: 5-9

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