2 de des. 2021

la dona que buscava, 2

 

“ Según Margot Badran [en su libro “Gender Activism: Feminism and Islamists in Egypt”, en V.M. Moghadam (ed.), Identity Politics and Women. Cultural Reassertions and Feminisms in International  Perspective. Oxford, Westview Press, 1994.] la cronología del movimiento de mujeres en Egipto abarca tres grandes etapas: la primera ola, entre 1920 y 1950, comprende los inicios del feminismo organizado en los años veinte y la participación de las mujeres en el movimiento islámico a partir de los años treinta. La segunda ola, surgida en las décadas de los setenta y los ochenta, a la par que se extendía el movimiento de mujeres en occidente y ascendía la influencia del feminismo conservador en Egipto, está muy ligada a la figura de Nawal As- Saadawi, que introdujo en la agenda feminista la necesidad de realizar una revolución democrática que impulsara las libertades y renovara la situación cultural, social y económica de las mujeres. La tercera ola emergió en los años noventa con un programa de reivindicaciones de género en el que se solicitaban los derechos femeninos aunque un sector de las mujeres que los demandaban llevaran hiyab y rechazaran el feminismo occidental.
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En 1944 se fundó la Liga de Mujeres Estudiantes y Graduadas Universitarias, que fue un nuevo foro para el debate intelectual. Por otra parte, la Unión Femenina Egipcia exigió en 1947 la modificación de las leyes referentes al sufragio para que las mujeres pudieran acceder a los derechos políticos en las asambleas locales y parlamentarias. Paralelamente se formaron nuevas asociaciones que demandaban la participación de las mujeres en la vida pública. Uno de los episodios más ilustrativos de la lucha femenina para entrar en el Parlamento fueron las manifestaciones del 19 de febrero de 1951, presididas por Durriyya Šafīq, a las que asistieron 1000 mujeres. Acciones similares tuvieron lugar el 12 de marzo de 1954, protagonizadas por un grupo de activistas del partido Bint An-Nīl en el edificio de sindicato de periodistas, que llevaron a cabo una huelga de hambre para exigir los derechos políticos activos y pasivos. Finalmente estas demandas se materializaron en la Constitución de 1956.

El movimiento feminista peleó duro para que los gobernantes garantizaran y la sociedad admitiera la igualdad entre hombres y mujeres. Tropezó con actitudes culturales muy conservadoras a lo largo de su trayectoria, tuvo que luchar contra las leyes y los hombres que se negaban a renunciar a su situación de privilegio, y también contra las propias mujeres que tenían miedo a romper con las formas de vida establecidas. No obstante, la perseverancia de las activistas sirvió para que muchas egipcias entraran en el ámbito público, lograran formarse y trabajar como maestras, abogadas y médicas, o participaran activamente en la política –una minoría- como diputadas o embajadoras. En la Carta Nacional de 1962 figuraba la libertad de las mujeres. A partir de ahí se pudo constatar una mayor presencia femenina en la esfera pública.
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No obstante, As-Saadawi considera que hubo dos factores que lastraron las prácticas feministas: el elemento religioso y la clase social. Ciertamente, el hecho de tener que mostrar continuamente “el respeto por la religión” y la necesidad de “practicarla en su verdadero espíritu” constituirían un obstáculo para las mujeres laicas que habían hecho de la religiosidad un asunto privado. Por otra parte, el peso social de la élite feminista egipcia, pese a sus iniciativas reformistas, truncó la aproximación a las mujeres rurales y a las trabajadoras urbanas.

La segunda ola feminista egipcia, muy ligada a Nawal As-Saadawi, considerada su principal voz de autoridad desde que introdujera el debate sobre la sexualidad femenina en las sociedades árabes con su obra Mujer y sexo (1972), se extendió durante los años setenta y ochenta. Fue una etapa marcada por la creciente tensión entre las feministas laicas y las mujeres islamistas, tensión que se incrementaría en décadas posteriores por la irrupción de un feminismo musulmán de corte moderado y culturalmente “autóctono” frente a los planteamientos occidentales; y por la emergencia de un “feminismo islámico”, mucho más conservador (y paradójicamente) radical en sus planteamientos religiosos y políticos. Esta segunda ola feminista iba a coincidir con la extensión del movimiento de mujeres en occidente y con sus manifestaciones en los denominados países del Tercer Mundo (…)

En estos años el feminismo egipcio, de acuerdo con la idea: “lo personal es político”, trasladó a su agenda cuestiones que hasta ese momento habían permanecido en la sombra en las sociedades musulmanas: la virginidad, el incesto, los abusos sexuales, la prostitución, la mutilación genital femenina y la salud reproductiva de las mujeres, entre otros asuntos sumamente importantes en la vida de las mujeres. El movimiento feminista tuvo en los años ochenta una gran proyección. Una de sus preocupaciones fue rehacer la identidad de las mujeres, como “sujetos” y agentes de cambio social, más allá del papel de receptoras de los beneficios de las políticas gubernamentales. Nawal As-Saadawi fundó en 1985 la Asociación Árabe de Solidaridad de las Mujeres (ASWA), ligada al Consejo Económico y Social de la ONU hasta su disolución por las autoridades egipcias en 1991. El principio rector de la entidad se expresa en las siguientes palabras:

“Sabemos que la liberación del conjunto del pueblo no puede tener lugar sin la liberación de las mujeres, y ésta no puede tener lugar sin la liberación de la tierra, la economía, la cultura y la información”

Desde esta perspectiva, Nawal considera que el capitalismo, el patriarcado y la religión son las causas que oprimen a las mujeres en todo el mundo, causas que están relacionadas y producen también la pobreza. Aboga por separar la religión y el Estado, considerando que la primera es un asunto privado, de ahí que no crea en la teología de la liberación ni en conceptos como “feminismo islámico”, “feminismo cristiano” o “feminismo judío”, antes bien, aunque sostiene que cada persona tiene que ser libre en sus creencias, nada de eso tiene que ver con cuestiones como la igualdad entre los sexos, la justicia social, el derecho, la educación o la política. Nawal no limita el hecho de ser feminista a ser mujer. Eso no es suficiente, lo más importante, para ella, es desprenderse de las ataduras del sistema patriarcal y de todo lo que oprime a las mujeres en cualquier sociedad. Influida por estas ideas, la Sociedad Hijas de la Tierra de Mansura dirigiría su trabajo en esta etapa del feminismo egipcio a la concienciación y la formación profesional de las mujeres rurales, e inició un debate entre feministas laicas y mujeres islámicas. La Revista de la Nueva Mujer y otros núcleos feministas organizaron numerosos seminarios para reclamar los derechos femeninos. En 1985, la crisis producida por la revisión del Estatuto Personal de 1979 llevó a la formación de un amplio frente feminista llamado Comité para la Defensa de los Derechos de la Mujer y de la Familia, que logró establecer algunas modificaciones en la ley.”

La escritura autobiográfica de Nawal As-Saadawi. 
Política, religión e identidades femeninas
de Mouna Aboussi Jaafer
Tesis doctoral dirigida por la Dra. 
María Dolores Ramos Palomo
Universidad de Málaga
Departamento de Historia moderna y contemporánea
2016
Pág. 107-117

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