“La tercera ola del feminismo árabe emergió en la década de los noventa. Se caracteriza por sus rasgos plurales y por la reivindicación de unos programas de género impulsados tanto por las mujeres las laicas como por otras encuadradas en ciertos sectores del islamismo. De esta manera se abrieron ámbitos de actuación en los que la lucha por los derechos de las mujeres contribuyó a incrementar la sociabilidad femenina. Entre las entidades creadas con este fin destacan: Egyptian Center for Women’s Rights, New Women Foundation, The National Council for Women, Center for Egyptian Women’s Legal Assistance, Women and Memory, Alliance for Arab Women y The Association for the Development and Enhancement of Women . Hay que destacar que en esta época el feminismo egipcio apostó por la necesidad de tener en cuenta la subjetividad histórica en los procesos de cambio social y cultural, acabar con las interpretaciones victimistas y valorar las luchas y estrategias de las mujeres musulmanas. También se produjo una fuerte crítica al feminismo occidental por sus posiciones eurocéntricas y etnocéntricas, crítica que compartiría Nawal As-Saadawi. En ese marco surgieron denuncias contra el denominado “feminismo imperial”, por su escasa sensibilidad a otras realidades, como la organización de grupos familiares y de parentesco distintos a los de la familia nuclear. Desde estas perspectivas se pusieron las bases para la irrupción de un “feminismo autóctono”, pero no único, ligado a realidades culturales, políticas y religiosas diferentes.
(…)
Desde este enfoque hay que hablar de estrategias explícitas e implícitas. Las primeras, propias del movimiento feminista occidental, enlazan con los postulados ilustrados, el sufragismo, el feminismo radical de los años sesenta y setenta y posteriormente con sus derivaciones posmodernas. Las estrategias implícitas se utilizan en las sociedades tradicionales, son indirectas, posibilistas y aspiran a introducir cambios paulatinos en el estatuto de las mujeres y en su vida cotidiana, cambios que contribuirán a un mayor empoderamiento femenino. La distancia entre las defensoras de ambas estrategias se ha agrandado en las últimas décadas, al cuestionarse la universalidad de las formas políticas y culturales hegemónicas y la existencia de un único patrón normativo dentro y fuera del feminismo.
Teniendo en cuenta este punto de vista, la tercera etapa del feminismo egipcio es plural por las posiciones políticas, laicas y religiosas de sus seguidoras. Temerosa de que este hecho pudiera implicar una pérdida de influencia del movimiento de emancipación femenina en los países arabomusulmanes, Nawal As-Saadawi pidió unidad a las mujeres para proteger sus derechos en el Estado y la familia: “La democracia real no puede darse sin [todas] las mujeres, sin igualdad entre todos los egipcios, sin importar el género, la religión, sin la erradicación del poder absoluto”. Estos requisitos se traducirían en una mayor concienciación e incremento de la confianza en sí mismas, la reapropiación de espacios (físicos, culturales, simbólicos y mentales) con fines diferentes a los establecidos, y la redefinición de las formas de poder, que implicaría el hecho de considerar no sólo el que se tiene sobre alguien o algo, algo que suele derivar en formas coercitivas o autoritarias, o el que se tiene para hacer algo, como transformar la propia identidad, mejorar la vida y luchar por la emancipación. Estas ideas son compartidas por mujeres musulmanas de diferentes países o regiones que cuentan con sus propias líderes: la marroquí Fatima Mernissi, la iraní Shirin Ebadi, la pakistaní Benazir Bhutto, la bengalí Taslima Nasrin o la somalí Ayan Hirsi Ali. Las diferencias entre las feministas partidarias de un “humanismo secular” (término introducido por Nasrin), entre las que se encuentra As-Saadawi o Ayaan Hirsi Ali, aún más radical, y las restantes, son notables.
Taslima Nasrin sostiene:
“No encuentro ninguna diferencia entre el Islam y los fundamentalismos islámicos. Creo que la religión es la raíz, y de la raíz crece el fundamentalismo como un vástago venenoso. Si suprimimos el fundamentalismo y mantenemos la religión, entonces un día u otro volverá a crecer”
Y aclara:
“Necesito decir esto porque algunos liberales defienden siempre el Islam y culpan a los fundamentalistas de los problemas. Pero el Islam en sí mismo oprime a las mujeres. El Islam, en sí mismo, impide la democracia y viola los derechos los humanos”
Por su parte, Nawal As-Saadawi habla de las ideas religiosas en general y del Islam en particular:
“¿Quién ha elegido la religión? La hemos heredado. Dios no creó la religión. La religión la creó el ser humano. Seguir adorando el texto [Corán] es un peligro. Hay que adaptar el texto a la realidad, no la realidad al texto. Dios es una idea, no un libro que sale de una imprenta. El Islam de hoy no es el de hace cien años y cambia en cada país porque cada estado lo interpreta según sus intereses”
Ayaan Hirsi Ali es más expeditiva:
“El problema del Islam es que no hay sitio para uno mismo, no hay sitio para el individuo”.
Se trata de posiciones políticas, ideológicas y culturales muy diferentes porque en las sociedades postcoloniales las mujeres: a) se han convertido en símbolos potentes de identidad y de visiones de la sociedad y la nación; b) participan en los debates y luchas sociales desde diversas perspectivas y c) se implican en las diversas formas de contemplar, traducir, aceptar o rechazar todo lo que procede de occidente223. Los debates sobre el velo tal vez sean uno de los principales puntos de controversia en la dinámica Norte-Sur e Islam-Occidente, no sólo entre las mujeres musulmanas y las no musulmanas sino entre las mismas musulmanas. En Egipto, el hecho de que se haya producido un significativo viaje de “no llevar velo a llevarlo”, o que las feministas islámicas vayan veladas, se ocupen de reinterpretar las leyes religiosas y el Corán y critiquen la tradicional división entre las esferas pública y privada como un concepto propio de occidente, coexiste con la distinción entre el “velo político”, obligatorio, por ser la proyección de la imagen de las mujeres musulmanas en el mundo y un símbolo de rechazo de las costumbres foráneas, y el “velo personal”, usado libremente en cada momento y circunstancia, aunque refleje también el seguimiento de la tradición musulmana. En este asunto Nawal As-Saadawi, tras censurar a las mujeres víctimas del mercado que “van con el velo islámico y el ombligo descubierto a la vez”, alerta sobre el peligro de perderse en debates inútiles como “velo sí, velo no”, sin abordar el verdadero problema de fondo: la lucha contra el capitalismo, el patriarcado y la ignorancia.”
La escritura autobiográfica de Nawal As-Saadawi.
Política, religión e identidades femeninas
de Mouna Aboussi Jaafer
Tesis doctoral dirigida por la Dra.
María Dolores Ramos Palomo
Universidad de Málaga
Departamento de Historia moderna y contemporánea
2016
Pág. 117-121
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