18 de maig 2023

benedetti y el cine, y dos

 

FICHA TÉCNICA:

Título: La tregua
Año: 1974
Duración: 108 min.
País:  Argentina
Dirección: Sergio Renán
Guion: Sergio Renán, Aida Bortnik. 
Novela: Mario Benedetti
Música: Julián Plaza
Fotografía: Juan Carlos Desanzo
Reparto:  Héctor Alterio, Ana María Picchio, Luis Brandoni, Marilina Ross, China Zorrilla, Cipe Lincovsky, Oscar Martínez, Luis Politti, Norma Aleandro, Antonio Gasalla

Estudio de Andrés Vartabedian en vadenuevo.com.uy

    "La tregua",es una novela escrita en 1959 y publicada en 1960. Ha sido traducida a 18 idiomas y es la obra de Mario Benedetti más editada. Hasta la fecha, según datos de la Fundación Mario Benedetti, lo ha sido en 153 ocasiones.

    La historia de Martin Santomé, un hombre viudo desde hace muchos años, que ha dedicado su vida al trabajo contable en una oficina y a sacar adelante a sus tres hijos -dos de los cuales no conocieron o conocieron escasamente a su madre-, y que repentina e insospechadamente, a poco de jubilarse, ya casi en sus cincuenta, conoce a Laura Avellaneda y prueba el amor una vez más, a pesar de la gran diferencia de edad. Cuando todo parece encaminarse felizmente, sorteando las dificultades propias de temores y prejuicios, súbitamente Avellaneda también muere y la vida de Santomé parece perder el sentido definitivamente.

    La tregua, el filme, se estrenó en agosto de 1974 y se convirtió en la primera película argentina en ser candidata a un premio de la Academia de Hollywood como mejor filme extranjero, o de habla no inglesa. La versión libre de la novela de Mario Benedetti marcó el debut en cine del director Sergio Renán, también fue el primer protagónico de Héctor Alterio y la primera adaptación al cine de un guion de Aída Bortnik (La historia oficial, 1984; Tango feroz: la leyenda de Tanguito, 1993; Caballos salvajes, 1995; Cenizas del paraíso, 1997; entre otras).

    Aquí, esa adaptación funciona para sostener la sustancia del relato original, pero además amplifica su dimensión a un tono de tragedia urbana, que trasmite todo el gusto amargo de esa vida truncada, carente de emociones vitales, que no logra despegar del tono resignado y opaco, y que tiene a la jubilación como único sinónimo del ocio y última esperanza y posibilidad concreta de encontrarse a sí mismo como ser en el mundo. En La tregua, Renán se permite la pausa, el silencio, la mirada atenta... y con ello nos permite la reflexión, la asunción de la derrota, el doler con...

    También la intertextualidad con la que trabaja Renán -sin dudas presente en el original literario, pero reforzada y casi explicitada en su versión cinematográfica- sostiene con bases sólidas la idea de vidas meramente transcurridas, de posibilidades de futuro autocercenadas por la mecanicidad de sus acciones cotidianas, de seres sin horizontes, en los que la felicidad solo asoma como remedo de la alegría.

    La adaptación que Bortnik realizó junto a Renán traslada las entradas de ese diario que lleva Martín Santomé, y que estructura toda la novela de Benedetti, de modo preciso, respetuoso y solidario con el espíritu de su original literario. Dicho con mayor precisión: traslada su espíritu, no estrictamente su texto. También le presta oídos a la ciudad y sus sonidos y al tono melancólico del tango que la habita; la bellísima y punzante banda sonora original de Julián Plaza subraya el tedio de esa vida de rutinas -incluso en domingo-, el dolor de ciertos desencuentros vitales, y el sabor amargo de lo que ya no será. Los acordes que como golpes se reiteran al inicio y al final del filme marcan el fin de esa tregua. Ese hombre triste, enfrentado al espejo del mueble de su cuarto, al comienzo, y que enfrentará al espejo de la platea sobre el final, no sabrá de paz. Tal vez debamos correr la mirada; la identificación podría desalentarnos ciertamente

    En varias entrevistas, Aída Bortnik "recuerda el día en que levantó el teléfono para pedir los derechos de la obra: «Le dije yo sé que usted no sabe quién soy y no tiene cómo saberlo, recién acabo de estrenar un espectáculo teatral. Puedo decirle dos cosas: qué cosas cambiaría de la novela por un lado, a ver qué le parece, y puedo decirle que tenemos el único Martín Santomé que existe en el mundo, que es Héctor Alterio»". Recordemos que la autora adaptó la novela primero a cuatro capítulos para televisión, que se emitieron en el marco del programa Las grandes novelas, por Canal 7, en los que Renán se encargó de la puesta en escena.

    En abril de 1975, La tregua compitió por Argentina con Amarcord, de Federico Fellini (por Italia), Lacombe Lucien, de Louis Malle (por Francia), Potop, de Jerry Hoffman (por Hungría) y Macskajáték, de Károly Makk (por Polonia). Amarcord fue la vencedora

    Benedetti nunca entendió muy bien el éxito de su novela; no consideraba que fuera lo mejor que había escrito en ese género. Sin embargo, funcionaba. En una recordada entrevista realizada por María Esther Gilio para Brecha, ella insiste con la búsqueda de sus virtudes: "[...] algo tiene que tocar en la gente", le cuestiona. A lo que Mario se limita a responder: "Es una historia de amor. Creo que no es cursi".

    Mario relataba sorprendido, curioso: "No sabés cuántas veces la han dado en radio, cine, teatro, televisión. A veces bien hecha, a veces mal. En Colombia, por ejemplo, hicieron una versión desastrosa. Metieron complicaciones con el narcotráfico. Yo solo les había exigido que la ubicaran en Uruguay. Nunca imaginé que saldrían con algo así. La tregua me conquistó un público de afuera. Cuando la hicieron en televisión con Héctor Alterio y Ana María Picchio fue fantástico. A mí me gustó más esta versión que la hecha en cine".

    Y es que a Mario le molestó que la trasladaran de época, pero más aún le molestó que la trasladaran de espacio. Que la situaran en Buenos Aires lo llevó a enemistarse durante un cierto tiempo con Renán

    La historia de "La tregua" tiene una base real "levemente" modificada por el escritor. Parte de un romance real que viviera uno de sus jefes de oficina con el que sostenía una relación cálida y cordial. En determinado momento, casi inesperadamente, rondando más o menos los cincuenta años, le confiesa a Mario que estaba enamorado.

"«Pero el problema es que esta muchacha tiene la mitad de mis años. Tiene 26. ¿Qué voy a hacer?» «¿Por qué no se casa?», le digo yo".

"Y volvió a enviudar" -afirma María Esther Gilio-.

"Eso pasa en la novela. En la vida pasó lo que era lógico, él murió antes que ella".

"Me explicaste alguna vez que Avellaneda debía morir para que ese amor no fracasara".

"Sí. Para evitar el fracaso había que matar a Avellaneda. Cuando salió la novela, unas cincuenta mujeres hicieron una reunión en un apartamento de Pocitos, a la que me invitaron. Allí me reprocharon que hubiera matado a Avellaneda. Yo les decía que la había matado en beneficio de la historia de amor. En 15 años Santomé iba a ser un viejo, tal vez moriría. Qué triste. Más o menos las convencí".”

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