9 de set. 2024

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Claudia Piñeiro: 
“Siento la responsabilidad de escribir sobre determinadas causas”

por Natalia Ginzburg
Clarín Cultura
17/11/2023

    "Hace un tiempo, escribe Claudia Piñeiro, tuvo una suerte de epifanía: en vez de lidiar con la finitud de la vida, se dedicaría a multiplicar mundos y vidas posibles. “¿Cómo? Viajando y leyendo, casi compulsivamente”. No sorprende que, en la actualidad, su agenda la mantenga con una maleta siempre a mano, y que los libros desborden el living (y cada rincón) de su casa. En definitiva, como ella misma cree, leer es también viajar.

    Así la encontramos el día de la entrevista con Clarín Cultura, lista para embarcar y pese a ello con una agenda mediática agitada, para presentar su más reciente libro. En Escribir un silencio, reúne por primera vez su obra de no ficción: un gran corpus de artículos, ensayos, ponencias que reflexionan sobre una variedad de cuestiones que van desde su biografía, la lectura y la escritura, el cuerpo, la memoria, la maternidad, la pandemia, los viajes, hasta los discursos leídos en la Cámara de Diputados, durante el debate por la ley de Interrupción voluntaria del embarazo, las aperturas de Ferias del Libro (Buenos Aires y Rosario), el Congreso de la Lengua española, entre otros.

PREGUNTA: ¿Cuál dirías es el común denominador de los textos reunidos en Escribir un silencio?

RESPUESTA: En todos estos textos hay una cierta urgencia en la escritura, que uno no la tiene en la literatura. Fueron escritos para periódicos y revistas, y solían tener que ver con una cuestión coyuntural.

    Estoy muy agradecida a cada uno de los medios y a todas las personas que me encargaron estos textos a lo largo de este tiempo: Ricardo Coler, Sergio Olguín, Amalia Sanz y Eugenia Zicavo, de la revista [de literatura y psicoanálisis] LaMujerDeMiVida, Matilde Sánchez (Revista Ñ y Clarín Cultura) y Daniel Ulanovsky Sack (Mundos Íntimos, Clarín), Carlos Aletto en Télam, El País de España, entre los muchos medios que le ofrecieron estos paréntesis para pensar o reflexionar sobre determinados temas.

P: “Escribir un silencio”, el texto que da nombre al libro apareció publicado en LaMujerDeMiVida. Muchas veces se habla con prejuicio del psicoanálisis como “obstructor” de la creatividad, en tu caso parece haber sido la condición de posibilidad.

R: Me encontré con la posibilidad de la palabra escrita en el psicoanálisis. La terapia me habilitó la palabra escrita; empecé a pensar “a lo mejor puedo ser escritora”.

    En ese artículo, no me refiero al silencio como algo en sí, ontológico, sino a los silencios propios, a ese silencio singular, mi silencio. Además, todo lo que tiene que ver con el psicoanálisis me interesa, porque creo es un ejercicio de pensar… uno piensa con otro, pero te habilita a pensar a vos.

P: A lo largo de los artículos, vas construyendo una suerte de autobiografía, como un modo de elaborar la identidad. ¿Desde siempre te interesó abordar cuestiones de la memoria?

R: La memoria es fundamental: la memoria colectiva, la memoria familiar y la memoria personal. Nací y en la casa de al lado de mi casa vivían mis abuelos maternos, ellos hablaban en gallego, y a mí siempre me interesó la pregunta de dónde uno viene.

    Por eso quería que en la estructura del libro estuvieran esas dos preguntas: ¿Quién soy? Y ¿De dónde vengo? Volver, por ejemplo, al pueblo de mi papá para mí fue precioso. Una señora mayor que nos acompañaba se golpeaba la cabeza y decía “Esta tiene que funcionar, porque solamente yo y tal sabemos todo lo de este pueblo, y si no funciona, se pierde”.

    Si no hay un registro por escrito de la memoria, cuando mueren las personas, se pierde. Cosas que suceden con el Holocausto, con la Dictadura, cuando van muriendo las Abuelas, o lo que tiene que ver con la Guerra Civil Española: quienes pueden dar testimonio se fueron muriendo.

    Hace poco, fui a Santo Tomé, en Santa Fe, a la escuela pública 340: los chicos de los últimos años del secundario habían preparado un video con una biografía mía, tipo policial; la maestra les había pedido que averiguaran quién era “Claudia, de Burzaco”. Me sentí mucho más identificada con esa biografía que con otras que hacen recortes de la vida adulta o profesional.

P: Hablando de la escuela, en varios de tus artículos y ponencias hablás de la lectura como clave para el pensamiento crítico.

R: En “La lectura es un derecho” sostengo que la lectura parece que es una obligación, que la culpa es del que no lee. Y en realidad, me parece que es un derecho vulnerado. El derecho a tener ganas de leer. Si un chico no sale de la primaria leyendo de corrido, no va a poder leer con gusto: porque se va a trabar, porque no lo va a poder disfrutar, no va a poder llegar a la metáfora.

    Basta con ver lo que hoy lo estamos viendo: la imposibilidad de analizar ciertas cosas porque falta un paraguas que permita hacer ciertas relaciones, o entender determinados procesos. Todas las lecturas abren mundos, no solamente porque te permiten ver otras formas de vivir, otras formas de pensar, otros lugares, si no desde el propio lenguaje: la lectura te llena de palabras que vos después podés utilizar.


        Involucrada de un modo activo con la agenda política, vimos a Piñeiro volverse referente de determinadas causas, una suerte de militancia casi siempre mediada por la escritura. Así, en el libro, se leen artículos sobre la desaparición de Tehuel de la Torre, sobre el matrimonio igualitario, o el lugar central que ocupó en el debate por la interrupción voluntaria del embarazo, con un discurso dado en el la cámara de Diputados, hecho que la expuso mucho más allá de la figura de escritora, le generó no pocas agresiones, pero también, admite, “hizo que la conocieran nuevos públicos, que tal vez no me habían leído o conocían, como los jóvenes”.

       Paralelo a la publicación de sus obras, Claudia Piñeiro se ha vuelto una figura pública comprometida con la cultura democrática. Ya sea como parte de colectivos (feministas, de escritores), o desde algunas tribunas mediáticas que van desde la radio, donde es columnista, a su participación activa en X (Twitter), hoy es una de las voces que se escuchan como parte del foro público.

            Piñeiro sale entonces al rescate de estas piezas, a veces consideradas menores, pero que revelan un “lado B” de la escritura. El “articulismo”, término que ella misma retoma de un discurso que dio Jorge Fernández Díaz –otro cultor del género– o las crónicas Revelación de un mundo, de su admirada Clarice Lispector, para poder ubicar estas piezas dentro de los géneros literarias.


P: ¿Desde cuándo sentís la responsabilidad de opinar sobre la agenda política?

R: Estas preocupaciones existieron siempre, pero antes yo no era una figura pública. Y si vos no decís nada, terminás avalando cosas. En Tuya, mi primera novela, ya estaba el tema del aborto; en Elena sabe, también, en tiempos que ni siquiera se usaba la palabra: la gente decía eufemismos como “se lo sacó”.

    Desde que el tema se habilitó socialmente, yo siento que tengo una responsabilidad para usar ese micrófono adecuadamente. De alguna manera, yo represento a un montón de otras voces.

    Lo mismo en este momento político: hay determinadas cosas que hoy tampoco podés dejar de decir, por ejemplo, que yo no votaría a ningún candidato que diga “excesos” en vez de “crímenes de la Dictadura”.

    Necesito al menos consensuar que en esto estamos de acuerdo en estas cosas básicas que tienen que ver con la democracia, con los derechos humanos, con los derechos de las personas, con aceptar los grupos minoritarios, con todo lo que tiene que ver con la ESI, con los grupos LGTB+, con las luchas de las mujeres. Si coincidimos en eso, no me importa el partido político. En eso soy optimista.

P: Otra serie de artículos te llevan al territorio de la infancia. ¿Te permitieron estos artículos indagar en otros temas que no necesariamente aparecen en tus ficciones?

R: En muchas de esas notas sobre el pasado lo que prima es el registro de la evocación, aunque creo que esos temas están también, de algún modo, en la ficción, por debajo. Lo que me permiten los artículos es cambiar el sentimiento: algo que por ahí en aquel entonces me producía enojo, ahora, en la evocación, se repara. Y una entiende, por ejemplo, que estabas excluida de la caza de perdices porque era un ritual de hombres.

P: En los artículos sobre viajes y ferias literarias, lo más interesante pareciera está siempre “fuera de campo”. Citando a Antonio Tabucchi, hablás de esa “antena” que tiene el escritor para captar algo que está en el aire…

R: No llevo un diario, si no hubiera habido alguien que me pidiera ese texto, seguramente no hubiera existido. Por eso, cuando recuperaba estos artículos para el libro pensaba ¡qué suerte! Como la crónica del viaje a Marburg [Ver sin ver], donde toda la gente que fue a escucharme tenía un lazarillo, ¡porque era una ciudad adaptada para los ciegos!

P: Otro eje que elegís para pensar la escritura es el punto de vista: lejos de considerarlo un problema estilístico, se te impone como una cuestión política, el lugar que cada escritor decide ocupar en la sociedad. En tu caso, además, a través del género policial.

R: Cada vez que escribo una novela, lo que primero pienso es cuál va a ser el punto de vista, quién va a ser el narrador, que a veces coinciden o no. Para mí, la literatura no debería hacer bajadas de línea, cuestiones morales, o ideológicas, más allá de que todos somos seres políticos, y si yo escribo soy la misma persona, pero trato, siempre, que los personajes tengan su propia lógica, su propia ética.

    Pero me reservo para mí, sí, el punto de vista. Porque el punto de vista desde donde voy a ver una historia es también una decisión política. No es lo mismo contar Las viudas de los jueves desde adentro del country, que desde fuera. Hay una frase de Mauricio Kartun que me encanta que dice “en el cuerpo de qué personaje transcurre la obra”.


    En 2022, Piñeiro fue finalista del Booker Prize por la traducción de su novela Elena sabe. En la ponencia que entonces escribió, se lee el sentido de pertenencia a un colectivo de escritoras, quienes como ella “vienen de los márgenes”, representantes de “una literatura menor”, como definían Deleuze y Guattari.


P: ¿Cómo vivís este presente de visibilidad, lectura y consagración de las escritoras latinoamericanas?

R: Me siento muy agradecida de vivir en una época donde estos colectivos existen. Hablando de las escritoras latinoamericanas, todas escribimos muy diferente: Mariana Enriquez, Samanta Schweblin, Brenda Navarro o Alejandra Costamagna, por citar algunas.

    Somos todas escritoras que pertenecemos a Latinoamérica, que es un lugar que no está en el centro del poder, entonces, todo lo que fuimos consiguiendo fue a fuerza de escritura, de trabajo, un montón de cosas, y no porque seamos un boom. Después de tantos años de ninguneo a tantas escritoras, es como decir: "¡Por fin!".”

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