14 d’ag. 2015

lectura del mes, 10


“… me reencuentro con Ana y Mladjo. Zoran fue capturado por uno de los grupos paramilitares y murió mientras cavaba trincheras en el monte Zuc. Se ríen porque Zoran era un intelectual que huía del trabajo físico como un gato del agua, y les divierte imaginárselo allí, con la pala en la mano y hasta las rodillas de barro.
—Además —dice Ana—, las lágrimas ahogan a los muertos, y las carcajadas los mantienen con vida.
Lleva un par de Levi's 501 y una camiseta negra; conserva toda su belleza a pesar de tener los dientes más oscuros.
— ¿Qué haces todavía aquí? —me pregunta.
Mladjo me quiere enseñar su última obra. Nos dirigimos a un edificio de estilo austrohúngaro donde había una escuela primaria. El interior está destruido, pero la fachada aún se tiene en pie. Y ha rociado esa pared, solitaria como una tela colgada en la nada, con poliuretano expandido, ha creado la perspectiva de una clase... una inmensa formación de niños extraños. Reconozco muchas caras, Ana, Gojko y Zoran con su rostro picado de viruelas. Ha puesto a toda la gente que conoce en Sarajevo, a todos sus amigos, a los vivos y a los muertos.
¿Qué recuerdo del último mes? A Sebina con un gorro rojo de Papá Noel, que Gojko logró que le regalará un cámara irlandés. Iba con la madre a una fiesta en casa de una prima, Mirna tenía una bandeja de dulces, el pelo bien peinado y los labios pintados. Pasamos junto al Zemaljski Muzej, y lanzó una mirada a los antiguos stecci bogomilos acribillados por los disparos. Pero Sebina no parecía darse cuenta de esa profanación, y continuaba saltando entre los sacos de tierra de las trincheras. Era feliz porque su maestro había logrado organizar una pequeña clase en su apartamento, así no iba a perder el año escolar.
La guerra rezumaba dentro de mí a través de las mismas grietas por las que tiempo atrás había fluido el amor, y ahora se había depositado en mis vísceras, en lo más profundo de mi ser. De noche solo la luz de los proyectiles trazadores atravesaba la oscuridad. Pensaba en ese vientre que crecía, hinchado y cándido; ahora sabía que ese vientre era Sarajevo.”

La palabra más hermosa
Margaret Mazzantini
Lumen, 2009
pág.385-386


Metralla contra una embarazada en Sarajevo
per Francesc Relea, Sarajevo. 26 de gener de 1993

“La granada cayó en el jardín de la casa, a escasos metros de donde Mirzeta Fejzic estaba lavando la ropa. Las esquirlas de metralla hicieron impacto en el cuerpo de la mujer. Fue trasladada urgentemente al hospital Kosevo, de Sarajevo, donde fue intervenida durante dos horas. Mirzeta, de 28 años, se salvará probablemente, pero el feto llegó muerto al quirófano. Estaba embarazada de ocho meses y medio. Ocurrió a las cinco de la tarde del lunes, una tarde cualquiera de Sarajevo, con la única particularidad que esta vez el artillero decidió apuntar con su mortero asesino hacia el barrio de Grdonj. Mirzeta se enteró ayer por la mañana de que había perdido el hijo por una de las mujeres de la limpieza del hospital. Nadie quiere decirle que el bebé le salvó la vida. Soñaba con tener una niña y había decidido ya el nombre que le pondría: Amina. Tras la operación preguntaba insistentemente a la comadrona si era niña. "Todavía no lo sabemos, tenemos que comprobarlo", le respondían. No sabe que el bebé que llevaba en el vientre era un niño.
"Nunca había estado en el hospital ni había sido atacada. Quisiera que esto acabara ya, pero me temo que sólo es el principio. Esto no tiene fin", susurra Mirzeta en la cama de una improvisada sala de cuidados intensivos del hospital Kosevo. Hay otras dos mujeres ingresadas en la misma instancia. Mirzeta habla con un hilo de voz, pero con una lucidez impresionante.
La comadrona y las enfermeras escuchan con atención sus palabras. Recuerda que su hijo de seis años nació en Bijeljina, una de las primeras ciudades bosnias ocupadas por las fuerzas serbias cuando desencadenaron la guerra. "Cuando se produjo la famosa masacre, mi hijo estaba en Bijeljina. Tuve muchos problemas para traerlo a Sarajevo. Siempre habíamos vivido juntos serbios y musulmanes. Me sentía una ciudadana de Bosnia", dice.
"Espero recuperarme, espero", repite. Los médicos son moderadamente optimistas. "Ha perdido mucha sangre y puede haber complicaciones. Tenemos que esperar unos siete días para ver cómo evoluciona", explica el doctor Alimo Kapetanovic, quien practicó la operación. "La granada afectó seriamente el estómago, que presentaba un agujero de unos 10 centímetros. Encontramos varias piezas de metralla. La mujer estaba bajo estado de choque. Tuvimos que extirparle el útero y aplicar numerosas suturas en los intestinos. El mayor riesgo ahora son las infecciones".
El doctor Kapetanovic no tiene ninguna duda de que si Mirzeta no hubiera estado embarazada ahora estaría muerta, perjura que nunca se lo dirá. "En vez de matarla a ella, la metraIla encontró al bebé. Fue su coraza", señala.
"Esto no ha ocurrido en ninguna guerra", claman varios médicos del equipo del doctor Kapetanovic, quien asegura que nunca en su carrera profesional, desde el inicio de la guerra, había tenido un caso similar entre sus manos. "Un colega mío atendió hace tres meses a una mujer embarazada de seis meses que resultó herida por una granada. Perdió el niño y debió amputársele una pierna.
A las dos de la tarde, el marido de Mirzeta sólo ha podido hacer una visita fugaz al hospital. Es combatiente y debe acudir a una posición de la defensa de Sarajevo.
Ayer fue un día especialmente tenso en la ciudad. Han caído varias granadas de mortero y los francotiradores se muestran muy activos en su práctica de disparar contra todo aquello que se mueve. Uno de los proyectiles ha estallado cerca del cuartel general de los cascos azules. Un civil muerto y seis heridos. El pánico vuelve a reinar en la ciudad. No se ven colas de gente para comprar pan o aguardando pacientemente con sus bidones para llenarlos de agua. Los viandantes corren nerviosos por las calles a diferencia de las últimas semanas, en las que parecían haber recuperado una cierta calma.”






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