Esma amb el seu diari |
“No recuerdo
exactamente cómo sucedió… No recuerdo exactamente el momento. Quizá nadie lo
recuerda. Sebina sí, dijo que estaba mirando los Simpson en la televisión
cuando se interrumpió la transmisión. Ella fue a buscar corriendo a su madre,
que estaba corrigiendo los deberes de sus alumnos en la cocina, en la mesa
donde comía.
— ¿Qué pasa,
mamá?
Mirna se
quitó las gafas y miró a la hija, que se había detenido en la puerta.
—Tranquila.
Un estruendo
llegaba de las montañas. Era la vida, que huía, para ceder su puesto a la
locura. Aún no lo sabían y se abrazaron. Tenía que corregir esos deberes, Mirna
los tocaba… flotaban ya a lo lejos, como las pequeñas vidas que los habían
escrito, como la mesa, como ellas dos. Aquello duró poco, los Simpson no
tardaron en volver a tomar la palabra con sus vocecitas de dibujos animados, de
personajillos cómicos.
No, no
recuerdo a ciencia cierta cuándo se interrumpió el hilo de la normalidad, cuándo
corrieron a esconderse los perros…
Había ropa
tendida, era primavera, la estación de la limpieza, de las ventanas abiertas.
De vez en cuando se oía el graznido de un cuervo por la calle, pero nadie le
prestaba atención. Era una ciudad pacífica, nadie se preguntaba de qué etnia
era el otro, el vecino o la mujer. Se querían o se odiaban por simpatía, por
intuición, como en cualquier otro lugar del mundo.
Habían
empezado a disparar contra las casas. Las primeras granadas cayeron lejos de
donde nos encontrábamos, oímos aquellos estallidos, que nos parecieron una
grabación, como si surgieran de las rejillas de plástico de las radios.
Velida dijo:
— ¿Quién
puede tener interés en matarnos?
La granada
cayó tan cerca que tuve la sensación de que me había entrado en la barriga y me
había sacudido. Disparaban contra la zona de Bascarsija. Por un instante nos quedamos
mirando, muertos. El pequeño rostro de Velida crispado en una parálisis torpe,
como un rostro ya difunto. Las tacitas temblaban, temblaban los libros… Los
mirlos se habían escondido bajo un montón de guata.
Velida gritó:
— ¡Jovan!
¡Jovan!
—Estoy aquí.
El anciano
biólogo no se había movido de su butaca. Le estaba dando caladas a uno de sus
cigarrillos, los dedos amarillentos como el pelo. Cayeron cosas de las
estanterías. Los cristales estaban intactos, de momento. Temblaban como mis
dientes. En cierto momento tuve que agarrarme el mentón con la mano, para
detener aquel ruido, que sonaba como una trampa para animales. Recogí lo que
había que recoger. Me encerré en el dormitorio y aferré una almohada. No era
capaz de hacer que los dientes dejaran de castañetear, y sentía un dolor
tremendo en el vientre… El mismo de los abortos. Una mano que lo arranca todo.”
La
palabra más hermosa
Margaret
Mazzantini
Lumen,
2009
pág.311-312
“Sarajevo, 6
de abril 1992. Querido diario: llevamos varios días en guerra. Están
destruyendo nuestra ciudad. Estoy muy triste porque llevo tiempo sin poder ir
al cole. Juego en el sótano y estoy muy aburrida, no puedo salir a la calle;
sólo escucho tiros por distintos lugares de Sarajevo.”
“30 de abril 1992: Querido diario, el ejército serbio está
lanzando misiles y granadas en Bijelna…”
“ 2 de mayo: la ciudad está sitiada ... han comenzado a
bombardearnos, primero el barrio de Aliposino Polje … “
“4 de mayo: hace 29 días que no voy al colegio, han tirado
una bomba y ardió por completo, delante hay barricadas. No entiendo nada.
Hoy hemos intentado salir del país, pero ha sido imposible. Mi mejor amiga lo
ha conseguido, el único recuerdo que tengo de ella es el dibujo de este triste
koala. Sigo durmiendo en los sótanos. Me gustaría volver a jugar como antes. Me
gustaría comer frutas y verduras. Aquí dibujo el túnel de la vida de Sarajevo.
Estoy muy triste. Lo único que puedo hacer es escribirte aunque tengo muy poco
ya que contarte querido diario, pero, por supuesto, yo nunca te olvidaré”.
Així comença la primera d'una sèrie de cròniques de guerra que Esma, una
nena bosniana de nou anys, va escriure fins que es va assabentar de la mort
del seu pare. Esma, la seva mare i la seva germana van arribar a Espanya com a
refugiades de guerra al desembre de 1992
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