18 de set. 2015

lectura del mes: obertura


“Muchos son los detalles que lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y actualmente es una de las rutilantes estrellas de la historia de El Cairo. ¿A qué El Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes? La respuesta solo la saben Dios y los arqueólogos. A nosotros nos basta con constatar que el callejón es una preciosa reliquia del pasado. ¿Cómo podría ser de otra manera con el hermoso empedrado que lleva directamente a la històrica calle Sanadiqiya? Además tiene el café que todos conocen como el Café de Kirsha, con muros adornados de coloridos arabescos. De los del callejón, actualmente desconchados, todavía se desprenden los olores de las antiguas drogas, populares especias y remedios de hoy y de mañana...
Aunque el callejón está totalmente aislado del bullicio exterior, tiene una vida propia y personal. Sus raíces conectan, básica y fundamentalmente, con un mundo profundo del que guarda secretos muy antiguos”.
El callejón de los milagros
Naguib Mahfouz
Alcor,1988
pág. 7


“El callejón de los milagros” es una novela de 1947, enmarcada en la etapa llamada “realista” de nuestro autor. Retrata un barrio cualquiera de El Cairo con fidelidad y minuciosidad extraordinaria. La historia se enmarca temporalmente en la etapa final de la Segunda Guerra Mundial.

La egipcia era una sociedad que en ese momento se debatía entre el cansancio por el sometimiento al largo protectorado británico y una fe ciega en la fe musulmana, entre un mundo que avanza tecnológicamente y unas costumbres que todavía no se modernizan. Los aires de occidente van llegando, la clase comerciante se adecua, pero es un momento de crisis económica y pobreza. Mahfuz ideológicamente era pro-occidental pero antibritánico y socialmente era lo que, en los años treinta, se denominaba un modernista: proponían una apertura hacia los avances de occidente.


Mahfouz dijo que se sorprendió cuando los críticos afirmaron que el personaje de Hamida era un símbolo de Egipto. Aunque él no lo plasmó como una alegoría explícita, posteriormente reconoció la conexión y que inconscientemente escribía sobre su país natal cuando imaginaba la evolución de la muchacha.

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