Amal Dunqul
(1940-1983), poeta egipcio y uno de los más caracterizados nombres del grupo
que denominó en su día “poetas del rechazo”. Comenzó escribiendo poesía tradicional rimada
y posteriormente realizó una poesía más experimental, convirtiéndose en uno de
los principales poetas egipcios contemporáneos. Se dio a conocer con “El llanto
delante de Zarqá al-Yamama” (1969), al que siguieron “Comentario sobre lo que
pasó” (1971) y “Muerte de la una” (1974). Publicó seis libros de poesía,
alcanzando gran fama con su obra “El futuro testamento” (1975).
Dunqul es, sin
duda, una de las figuras más destacadas de la última poesía egipcia. Su poesía,
de clara intencionalidad política y social, está filtrada por una cierta
ambigüedad del lenguaje, resultado inevitable dentro del contexto socio-cultural y político
en que su obra se desarrolla.
GÉNESIS
Capítulo
primero
En el comienzo
fui hombre, mujer y árbol.
Fui padre,
hijo y espíritu santo.
Fui la
mañana, la tarde
y la mirada
fija y circular.
Mi trono era
de piedra en la ribera del río.
Las ovejas
pacían, las
abejas zumbaban en torno a las
flores, las
ocas flotaban en el silencioso lago
y la vida
latía como un molino lejano
cuando
observé que todo lo que veía
no libraba al
corazón del hastío.
(La pelea de
gallos
era mi única
distracción
en mi
solitario asiento
entre las
enmarañadas ramas).
Capítulo
segundo
Pensé: si me
acerco al agua y me baño, me partiré,
(si me parto,
seré doble... y sonreí).
Tras bañarme,
del calor de
los labios, las flores tejieron un chal
con el que
cubrí mi tembloroso cuerpo.
(Mi trono
flotaba cual arca).
Un pájaro voló
sobre mi cabeza
y se posó,
sacudiéndose la humedad.
Miré en las
profundidades del agua.
Miré. Y vi
mi rostro
adornado con una corona de espinas.
Capítulo
tercero
Dije: Que
haya amor en la tierra, pero no lo hubo.
Dije: Que el
río se disuelva en el mar, el mar en la nube,
la nube en
sequía y la sequía en fertilidad. Y germine
pan para
sostener los corazones hambrientos y hierba para los rebaños
de la tierra,
sombra para los exiliados en el desierto de la tristeza.
Vi al hijo de
Adán erigiendo sus cercados en torno a la plantación de
Dios,
contratando guardianes, vendiendo pan y agua
a sus
hermanos y ordeñando las escuálidas vacas.
Dije: Que
haya amor en la tierra, pero no lo hubo.
El amor sólo
lo poseyeron quienes pudieron pagarlo.
... Y Dios
vio que eso no era bueno.
Dije: Que
haya justicia en la tierra: ojo por ojo y diente por diente.
Dije:
¿Devorará el lobo al lobo y el cordero al cordero?
No pongas la
espada en cuellos de niños y ancianos.
Vi al hijo de
Adán matando al hijo de Adán, incendiando
las ciudades,
hincando su puñal en el vientre de embarazadas,
arrojando los
dedos de sus hijos a los caballos como pienso, decorando el banquete de la
victoria con
rojos labios gimientes.
La justicia
había muerto y regía la ley del rifle. Sus hijos
eran
crucificados en las plazas o ahorcados en los rincones.
Dije: Que
haya justicia en la tierra, pero no la hubo.
La justicia
sólo la poseyeron seres sentados en tronos de cráneos con sudarios como
manteles.
Y Dios vio
que eso no era bueno.
Dije: Que
haya razón en la tierra con su voz equilibrada.
Dije:
¿Construirán los pájaros sus nidos en las bocas de las serpientes?
¿Vivirán los
gusanos entre las llamas? ¿Se pintará
el búho los
ojos con kohol? ¿Sembrará la sal quien espera el trigo, con el transcurrir del
tiempo?
Vi al hijo de
Adán enloquecer: talando los árboles,
escupiendo en
el pozo, arrojando aceite al río,
viviendo en
una casa con una bomba escondida
bajo la
puerta, hospedando escorpiones en el calor de su pecho,
legando a sus
descendientes su fe, su nombre y la camisa de combate.
La razón se
convirtió en un mendigo exiliado, apedreado por
niños,
arrestado por guardianes de fronteras, con la identidad patriótica
anulada por
los gobiernos y el nombre incluido en
las listas de
los que odian a su país.
Dije: Que
haya razón en la tierra, pero no la hubo.
La razón cayó
en un ciclo de exilio y prisión hasta que enloqueció.
Y Dios vio
que eso no era bueno.
El futuro testamento
Amal Dunqul
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