2 de set. 2015

trobades

“¿Quién eres? Cuántas veces me lo habré preguntado. Cuántas veces te habré mirado con recelo. Ríes como reía Diego, como ríen los chicos. Eres tonto e inteligente, inofensivo y peligroso. Eres una posibilidad entre varios millones. Un muchacho de 2008, nacido a finales de diciembre de 1992 en Sarajevo. Eres uno de los primeros hijos de las violaciones étnicas. (…)

¿De cuántos fragmentos se compone un cuerpo? El pliegue del que pende una oreja. El dibujo de un puño. Un ojo con sus cejas, que se mueven. El hueso de la rodilla. Los pelos, como hierba marchita.
Miro los fragmentos que conforman a mi hijo. Quizá siempre lo supe, esta es la verdad. Y nunca quise saberlo. `Eres libre —debería decirle—, no eres su hijo. Eres hijo de un punado de diablos embriagados por el odio.´(…)
Aska se ha quedado bajo la pérgola, no ha tenido el valor de acercarse. Se ha lavado el pelo y está dejando que se seque con el aire. La he mirado mientras se movía, ponía la mesa y se agachaba a recoger un juguete de su hija. Una mujer como yo.
Ahora nos mira mientras nos dirigimos hacia ella.
Durante la guerra muchas mujeres mataron a estos hijos, las madres ayudaron a sus hijas a deshacerse de ellos. Mujeres tranquilas se transformaron en asesinas desesperadas. Aska acudió a uno de esos centros de ayuda a mujeres víctimas de la guerra, pero solo cuando nació su hija, cuando su cuerpo se abrió por segunda vez y Gojko y ella lloraron a lágrima viva, aferrados uno al otro, sintió que el odio se separaba de ella como la bolsa inútil de la placenta.
Aska agacha la cabeza y se toca el pelo húmedo con una mano.
Mientras me acerco, veo ese gesto que repite, veo su rostro que se demuda, la boca que se abre y se cierra.
Pietro no aparta la mirada del teléfono móvil y le doy un golpe suave.
—Ella es Aska, la mujer de Gojko.
Pietro alza sus ojos azules. Sonríe, frunce las mejillas descarnadas y le tiende una mano.
—Hola, soy Pietro.
Aska le coge la mano y es incapaz de soltarla.
Entonces Pietro se inclina hacia delante, con la cabeza. Le da dos besos en las mejillas y ella abre los brazos y lo estrecha.
Veo ese destino que se cierra.
Se da la vuelta y dice que va a buscar los vasos.
La encuentro en la cocina, de espaldas a la pared. Llora, inmóvil. Cuando me ve, sonríe.
Se tapa la boca y la nariz con una mano y respira en ella.
Gojko se acerca y la abraza con todo su gran cuerpo ruidoso.
Gojko ha preparado la parrilla, se afana en torno a las brasas en el viento que sopla desde el mar. Comemos pescado con las escamas quemadas, que se caen como cortezas, y dejan una carne blanca y aromática, impregnada con su sabor. Esta noche, comemos mar.
Pietro me pregunta si puede beber un poco de vino, y Gojko le llena el vaso antes de que pueda decir sí. Pietro ríe y exclama: `Me quedaría toda la vida aquí´.
Aska lo mira. Ha comido despacito, como una criada, como una monja. No le ha quitado los ojos de encima, aunque en realidad apenas ha alzado la vista. La ha posado en los vasos, en los platós, en su vida. Como si no quisiera causar trastorno alguno en la mía.
Quizá se avergüenza. Durante años la ha acosado la vergüenza y tal vez sean estos sus últimos embates. Parece sentirse desplazada, como si fuera una intrusa, una ladrona. Es un pequeño dolor en esta noche dulce; sin embargo no puedo hacer nada. Cada uno de nosotros lo lleva en su interior. Luchar para perder es el estúpido espíritu agónico de las almas.
El viento aviva las brasas, que parecen apagarse y nunca lo hacen. Pietro habla con Sebina, escriben palabras en servilletas de papel, juegan con el pan.
Gojko decide participar en su juego, les pregunta: `¿Cuál es la palabra más hermosa del mundo?´.
Sebina dice `mar´.
Pietro duda entre `libertad´ y `tenis´.
El cielo está cuajado de estrellas. Las estrellas de siempre, las cercanas y las lejanas. Las que hacen que nos rindamos.
Los ojos de Gojko son los de un guerrero que ha sido derrotado. De un poeta borracho. Mira a Pietro y dice:
—Para mí la palabra más hermosa del mundo es `gracias´.
Levanta el vaso, hace un brindis con la botella, luego lo alza al cielo, a una estrella y dice:
-        Gracias
El mal ha muerto esta noche”

La palabra más hermosa
Margaret Mazzantini
Lumen, 2009
pág.516-521


El drama de los “hijos invisibles”

Alen Muhic, abandonado por su madre, una musulmana violada por un militar serbio durante la guerra de Bosnia (1992-1995), busca, 22 años después, a sus padres biológicos.
Es el héroe de una conmovedora película realizada con el objetivo de romper el tabú sobre estos “hijos invisibles” de los conflictos.
“Lo único que quiero es saber la verdad, descubrir quiénes son, por qué ella me abandonó y por qué él hizo lo que hizo. Porque su acto es un crimen de guerra”, explica Alen , unos días después de la presentación en Bosnia del documental-ficción “Trampa del hijo invisible”.
Este joven fuerte de ojos verdes, enfermero en un hospital en Gorazde (este), el mismo donde nació hace 22 años, en la misma ciudad donde fue adoptado por una familia musulmana, es la primera persona nacida tras una violación durante el conflicto que ha tenido el valor de contar públicamente su historia.
Este filme realizado por el bosnio Semsudin Gegic, muestra el desgarro y el drama de Alen en la búsqueda de sus orígenes. El filme se centra en su “doble identidad, genética y adoptiva”, explica el cineasta.
“Estos niños son considerados como ‘invisibles'. He decidido hacer una película en la que Alen se hace visible”, dice el director, que recuerda que Alen es “uno de los miles de niños concebidos por la violencia sexual en los conflictos en todo el mundo”.
Más de 20,000 mujeres, esencialmente musulmanas, fueron violadas durante la guerra de Bosnia, un conflicto que dejó 100.000 muertos y donde al menos nacieron unos 60 niños fruto de estas violaciones. La mayoría fueron abandonados por sus madres.
Al inicio del conflicto, la madre de Alen, de unos treinta años, fue violada en Miljevina (este). Expulsada de su pueblo por las fuerzas serbias por ello, se ha negado hasta ahora a ver al bebé que dio a luz en 1993.
Después, se refugió en Estados Unidos donde fundó una familia y tuvo otros dos hijos, según Gegic.
Su identidad no se ha desvelado porque era testigo protegido en el proceso por crímenes de guerra contra su verdugo, el padre biológico de su hijo.
Alen fue adoptado a los siete meses por el conserje del hospital de Gorazde, Muharem Muhic, y su esposa Advija, que tenían dos hijas.
“Me adoptó una familia magnífica. Me han criado como si fuera su propio hijo y me han dado todo su amor”, cuenta.
A los diez años, en una pelea en el colegio, un compañero le dijo para vengarse lo que todo el mundo sabía, pero que Alen ignoraba: Muharem y Advija no son sus padres biológicos. Fue su primer trauma.
“Entonces me contaron la verdad. Me enfadé, pero ahora sé que querían protegerme”, explica.
En una sociedad desgarrada por el odio entre sus tres comunidades (musulmana, serbia y croata) que se hicieron la guerra, muchos estaban en contra de la adopción de este tipo de niños.
“Tiene sangre serbia, le decían a mis padres. Cuando crezca os va a degollar. He participado en la película para demostrar lo contrario”, explica Alen.
Sin embargo, no ha logrado encontrarse con sus padres biológicos, su padre lo evitó.
“Su madre, sin embargo, ha dado un primer paso tras el estreno del filme y desea encontrarse con Alen, incluso delante de la cámara”, dice el director.
Alen, que estaba furioso por la decisión de su madre de abandonarlo ha cambiado de opinión.
“No es su culpa. Quizá no podía soportar un dolor así. Fue un enorme trauma para ella, un shock”, dice antes de agregar que la “ha perdonado”.
En cambio, no tiene piedad por su padre biológico, Radmilo Vukovic.
“Nadie lo obligó a hacerlo. No se le puede perdonar”, dice.
Radmilo Vukovic, de 62 años, fue condenado en 2007 por un tribunal de crímenes de guerra de Sarajevo a cinco años y medio de cárcel. Pero fue absuelto en un proceso de apelación en 2008 debido a las declaraciones “contradictorias” de los testigos.
Sin embargo, pruebas de ADN realizadas durante el proceso han demostrado que es el padre biológico de Alen.”

Agencía France Presse
Gorazde
29/03/2015







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