En el marc de les activitats “25 AÑOS sin Gil de Biedma” , el centre d’Arts Santa Mònica presenta, en l’Espai
Balcó, l’exposició: “EN PALABRAS DE JAIME
GIL DE BIEDMA”, del 09 de setembre al 25 d'octubre de 2015.
El muntatge de l’exposició, primordialment audiovisual, té aquesta tarja de
presentació:
“El pas del temps era una de les preocupacions vitals del poeta Jaime Gil
de Biedma. Alguna vegada havia comentat que escrivia poesia perquè no volia
morir del tot, i avui, en complir-se 25 anys de la seva mort, la seva obra
segueix viva. És el pas del temps el que posa a prova la permanència d’una obra
literària. Borges deia que la glòria d’un poeta depèn de l’excitació o de
l’apatia de les generacions d’homes anònims que la posen a prova en la solitud
de les seves biblioteques. Gil de Biedma compleix, sens dubte, aquesta màxima.
Per a ell, com es diu vulgarment, no passen els anys.
L’exposició “En palabras de Jaime
Gil de Biedma” vol recuperar tota la seva grandesa com a poeta i com a
intel·lectual; sentir les seves paraules, la seva poesia, els seus pensaments,
tot allò que l’ha fet ser un autor singular, recordat, llegit i reinterpretat
per diverses generacions. La mostra, en format conversa (una altra de les grans
passions del poeta), és Gil de Biedma en estat pur.”
Una exposició molt recomanable.
PANDÉMICA
Y CELESTE
quam magnus numerus Libyssae arenae
…………………………………
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores.
Catulo,
VII
Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre,
finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros
sucios,
y después de agotado el tema de
la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!
Porque no es la impaciencia del
buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros
cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce
amor,
el tierno amor para dormir al
lado
y que alegre mi cama al
despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme
nunca,
si jamás he podido entrar en
unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más
que un momento-
igual deslumbramiento que a los
veinte años !
Para saber de amor, para
aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas
noches
-con cuatrocientos cuerpos
diferentes-
haber hecho el amor. Que sus
misterios,
como dijo el poeta, son del
alma,
pero un cuerpo es el libro en
que se leen.
Y por eso me alegro de haberme
revolcado
sobre la arena gruesa, los dos
medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del
hombro.
Me conmueve el recuerdo de
tantas ocasiones…
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos
furtivos
y el instante indefenso, de pie,
tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por
las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra
coronados.
O aquel portal en Roma -en vía
del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos
entrevistos,
de escaleras sin luz, de
camarotes,
de bares, de pasajes desiertos,
de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre
todo,
oh noches en hoteles de una
noche,
definitivas noches en pensiones
sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros
huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma,
como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d’être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre
semana-
las experiencias de
promiscuidad.
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero
amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le
robo.
Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa
gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus
hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de
ir a la cama.
Ni pasión de una noche de
dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el
conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un
cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un
miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final
estemos,
quiero aplastar los labios
invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una
vez amé
aunque fuese un instante,
deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder
vivir
sin belleza, sin fuerza y sin
deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que
han amado mucho.
Jaime Gil de Biedma
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