María Zambrano |
“A Galdós le cae en suerte contar historias de mujeres en un país
que no acepta su propia historia, que no se doblega a ella y que, tratándose de
la mujer, entiende la historia como sombra, como culpa solamente.
Pero Galdós surge después del ausente Romanticismo. Sin embargo,
ha heredado algo positivo de él; la posibilidad de hacer historias de mujeres.
Es más, ha heredado el pluralismo romántico, la multiplicidad de un mundo cuya
unidad última va a residir dentro de cada alma individual, cuya historia es
perseguida precisamente por eso. Disgregada y perdida la unidad del orden
medieval, la unidad va a residir en el individuo: la sociedad y la cultura será
el conjunto resultante de estas unidades individuales. Multiplicidad resultante
en vez de unidad previa. Al menos esto es lo que se cree y se quiere, al mismo
tiempo.
El mundo de Galdós es, pues, mundo moderno, netamente moderno, cuya
máxima realidad estriba en la multiplicidad de destinos individuales. La novela
moderna se da sobre este supuesto: la transcripción de la realidad humana, que
consiste en el tejido complejísimo de destinos individuales: la historia es la
suma de las historias. Por eso el novelista adquiere ese rango extraordinario
por encima casi del historiador, pues la historia que el historiador hace es
“grosso modo”, producto de empobrecedora abstracción, donde solo ciertos
individuos y ciertas acciones de esos individuos cobran relieve; mientras que
ella consiste, en verdad, en las historias de las criaturas anónimas, realidad
la más real, que solo el arte puede aceptar y poner de manifiesto. Se ve claro
que tal creencia tendría necesariamente que acabar engendrando un Proust, una
Virginia Woolf y hasta un James Joyce.
Galdós se mueve también en esa creencia. Se siente su entusiasmo
por la diversidad de sus personajes; se le siente enamorado de sus más nimias
particularidades, demorándose en ellas. Con los personajes femeninos este
enamoramiento lo lleva al extremo. Este genio de la indiferencia se complace en
la adoración de cada una de estas mujeres cuya historia implacablemente
transcribe, cuyas desventuras con crueldad de creador irresponsable cuenta. Se
lo debe al romanticismo. Y así tenemos que Galdós como heredero del
Romanticismo va a escribir historias de mujeres que no son románticas, va a
transcribir el mundo español, reacio, obstinadamente esquivo a todo lo
romántico.”
María Zambrano
La España de Galdós
Y nos dice
del personaje de Benigna:
«La gran
fuerza de Nina consiste ante rodo en esta facultad de comprensión, de absorción
de todo lo que la rodea; también de eliminación de rodo aquello que pudiera
envenenarla o detenerla. Es la fuerza inagotable de la vida transformándolo
todo en vida, llevando el pasado Íntegro en estado naciente, como recién
inventado; es la tradición verdadera que hace renacer el pasado, encarnarse en
el hoy, convertirse en el mañana, pervivir, salvando rodos los obstáculos con
divina naturalidad. ( ... ) Como los pájaros, vive en la luz y con su esfuerzo
sin fatiga crea la libertad. Desasida y apegada a un tiempo a las cosas, libre
de la realidad y esclava suya a la vez; invulnerable y al alcance de la mano,
dueña de todo y sirvienta de cada uno, Nina, en verdad, es Misericordia.»
María Zambrano
Senderos
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