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John Singer Sargent autoretrat |
John Singer Sargent (1856
- 1925), artista estatunidenc, considerat el "pintor de retrats de la seva
generació" per la seva evocació de l'època eduardiana . Durant la seva
carrera, va pintar uns 900 olis i més de 2.000 aquarel·les, així com una
infinitat d'esbossos i dibuixos al carbonet.
Es va formar a París abans de traslladar-se a
Londres, arribant a gaudir de fama internacional com a pintor de retrats. La
seva obra es caracteritza per la notable facilitat tècnica, especialment la
seva capacitat de dibuixar amb pinzell. Els
treballs per encàrrec van ser pintats dintre dels canons del gran estil del
retrat, mentre que els seus estudis no formals i pintures de paisatges mostren
una gran familiaritat amb l'impressionisme.
“— ¿Sabe?, la primera vez que vi
a su abuela, estaba colgando de una glicinia bastante gruesa, junto a la verja
de entrada.
— ¿De veras? —preguntó Cassandra
abriendo mucho los ojos.
—Había trepado al muro y estaba teniendo
dificultades para bajar por el otro lado. Por suerte para ella, yo acababa de
discutir con mi esposo, Richard, la discusión número noventa y siete de ese
día, y estaba paseando por los jardines para calmarme. No quiero imaginar cuánto
habría permanecido allí arriba de no haber pasado por allí.
— ¿Estaba tratando de ver la
casa?
Julia asintió.
—Dijo que era una anticuaría interesada
en la época victoriana y se preguntaba si podía echarle un vistazo.
Las hermanas Wyndham.
Lady
Elcho, Mrs Adeane y Mrs Tennant,
1899. Sargent. The Metropolitan of Art, Nueva
York Wolfe Fund.
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Cassandra sintió una cálida oleada
de afecto por Nell mientras la imaginaba trepando muros y diciendo verdades a
medias, negándose a aceptar un no por respuesta.
—Le dije que sería bienvenida a entrar,
¡tan pronto como dejara de colgarse de mis enredaderas! —rió Julia—. La casa
estaba en bastante mal estado, para entonces había sido descuidada durante
décadas, Rick y yo tuvimos que desmantelar algunas cosas dejándola aún peor que
al principio, pero a ella no pareció importarle. La recorrió, deteniéndose en
todas las habitaciones. Era como si hubiera intentado guardarlas en su memoria.
O, mejor dicho, recuperarlas. Cassandra
se preguntó cuánto le había dicho Nell a Julia sobre los motivos de su interés.
— ¿Le mostró también la cabaña?
—No, pero sin duda se la mencioné.
Después crucé los dedos, los brazos y todo lo cruzable —rió—. ¡Estábamos tan desesperados
por un comprador! Nos encontrábamos al borde de la quiebra con tanta
certidumbre como si hubiéramos cavado un pozo bajo la casa y lanzado en él todo
el dinero. Tuvimos la cabaña en venta durante un tiempo. Casi la vendimos, en
dos oportunidades, a londinenses que buscaban una casa para las vacaciones,
pero ambos intentos fallaron. Mala suerte. Bajamos el precio, pero ni aun así hubo
forma de convencer a uno de los lugareños de comprarla, ni por amor ni por
dinero. Una vista espectacular y nadie interesado en comprarla por unos
absurdos rumores.
—Robyn me lo comentó.
—Por lo que se ve, algo falla en
una casa en Cornualles si no tiene fantasmas —bromeó Julia—. Nosotros tenemos
nuestro propio fantasma en el hotel. Pero eso ya lo sabe, lo escuchó la otra
noche.
La sorpresa de Cassandra debía de
haberse reflejado en su rostro, porque Julia continuó.
—Samantha, la de recepción, me contó
que escuchó una llave en la cerradura.
—Ah —dijo Cassandra—, sí, pensé
que era otro huésped, pero debió de ser el viento, no quise causarle ningún...
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Carnation, Lily, Lily, Rose,
1885-86, Sargent
The Tate, London.
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—Es ella, es nuestra fantasma. —
Julia rió ante la expresión perpleja de Cassandra—. Ah, vamos, no se alarme, no
le hará daño alguno. No es un fantasma desagradable precisamente. No
aceptaríamos un fantasma poco amistoso.
Cassandra tenía la sensación de que
Julia le estaba tomando el pelo. Fuera como fuera, había escuchado más relatos
sobre fantasmas desde que llegara a Cornualles que cuando era pequeña y se iba
a dormir a casa de sus amigas.
—Supongo que cada casa vieja necesita
uno —aventuró.
—Eso es —dijo Julia—. La gente lo
espera. Habría tenido que inventarlo si no hubiera existido uno. Un hotel
histórico como éste... Un residente fantasma es tan importante para los
huéspedes como las toallas limpias. —Se inclinó acercándose—. El nuestro incluso
tiene nombre: Rose Mountrachet. Ella y su familia vivieron aquí, a comienzos
del siglo XX. Bueno, antes incluso, si uno considera que la familia se remonta cientos
de años atrás. Ella es la figura del cuadro que cuelga junto a la biblioteca en
el vestíbulo, la joven de piel pálida y cabello oscuro. ¿La ha visto?
Cassandra negó con la cabeza.
—Ah, tiene que hacerlo —dijo Julia—.
Es un John Singer Sargent, pintado pocos años después del retrato de las
hermanas Wyndham.
— ¿De veras? —Cassandra sintió que
se le erizaba la piel—. ¿Un verdadero John Singer Sargent?
Julia rió.
—Increíble, ¿verdad? Otro de los
secretos de la casa. No me di cuenta de su valor sino hasta hace unos pocos
años. Vino una persona de Christie's a examinar otra pintura y lo descubrió. La
llamo «mi seguro», aunque no podría desprenderme de ella. Nuestra Rose era tan
bella, ¡y tuvo una vida tan trágica! Una niña delicada que superó la enfermedad
para morir en un terrible accidente a los veinticuatro años —suspiró romántica—.
¿Ha terminado su desayuno? Venga conmigo y le mostraré la pintura."
El jardín olvidado (The Forgotten
Garden)
Kate Morton
traducció: Carlos Schroeder
Santillana, Madrid 2011
12
Pàg. 270-272
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