19 de març 2017

John Singer Sargent

John Singer Sargent
autoretrat


John Singer Sargent (1856 - 1925), artista estatunidenc, considerat el "pintor de retrats de la seva generació" per la seva evocació de l'època eduardiana . Durant la seva carrera, va pintar uns 900 olis i més de 2.000 aquarel·les, així com una infinitat d'esbossos i dibuixos al carbonet.


Es va formar a París abans de traslladar-se a Londres, arribant a gaudir de fama internacional com a pintor de retrats. La seva obra es caracteritza per la notable facilitat tècnica, especialment la seva capacitat de dibuixar amb pinzell.  Els treballs per encàrrec van ser pintats dintre dels canons del gran estil del retrat, mentre que els seus estudis no formals i pintures de paisatges mostren una gran familiaritat amb l'impressionisme.

“— ¿Sabe?, la primera vez que vi a su abuela, estaba colgando de una glicinia bastante gruesa, junto a la verja de entrada.

— ¿De veras? —preguntó Cassandra abriendo mucho los ojos.

—Había trepado al muro y estaba teniendo dificultades para bajar por el otro lado. Por suerte para ella, yo acababa de discutir con mi esposo, Richard, la discusión número noventa y siete de ese día, y estaba paseando por los jardines para calmarme. No quiero imaginar cuánto habría permanecido allí arriba de no haber pasado por allí.

— ¿Estaba tratando de ver la casa?

Julia asintió.

—Dijo que era una anticuaría interesada en la época victoriana y se preguntaba si podía echarle un vistazo.
Las hermanas Wyndham. 
Lady Elcho, Mrs Adeane y Mrs Tennant, 
1899. Sargent. The Metropolitan of Art, Nueva York Wolfe Fund.


Cassandra sintió una cálida oleada de afecto por Nell mientras la imaginaba trepando muros y diciendo verdades a medias, negándose a aceptar un no por respuesta.

—Le dije que sería bienvenida a entrar, ¡tan pronto como dejara de colgarse de mis enredaderas! —rió Julia—. La casa estaba en bastante mal estado, para entonces había sido descuidada durante décadas, Rick y yo tuvimos que desmantelar algunas cosas dejándola aún peor que al principio, pero a ella no pareció importarle. La recorrió, deteniéndose en todas las habitaciones. Era como si hubiera intentado guardarlas en su memoria.

O, mejor dicho, recuperarlas. Cassandra se preguntó cuánto le había dicho Nell a Julia sobre los motivos de su interés.

— ¿Le mostró también la cabaña?

—No, pero sin duda se la mencioné. Después crucé los dedos, los brazos y todo lo cruzable —rió—. ¡Estábamos tan desesperados por un comprador! Nos encontrábamos al borde de la quiebra con tanta certidumbre como si hubiéramos cavado un pozo bajo la casa y lanzado en él todo el dinero. Tuvimos la cabaña en venta durante un tiempo. Casi la vendimos, en dos oportunidades, a londinenses que buscaban una casa para las vacaciones, pero ambos intentos fallaron. Mala suerte. Bajamos el precio, pero ni aun así hubo forma de convencer a uno de los lugareños de comprarla, ni por amor ni por dinero. Una vista espectacular y nadie interesado en comprarla por unos absurdos rumores.

—Robyn me lo comentó.

—Por lo que se ve, algo falla en una casa en Cornualles si no tiene fantasmas —bromeó Julia—. Nosotros tenemos nuestro propio fantasma en el hotel. Pero eso ya lo sabe, lo escuchó la otra noche.

La sorpresa de Cassandra debía de haberse reflejado en su rostro, porque Julia continuó.

—Samantha, la de recepción, me contó que escuchó una llave en la cerradura.

—Ah —dijo Cassandra—, sí, pensé que era otro huésped, pero debió de ser el viento, no quise causarle ningún...

Carnation, Lily, Lily, Rose,
1885-86, Sargent
The Tate, London.


—Es ella, es nuestra fantasma. — Julia rió ante la expresión perpleja de Cassandra—. Ah, vamos, no se alarme, no le hará daño alguno. No es un fantasma desagradable precisamente. No aceptaríamos un fantasma poco amistoso.
Cassandra tenía la sensación de que Julia le estaba tomando el pelo. Fuera como fuera, había escuchado más relatos sobre fantasmas desde que llegara a Cornualles que cuando era pequeña y se iba a dormir a casa de sus amigas.

—Supongo que cada casa vieja necesita uno —aventuró.

—Eso es —dijo Julia—. La gente lo espera. Habría tenido que inventarlo si no hubiera existido uno. Un hotel histórico como éste... Un residente fantasma es tan importante para los huéspedes como las toallas limpias. —Se inclinó acercándose—. El nuestro incluso tiene nombre: Rose Mountrachet. Ella y su familia vivieron aquí, a comienzos del siglo XX. Bueno, antes incluso, si uno considera que la familia se remonta cientos de años atrás. Ella es la figura del cuadro que cuelga junto a la biblioteca en el vestíbulo, la joven de piel pálida y cabello oscuro. ¿La ha visto?
Cassandra negó con la cabeza.

—Ah, tiene que hacerlo —dijo Julia—. Es un John Singer Sargent, pintado pocos años después del retrato de las hermanas Wyndham.

— ¿De veras? —Cassandra sintió que se le erizaba la piel—. ¿Un verdadero John Singer Sargent?

Julia rió.

—Increíble, ¿verdad? Otro de los secretos de la casa. No me di cuenta de su valor sino hasta hace unos pocos años. Vino una persona de Christie's a examinar otra pintura y lo descubrió. La llamo «mi seguro», aunque no podría desprenderme de ella. Nuestra Rose era tan bella, ¡y tuvo una vida tan trágica! Una niña delicada que superó la enfermedad para morir en un terrible accidente a los veinticuatro años —suspiró romántica—. ¿Ha terminado su desayuno? Venga conmigo y le mostraré la pintura."

El jardín olvidado (The Forgotten Garden)
Kate Morton
traducció: Carlos Schroeder
Santillana, Madrid 2011 12
Pàg. 270-272

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