“Un
millón de gotas es un cruce de
caminos entre muchos géneros, novela
negra, novela histórica, novela de amor, thriller con un denominador común: la
venganza. Con ella, ha conseguido que le
fichase una de las grandes editoriales, ediciones
Destino, con lo que va a ser mucho más
conocido y tener mayor repercusión, aunque
la editorial Alrevés hizo una gran apuesta por él y por todos sus autores. En la entrevista, Víctor del Árbol nos desentraña todas sus motivaciones para
componer esta gran obra.
En las
hojas publicitarias catalogan a "Un miñón de gotas" como un thriller.
Pero en la novela hay más géneros, negra, histórica... ¿En qué género
encuadraría su novela?
En mi opinión, los géneros no son un
corsé sino un mecanismo útil para acercarse a la historia que deseo contar
desde diferentes prismas. Un millón de
gotas es una novela mundo con diferentes lecturas, donde utilizo la tensión narrativa, desde
luego, pero que está fundamentada en la construcción poliédrica de los
personajes. Son ellos los que al
desenvolverse hacen crecer la trama. Mezcla
de novela histórica, de thriIler, novela negra; una novela mestiza, un cruce de
caminos.
¿Cómo
surgió la idea de escribir este libro?
Quería escribir sobre la manera en que inventamos
los mitos, los héroes que cada tiempo y cada época engendra como los baluartes
de una memoria que, muchas veces es una
mera invención. Además me interesaba ese
proceso mediante el cual descubrimos quiénes eran nuestros padres antes de ser
nuestros padres; es increíble descubrir que
las personas que te engendraron fueron jóvenes una vez, que tuvieron sus luchas, sus victorias y sus derrotas. Todo ello, la incomprensión entre padres e hijos, las viejas historias de amor guardadas en el
cajón del olvido, ambientado en un tiempo de grandes utopías como fue la
primera mitad del siglo XX
Hasta
ahora habíamos conocido los padecimientos de los divisionarios después de la
Segunda Guerra Mundial, pero nada
sabíamos de ese periodo estalinista. ¿Cómo
descubrió el tema de Názino?
Tenía muy avanzada la historia del protagonista,
Gonzalo y la relación difícil con su hijo adolescente, Javier. Sabía que
Gonzalo vivía bajo el peso de la sombra de su padre, Elías, al que todos consideran un héroe comunista en
la lucha contra Franco. Pero me faltaba la
vivencia traumática, increíble de Elías.
La buscaba, y un amigo librero, Alfonso, me habló de esta isla y de la increíble
historia que había descubierto y me dijo: "esto solo te atreves a contarlo
tú". Y me atreví, aunque me ha
costado muchísimo. Es una historia
dramática, los primeros ensayos del
Gulag del que décadas más tarde hablará Solzhenitsyn
en su Archipiélago Gulag, abriendo
los ojos al mundo de lo que fue la represión estalinista.
Sus
novelas están llenas de violencia, ¿son un reflejo de la vida o de la mente
enferma y desvariada de un escritor?
Yo creo que tengo mi dosis justa de neurosis como
todo el mundo (eso decía Woody Allen).
Lo cierto es que la violencia como recurso efectista no me interesa en
absoluto. Puede provocarnos una reacción inmediata pero es superficial y pronto
se olvida o se trivializa. Basta mirar las escenas diarias en los telediarios,
nos repulsan y las dejamos en cuanto apagamos el televisor. La violencia que me
interesa es la cotidiana, el mal cotidiano, el daño que nace de nuestro
interior. El que podemos sufrir y causar sin ser verdaderos monstruos. No me
atraen los psicópatas, me inquieta la maldad del día a día. Por eso la exploro.
¿Cómo
puede haber tanta violencia en el mundo y no sólo en tiempo de guerras?
En esencia, somos seres asustadizos; seguimos corriendo en la noche con una
antorcha huyendo de los rugidos de la oscuridad, desde el principio de los tiempos. Hemos aprendido a dominar ese miedo, nos hemos
civilizado, pero seguimos notando en la
nuca el peligro; y un hombre asustado es como un perro acorralado: se revuelve,
ataca, muerde y huye. Defendemos nuestro
territorio (real o ideológico, familiar, laboral) contra cualquier amenaza que
podamos sentir, sea real o ficticia (en sociedades traumatizadas es común necesitar
enemigos contra los que revolverse). Hemos vencido, somos los depredadores, ya
no hay lobos que puedan dañarnos. Ahora los lobos somos nosotros, y a veces nos
convertimos en presas. Esto está muy presente en Un millón de gotas: el verdugo que se convierte en víctima. El
cazador que se conviene en presa.
¿El
haber sido integrante de los Mossos d'esquadra le ha hecho ver el lado
tenebroso de la vida?
Y también el más potente. Las historias de
dignidad personal, de verdadero heroísmo
(el cotidiano), la capacidad de amor que
tienen incluso los seres más insospechados. Todo, lo mejor y lo peor emerge
cuando estamos al borde del abismo. En cualquier caso, mi trabajo me ha enseñado a observar, a entender y a no precipitarme haciendo
juicios de valor basados en la moral o en la ética. Los grises nos definen
mejor como seres que los blancos o los negros. Basculamos en un incierto
equilibrio.
Hay
pasajes de nuestra historia que se han querido olvidar. ¿Se traiciona nuestra
memoria con el olvido?
Definitivamente, sí. Me entristece esa tendencia cada vez más
presente que tiende al relativismo histórico, a la generalidad, a vulgarizar lo que pasó en nuestra Guerra
Civil y después, sobre todo en los campos de concentración del Sur de Francia.
Poca gente recuerda, sabe, o quiere recordar, que entre diciembre de 1938 y
febrero de 1939 medio millón de españoles perdieron su tierra, su pasado y fueron empujados al mayor éxodo
que Europa Occidental había conocido hasta entonces. He tenido el honor de
poder ser testigo de decenas de testimonios orales, y creo que les debo a estas
personas respeto por su odisea. Sus
hijos, sus nietos, nosotros, no podemos
ni debemos permitir que con ellos muera una parte primordial de nuestra
Historia. Otro tanto vale para los
hechos que se narran sobre la revolución de mayo del 37 en Barcelona. Caer en maniqueísmos es desvirtuar lo que
sucedió y faltar al respeto a las personas que en aquellos años perdieron la
vida por algo en lo que creían.
¿Es su novela un reconocimiento a los damnificados
de las grandes ideologías?
Así lo he querido trasmitir. Como se dice en
cierto párrafo de la novela: "el
daño no te lo ha hecho la ideología, te lo han hecho los hombres que la
traicionaron" Brech escribió que la Utopía es aquello que se persigue
sin ser nunca alcanzada. La pregunta es ¿por qué perseguir lo que nunca podremos
obtener? Para avanzar, siempre, a toda costa. Gracias a personas así logramos avanzar en
nuestros derechos, en igualdad, en calidad de vida. Ahora, que vemos retroceder
tantos logros que creíamos adquiridos de por vida, quizá aprendemos a valorar
mejor aquel primer gesto de plantarse y decir "basta". Puede que los ideales se conviertan en
fracasos, como es el caso. Pero el hombre que sueña nunca fracasa. Solo sigue
avanzando.
Como en
su anterior novela, "Respirar por la herida", la venganza es el leit
motiv de la obra. ¿Por qué le interesa tanto esta condición humana?
No es el único tema, diría que esta vez ni
siquiera es el tema principal. El gran
tema de Un millón de gotas, y así lo creo firmemente es el amor. El amor capaz de sobrevivir a todo, ese amor
que se idealiza y se convierte en la única ropa con la que abrigarse cuando
llega el frío de la vejez y la derrota. La
venganza está presente, como la amistad,
como la fragilidad, como el silencio. Me interesa porque forma
parte de nosotros, porque es una forma que algunos invocan como Justicia cuando
la Justicia no existe.
Sus
personajes son perdedores y ninguno es totalmente bueno, ni totalmente malo,
salvo Igor Stern, ¿por qué los conforma así?
Porque no creo en los santos ni en los demonios.
Porque pienso que en circunstancias determinadas somos capaces de descubrir a
cualquiera de los hombres o mujeres que viven dentro de nosotros. En
circunstancias normales pasaremos toda nuestra vida sin verlos, pero a veces,
como en esta novela, afloran con todo su
peso, luchan por adueñarse de la
realidad. Y de esa lucha nacemos tal
cuál somos. Pura contradicción.
Casi
todos sus personajes se mueven en la mediocridad, pero muchos han sido o son
héroes. ¿Por qué hace moverse a sus personajes entre estas cualidades tan
contrapuestas y distantes?
Porque el verdadero héroe no sabe que lo es. No se
construye con la mitología, no lo crean los historiadores ni los Estados. El
verdadero héroe camina con la sensación de que es frágil pero que debe vencer
su miedo, su fragilidad para salvar lo que ama: su libertad, su hijo, su esposa
o sencillamente, su pellejo.
¿Hay que
ser héroe para sobrevivir a la vida de hoy en día?
Hay que ser valiente para atreverse a vivir la
propia vida. ¿Qué acto mayor de heroísmo hay que luchar por ser uno mismo? Yo
creo que ninguno.
La
corrupción es otro tema que suele tratar. ¿Se puede escribir en obras de
ficción lo que no nos atrevemos a escribir en los periódicos?
La ficción, cuando es intertextual, tiene
diferentes capas de lectura. El lector puede elegir qué puertas que yo le
ofrezco atravesar y cuáles mantener cerradas. A diferencia de la realidad, que
es confusa y procelosa, la ficción ofrece un discurso coherente de lo que no lo
es: tiene un planteamiento, un nudo y un desenlace. Así logra ser más visual y más
cierta que la realidad propia.
¿La
verdad es sencilla? ¿Hay verdades universales?
Lo dice Nietzsche
en el Ocaso de los ídolos y yo
lo parafraseo: La verdad es sencilla ¿No
es eso una mentira al cuadrado? La
verdad siempre se escribe con minúsculas, excepto cuando nos acercamos a la
Gran Verdad: la de que nacemos, y el precio que pagamos por ello es muy alto:
morir.
De todos
los personajes que aparecen en la novela. ¿Cuál es su favorito? ¿A quién
admira?
Me fascina Irina. Sigo viéndola aún después de terminar la
novela. La veo en el Obi y pienso que aún quiero ir a buscarla, llevarla a
casa, dejar que Elías la abrace. Admiro
al joven Siaka, me pregunto cómo ha
sobrevivido a todo lo que le pasa sin perder la Humanidad, canalla con dignidad, nunca se ha rendido a los monstruos ni se ha
convertido en uno de ellos. Laura es extraordinaria, la entiendo, entiendo su
ira, su lucha, su confusión. Gonzalo somos todos un poco, luchando por
sacudirnos el peso que otros nos echaron encima, tratando de enfundarse la
cazadora de aviador de su madre y remontar, esta vez sí, el vuelo con sus
propias alas.
Cuando
ideó la novela, ¿sabía cómo iba a acabar?
Sí. Cada
personaje caminaba hacia su destino. Habrá quien llame a eso azar, pero yo no creo en tal cosa.
Mientras
escribía la novela, ¿ha crecido algún personaje que en un principio no tenía
pensado que tuviese relevancia?
Me ha sorprendido la presencia que acaba teniendo
el viejo Alcázar. Su bigote de morsa
tenía que entrar y salir, pero se fue
adueñando de espacios que no le pertenecían.
¿Cuál de
ese millón de gotas es el que hace rebosar el vaso de la paciencia?
La estupidez disfrazada de verdad absoluta. La tontería elevada a categoría de sabiduría.
Los gurús, los profetas del nihilismo y la resignación. Nunca le pises la cola
a un perro, repito. Aunque tenga miedo, también tiene dientes.”
Por Javier Velasco Oliaga
Todo literatura
2/06/2017
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